Se habían acabado las clases y el colegio y los resultados académicos de Alex eran más que satisfactorios para Alejandro, pero el chico iba a quedarse sin vacaciones, porque su amo había decidido tenerlo cautivo en su casa hasta que ya estuviese preparado para enfrentarse al mundo en su condición de esclavo, abandonando cualquier hábito o costumbre de su vida anterior. Aunque en realidad no tenía que dejar demasiado, puesto que desde que vivía con Alejandro sólo hacía lo que al otro le salía de los huevos sin darle más opción que obedecerle en todo.
Una vez que dejaron clara la situación, Alejandro había endurecido el trato hacia el chico, pero sin pasarse todavía con castigos excesivos, y lo mantenía a raya a base de castidad forzosa y azotes en el culo, pero con la mano y no con ningún otro instrumento más contundente. No era por no causarle más dolor, puesto que cuando le daba lo hacía con todas sus fuerzas y eran muchas. Si le pegaba directamente era para gozar más al zurrarle sintiendo la carne del muchacho arder en la palma de su mano. Y eso lo ponía muy cachondo a Alejandro.
Lo malo es que aún no se follaba al chaval y esa abstinencia ya le gustaba menos. Y al crío también lo excitaba y se había corrido más de una vez puesto de bruces sobre las rodillas del amo durante la paliza. Pero Alejandro era consciente de que no sólo debía comprender que siendo tan joven sus huevos no paraban de llenarse de leche, sino que además sentir las nalgas ardiendo cada vez le ponía más puto a Alex y su cuerpo denotaba una excitación extrema.
Si no le daba por el culo todavía no era más que para tenerlo ansioso y que desease ese primer polvo de tal modo que, cuando le metiese la verga por el ano, el chico temblase y se deshiciese en lágrimas de alegría. Y el placer de ser poseído por su dueño le hiciese volar sin otras alas que las del morbo y el vicio que iría creciendo dentro de su vientre con cada empujón y clavada que le metiese al follarlo con toda la violencia que fuese capaz de descargar en el muchacho. No sólo quería preñarlo con su propia vida, sino que tenía que hacerle saber lo que realmente era que le diesen por el culo, como el mismo crío le había dicho un día.
Alejandro quería dejar claro que no deseaba solamente metérsela al chaval y gozar con su cuerpo buscando nada más que sexo. Lo que él deseaba no era sólo un placer físico poseyéndolo carnalmente, sino que necesitaba someter la mente y la voluntad del chico. Sin pretender anular su individualidad, tenía que convertirlo en parte de sí mismo. El muchacho tenía que ser de su propiedad absoluta sin ningún tipo de reticencia o límite.
Alex llevaba resignadamente tanto la castidad que le imponía su dueño al no permitir que se cascase pajas, como el hecho de que su agujero aún no catase la verga de Alejandro. Porque cuando se la veía empalmada le daban ganas de tirarse a ella con uñas y dientes y clavársela el mismo después de comérsela entera, pero sólo podía esperar a que su dueño se la diese sin pedirla ni saber cuando llegaría a dársela.
Alejandro había consentido que se la viese varias veces, en todo su esplendor, y al chico le pareció algo supremo, aunque le asustase un poco y no entendiese como podría entrarle todo aquello por el culo. Su amo le había dicho que eso no era problema y que se la tragaría enterita llegado el momento. Y si él lo decía tendría razón como en todo lo demás. Porque para Alex, Alejandro siempre estaba en lo cierto, fuese lo que fuese o del tema que se tratase. Era el hombre más sabio y mejor del mundo e indiscutiblemente era su dios.
Por supuesto tampoco era cuestión de que al chico le reventasen los cojones, reteniendo el semen durante días y meses, y en algunas ocasiones Alejandro le había ordenado masturbarse delante suya. La primera vez que lo hizo fue después de la cena en la misma mesa del comedor. Le mandó a Alex que se acercase y en pie, delante de su señor le autorizó a masturbarse.
El muchacho agarró su polla y se la sacudió rápidamente, pero el amo le dijo que lo hiciese despacio, lentamente, apreciando las caricias de la mano en la verga. “El placer (le dijo) hay que saber saborearlo y sentirlo en toda su extensión. No es algo que se deba hacer con prisa ni atropelladamente. Si te cascas un pajote de ese modo es mejor que no lo hagas porque sólo lograrás vaciar tus cojones y no te deleitarás con toda la intensidad de un verdadero orgasmo. Ven.... Acércate y hazlo despacio, con suavidad, como si acariciases un capullo de rosa”.
El chico obedeció y se acarició la polla como le indicaba su amo y sus ojos se cerraron aunque parecían mirar al cielo y su cuerpo temblaba y un escalofrío intenso recorría su médula desde el escroto hasta los pelos de la cabeza, que daban la impresión que se le ponían de punta. Alejandro se chupó dos dedos y acercó hacia sí el cuerpo del chaval y pasó su mano por detrás para llegar hasta el culo y de golpe le metió los dedos por el ano. Alex dio un respingo fenomenal, pero automáticamente
Alex le llenó la boca a su amo y éste paladeó el néctar del chico, tibio, pero fresco como requería su exultante juventud, y después de saborearlo, lentamente lo fue tragando hasta comérselo todo. El chaval lo miraba esperando una reacción y Alejandro le dijo: “Comprendes ahora porque no debes desperdiciarlo?.... Ese esperma también es mío y sólo yo puedo decidir si ha de extraerse de tus cojones, que también son míos como todo el resto de tu cuerpo y de ti mismo.... El mío te lo daré a su debido tiempo. Y entonces será a diario, porque esas vitaminas son una parte importante de tu alimentación y de tu adiestramiento como esclavo.... Ahora siéntate en mis rodillas que quiero besarte en la boca y que notes como palpita mi polla bajo tu culo. Y que pronto la vas a tener dentro. Pero para eso aún no llegó la hora y has de esperar todavía”.
El joven aprendiz de esclavo beso al dueño y apoyó la cabeza en su hombro, soñando con el instante en que ese trozo de carne dura que latía bajo sus nalgas le atravesase de parte a parte y lo sintiese muy dentro de su barriga. Pero era un premio que su amo le negaba por el momento y él sólo podía seguir ansiándolo y contener sus ganas mordiéndose el alma para no desesperarse hasta entonces. Y lo peor era que no saber cuando llegaría ese dichoso día en que Alejandro le diese por el culo y le preñase el vientre.
Lo que mejor llevaba era no salir de casa, porque allí estaba su amo y tampoco la abandonaba demasiado. Ya no le importaba saber que hacía fuera de ella o en el sótano, pero la verdad es que la mayor parte del tiempo estaba allí con él y no debía tener a ningún otro esclavo encerrado en la mazmorra.
Y Alex estaba en lo cierto, puesto que Alejandro no tenía ganas ni necesidad de usar a nadie más que a su esclavo, por el que cada día estaba más encoñado, y sólo él sabía lo que le costaba hacerlo pasar hambre de polla, porque suponía, también, que él pasase necesidad de su culo para follarlo. Y al crío se le ponía más bueno y gustoso por minutos el cacho culo que lucía bajo la espalda sin ninguna cortapisa ni a veces taparrabos que lo ocultase un poco. Alex se pasaba la mayor parte del día desnudo y para Alejandro era un deleite verlo y una cabronada no cogerlo y darle caña a mazo.
Pero era parte de la educación del chico y todavía era peor durante las noches que el amo decidía que durmiesen juntos. Lo abrazaba y acariciaba y le besaba todo el cuerpo, pero no lo penetraba ni despierto ni dormido. Y eso si que era jodido para los dos. Por la mañana las sábanas siempre aparecían manchadas de semen en ambos lados. El del amo porque se la pelaba en cuanto el crío se dormía. Y el del esclavo recogía la leche que vertía en sueños. Y que Alejandro no podía reprochárselo ni reñirle por ello, ya que era inconsciente de esas poluciones involuntarias, causadas tanto por la actividad sexual de su edad como por el calentamiento al que era sometido por su señor antes de dormirse, puesto que luego no le dejaba tener el lógico desahogo que el cuerpo reclamaba.
Era un tremendo tira y afloja en el que tenía que vencer el amo a costa de lo que fuese y al esclavo le tocaba joderse, como se jodería con otros muchas cosas durante su vida de cautiverio. Esa era la condición de un esclavo y Alex la asumía feliz por ser Alejandro su amo y señor. Por el amor a ese hombre cualquier sacrificio o abstinencia era poca cosa a cambio de la satisfacción de ser suyo y complacerle en lo que él quisiese exigirle. El adolescente ya se sentía un hombre para ser usado como cualquier esclavo adulto.