"Quién dará vida al bello esclavo sino su amo?. Sus rasgos pueden ser perfectos y su cuerpo hermoso, pero sólo su señor posee el corazón del siervo que vive por y para el placer de su dueño. De su amante y de su dios. El es sólo un pobre perro triste si le falta la mano que sujete la cadena con firmeza y afecto. Solamente es carne sin el alma que le regala el amo al fecundarlo de amor"
ANDREAS

domingo, 23 de enero de 2011

2 El amigo

Iba tan emocionado y alterado, que una vez sentado dentro del coche de Alejandro si le preguntasen por el color del vehículo hubiese tenido que bajarse para darse cuenta de que era negro grafito metalizado. El chaval no podía creer todavía que un amigo de su padre hubiese ida a buscarlo para llevárselo de fin de semana a su casa. Pero allí estaba él y el otro, al volante y mirándolo de soslayo, camino de un restaurante y luego a una casa desconocida con un perfecto extraño, pero le importaba un puto carajo esas pequeñeces y bobadas. Si aquel tipo era un malvado y lo mataba, pues tampoco se perdía mucho, ya que ni estaba satisfecho de si mismo, ni su vida transcurría en un mundo agradable ni se sentía feliz. Sus ilusiones y esperanzas las veía inalcanzables, así que si ese hombre quería hacerle algo malo, que no fuese eliminarlo, que tampoco tenía motivo para eso y su pinta y su mirada no eran los de un sádico asesino, nunca sería peor que lo que le habían hecho ya sus parientes. Ni siquiera violarlo, que también había pasado por eso a los quince años. Y si el amigo de su padre pretendía eso, él no iba a ser quien se lo impidiese ni se hiciese el estrecho. Era precisamente el tipo de hombre con que soñaba y se masturbaba imaginando que uno así le rompía el culo con algo como lo que le abultaba entre las piernas al amigo de su padre. Y se fijó en ello y se mordió el labio inferior para no tirarse al paquete de Alejandro y seguro que se daban una hostia con el coche.

Mientras el otro le hablaba de cosas sin importancia y de donde podían ir el sábado o el domingo, el chico empezó a hacer cábalas de como sería aquella polla fuera de la bragueta y si los cojones le colgarían o los tendría de esos más bien cortos y pegados al culo. En cualquier caso los labios del tío eran morbosos y hasta le notaba un brillo de vicio y complicidad en los ojos cuando dejaba que se fijasen en los suyos.

Alejandro se calló un momento y miraba como buscando un lugar donde aparcar delante del restaurante y el chaval le indicó uno a la derecha que parecía ancho y cómodo para meter el vehículo con una sola maniobra. Y de repente Alejandro le dijo: “Te pareces a tu padre.... Los ojos más oscuros, aunque también son verdes... Y el pelo es idéntico al suyo. No puedes negar que eres su hijo”. Apagó el motor y salió del coche.


La mesa estaba pegada a un ventanal y se notaba que el local era caro y en donde hay que comer con educación pero sin pasarse tampoco rallando a cursi. Y Alejandro, con la carta abierta en la mano le preguntó al muchacho: “Te molesta que te llame Alex?”. “No. Es como me llamaba mi padre, como ya sabes”, respondió el crío. Y Alejandro insistió: “Lo sé. Pero me has dicho que sólo él te llamaba así. Quizás prefieras que te llame Fran como todo el mundo”. “Si quisiese eso ya te lo hubiese dicho.... Yo no suelo darle confianzas a cualquiera, pero tú puedes llamarme como lo hacía mi padre..... Además él te dijo que ese era mi nombre. No es cierto?”. ”Sí. Siempre que me hablaba de ti decía “Mi otro....Mi Alex.... Por lo que yo sé te adoraba y eras lo que más quería en el mundo”. “Yo también lo quería más que a nadie”, dijo Alex y enmudeció mirando al plato. Pero de pronto levantó la vista y mirando fijamente a Alejandro le espetó: “Por qué nunca te vi antes de ahora?.... Conocías a mi madre también?”. “Es largo de explicarlo y ahora no es el momento adecuado. Pero sí conocí a tu madre antes de que se casaran y de que nacieses tú”, afirmó Alejandro. Pero el chico insistió: “Necesito saberlo antes de ir contigo”. “Te arrepientes?”, preguntó Alejandro. “No. Pero quiero saber por qué no te conocí antes cuando vivía mi padre si eras su amigo”, añadió el chico. Alejandro intentó explicarse: “No vivía aquí. Estuve unos años fuera del país trabajando en lo mío. Cuando regresé ya no estaba tu padre y a ti te habían llevado al internado. Por eso nunca me has visto”. Pero el chaval no tragaba: “Y cuando te fuiste?. Antes de nacer yo?”. El otro tragó saliva y bebió vino saboreándolo despacio. No le apetecía contestarle al crío, pero empezó a darse cuenta de que iba a ser inútil y que estaba empeñado en conocer algo concreto y sobre todo entender lo que no comprendía con la repentina aparición de un amigo de su padre, que sabía cosas tan íntimas sobre él como un nombre que sólo escuchaba no estando su madre presente.

Alejandro se quedó callado unos instantes, miró hacia el exterior y le habló al chico: “Alex, hay cosas que quizás un crío como tú no entienda todavía. Tu padre y yo eramos amigos desde pequeños. Íbamos al mismo colegio y aunque él era un año mayor que yo, estudiábamosoficialmente te llamabas Francisco, pero para él eras Alex. Tu madre te llamaba Paco como su padre y a tu otro abuelo, según creo, no le hizo ninguna gracia que no te llamases Miguel como él y su hijo. Y eso es todo el secreto”. “Y nada más?”, preguntó el chiquillo. “Joder, chaval!. Por qué no comes un poco en lugar de preguntar tanto?..... Se te va a quedar fría la comida”, dijo Alejandro algo fastidiado por el acoso investigador del chico.

Pero si algo caracterizaba a Alex era ser un testarudo y pertinaz consumado y volvió a la carga: “Sigo sin entenderlo...... No te gustaba mi madre?.... Mejor dicho no te caía bien?”. Alejandro estaba visiblemente incómodo y dijo tajante: “Ni bien ni mal. Para mí sólo era una compañera más del curso. A ella le gustaba tu padre y él le hizo caso y punto. Se acabó la historia. Ya no hay nada más que te interese saber..... Y come o te doy un guantazo”. “Ya. Si con eso crees que lo arreglas todo, dámelo, pero seguiré preguntando lo que quiero saber sobre ti y mis padres”, contestó el crío con gesto impertinente y decidido.



Alejandro le miró a a los ojos fijamente y se vio reflejado en el verdoso esmeralda oscuro de la mirada intensa del muchacho. Pero qué coño quería saber aquel puto crío?. Que él no quería saber nada de su madre ni ella de él?. Que su padre lo veía con frecuencia sin que ella se enterase y le contaba sus penas y las amarguras de un matrimonio sin alegría?. Y que iba a decirle al chaval?. Era conveniente contarle que los momentos felices de su padre los vivía con él hablándole del niño?. De su otro Alex, como decía Miguel. Y por fin claudicó: “Qué más quieres saber?”. “Que edad tenía yo cuando te fuiste?”, preguntó el chaval. “Diez años”, contestó Alejandro. “Y desde cuando estás otra vez aquí?”, insistió Alex. “Tres meses”, añadió el otro. “Y por qué no viniste antes?”, exigió el muchacho. “Primero tenía que saber donde estabas. Y luego decidirme a verte. No tenía claro si debía hacerlo”, dijo Alejandro.


Pero el chico no se conformó: “Y que te decidió?”. Alejandro respondió: “Siempre mantuve contacto con tu padre por carta o por video conferencia. Las ventajas de la informática. Y una vez él me dijo que si por desgracia te quedases solo siendo demasiado joven todavía, volviese y te buscase para cuidarte. De su muerte me enteré por tu abuelo Miguel. Y luego su abogado me llamó para decirme que estabas solo y había tenido que llevarte a un colegio interno.... Resolví unos asuntos pendientes y regrese. Pero luego me entraron las dudas hasta que esta mañana me levante y dije, de hoy no pasa. Voy a verlo por lo menos. Y si él quiere me lo llevo a casa hasta el lunes. Y eso es todo. Aquí estás comiendo conmigo y luego iremos a mi casa. Termina de comer y nos vamos cuanto antes. Y no me hagas más preguntas impertinentes!”.

El chaval adivinó que soplaba un aire que pudiera ser preludio de tormenta y entendió el mensaje. Aquel amigo de su padre, bajo su rostro amable y su mirada comprensiva y cariñosa, dejaba traslucir, si era necesario, una voluntad autoritaria que callaba cualquier voz y obligaba a declinar toda postura en rebeldía que se le opusiese. Alex bajó la cabeza y terminó su plato sin rechistar ni decir otra palabra que “no”, al preguntarle Alejandro si quería algún postre.

Ya en el coche camino de la casa de Alejandro, el chico dijo suavemente: “En ese sitio se come bien..... Me gustó mucho.... Gracias por llevarme ahí”. Alejandro lo miró de reojo y contestó. “Supuse que te gustaría..... Lo que no entiendo es como no te apeteció alguno de los postres tan ricos que nos ofrecieron..... No te gustaba ninguno?”. Alex le dijo que no le iba mucho el dulce. Pero lo que en realidad deseaba era otro tipo de postre, con menos azúcar, pero mucho más rico a su entender. Y fijó nuevamente los ojos en el entrepierna de Alejandro.