"Quién dará vida al bello esclavo sino su amo?. Sus rasgos pueden ser perfectos y su cuerpo hermoso, pero sólo su señor posee el corazón del siervo que vive por y para el placer de su dueño. De su amante y de su dios. El es sólo un pobre perro triste si le falta la mano que sujete la cadena con firmeza y afecto. Solamente es carne sin el alma que le regala el amo al fecundarlo de amor"
ANDREAS

domingo, 23 de enero de 2011

1 Preludio




Un viernes más que se aproximaba al mediodía y otro fin de semana que pasaría casi solo en el colegio, con la compañía casual de algún otro alumno que estuviese castigado sin ir a su casa con la familia o a cambiar de ambiente yendo a ver a un familiar o allegado.

Al muchacho lo internó en aquel centro escolar para niños de familia bien un abogado muy amigo de su abuelo paterno, que administraba el dinero, bien invertido de forma segura, que éste le dejó en herencia al quedar solo en el mundo. Justo el día en que el chico cumplía los quince años murieron sus padres en un accidente en la carretera, al chocar de frente en una curva contra un camión que venía en sentido contrario. Y al poco tiempo de morir éstos también se fue el único pariente que lo quería con locura. El “abuelo Miguel”, como le llamaba el crío desde que pudo pronunciar bien esas dos palabras para referirse a él.

Dos meses más tarde del sepelio de su abuelo, fue a vivir con un primo de su madre, casado y con un hijo un año mayor que el chaval, en cuya casa solamente duró unos meses. Los suficientes para conocer a un perfecto hijo de puta, mentiroso y canalla, mimado por una madre estúpida y aparentemente corta de entendederas, cuyo marido le ponía los cuernos en sus narices y o era muy tonta para darse cuenta, o demasiado lista para simular que no se enteraba y vivir como una duquesa sin que la molestase el zafio que le tocó por marido y que pasaban uno del otro sin el menor disimulo. En lo único que coincidían ambos esposos era en consentir a su vástago unigénito y creerse cuanto saliese de su boca, sin analizar ni pararse a pensar si carecía o no de coherencia alguna.

En aquella casa el crío no sólo lo pasó mal, sino que el jodido cabrón del hijo abusó cuanto quiso de él y una tarde terminó violándolo, después de obligarle a chuparle la polla, aunque sólo consiguiesen lastimarse el pito el abusón y que le sangrase el ano al abusado. Luego se lo folló alguna que otra vez, con un éxito placentero no mucho mayor que la primera vez, pero al menos sin hacerle sangre en el esfínter al pobre muchacho. Hasta que un día, el de su decimosexto cumpleaños, al crío se le torcieron los cables en el cerebro, tal y como explicó su comportamiento al abogado de su abuelo, y al pretender el otro gilipollas montarse encima suya para darle por el culo, lo empujó con tal rabia que lo lanzó contra un mueble y el golpe le hizo una brecha en al cabeza. Por supuesto la historia válida fue la que quiso contar el otro y el agresor violento y desagradecido, que no respetó la hospitalidad dada por sus parientes, era el muchacho más joven, que como regalo de cumpleaños a la semana siguiente lo mandaron interno a un colegio para pijos.

Ahora iba a cumplir diecisiete años y el muchacho no tenía a nadie que lo quisiera y le diese el calor humano o simplemente el afecto que necesitaba su corazón. Fuera del colegio no conocía a nadie aparte del abogado que era su administrador y pagaba las facturas para su mantenimiento. Tenía amigos entre sus compañeros de curso, pero nada más que eran conocidos del colegio para charlar y reír con las típicas bromas y chistes de adolescentes. Pero en lo que ponía más interés era en jugar al fútbol y hacer deporte para quemar la energía y aplacar la ira de su soledad. Y, también, amortiguar el ardor que le quemaba las entrañas y le nacía en los cojones. Así que los resultados en los estudios no eran ni malos ni buenos, solamente regulares.

Y acaso le importaba de verdad a alguien que estudiase más o se esforzase por mejorar sus notas?. Los profesores y en ocasiones el director del colegio le decían que podía rendir mucho más, pero con cumplir el expediente e ir tirando para estar en el medio, sus calificaciones ya eran suficientes, aunque no le llevasen más que a una mediocridad enmascarando el verdadero potencial de su inteligencia. La procesión iba por dentro y toda esa fuerza vital le inducía a sudar como un toro, agotando sus fuerzas con el deporte y masturbarse noche tras noche con el deseo del amor y las caricias de otro ser que fuese un hombre de cuerpo entero y no un estúpido como su repugnante primo. Al que, muy a su pesar, le debía haber conocido en la adolescencia cual era el tipo de sexualidad que deseaba vivir para el resto de su días.

Ansiaba ser poseído por otro macho ya hecho y dominante, que le hiciese saber que se siente de verdad cuando a uno le dan por el culo y no solamente notar que se la meten por el agujero. Por eso, tampoco le complacía satisfacer su calentura hormonal con cualquiera de los niñatos irresolutos que le rodeaban, debatiéndose, alguno de ellos, en continuas dudas e indecisiones propias del miedo a no ser todo lo viril que espera la familia de los machitos de la casa.

El muchacho pasaba de entrar en el círculo de las jóvenes promesas a las que le comen el coco, inculcándoles que por su posición han de asir con mano firme las riendas de la privilegiada sociedad en la que viven. Seguía sus propias reglas y convicciones sobre lo que consideraba correcto o detestable, que muchas veces no coincidían con lo que intentaban meterle en la cabeza sus profesores, y contemplaba el mundo exterior con la actitud paciente del que sabe que todavía no le ha llegado el momento de decir aquí estoy yo y soy como quiero ser.

No era feliz y notaba la falta de afecto y la necesidad de dar rienda suelta al florecimiento de su cuerpo, mas prefería consolarse solo a desperdiciar su tiempo en juegos sexuales. Pero eso no le impedía fijarse en los cuerpos vestidos o desnudos de los otros chicos, sobre todo en los bultos que los pantalones le formaban en la entrepierna cuando jugueteaban a peleas o se rozaban demasiado jugando un partido, o al cambiarse de ropa en los vestuarios del gimnasio. Y esas imágenes fomentaban su imaginación para cascársela por la noche pensando en que un tipo ya adulto lo abrazaba y besaba con pasión y después de obligarle a chuparle la verga lo follaba, sintiendo como su leche le anegaba las entrañas y apagaba el fuego que ardía en su interior. Ese era el instante en que tenía lugar la corrida del muchacho. Pero las poluciones nocturnas, sólo pueden ser objeto de bromas entre compañeros, ya que a nadie extrañan ni pueden escandalizar al ser frecuentes y absolutamente normales en adolescentes de dieciséis años, aunque haya quien dice lo contrario e incluso que perjudican la salud.

El chico pensó en lo bonito que sería tener cerca una persona que lo amase, pero eso no estaba a su alcance dentro del colegio y se dispuso a entrar en la última clase de la semana. Después perdería el tiempo esperando la hora de comer y más tarde podía jugar solo con un balón, intentando encestarlo en una canasta, o correr un rato. Y entre una cosa y otra matarse a pajas deseando que un tío lo pusiese contra la pared y lo dejase clavado como una mariposa, atravesándolo con la polla.

Al salir del aula una de las que atendía la recepción del colegio, se le acercó y le dijo: “Un señor te espera en el recibidor”. “A mí?”, preguntó el chaval sorprendido. “Sí”, contestó la mujer. Y el chico indagó: “Quién es?”. Ella respondió: “Un hombre joven, elegante, guapo, muy atractivo. Calculo que debe andar por los treinta... Y dijo que era amigo de tu padre y quiere verte”. El chaval se quedó pensativo y añadió: “No sé quien puede ser.... Sólo conozco al abogado de mi abuelo y ya debe tener más de sesenta años...... Y no dijo para que quiere verme?”. La conserje se impacientó y le dijo: “Mira. Está ahí y pregunta por ti. Así que vete a verlo y le preguntas tú mismo lo que te de la gana.... Yo no soy una recadera..... Pero ya me gustaría a mí que un tipo como ese quisiese decirme algo!”.

Al entrar en la sala de espera vio a un hombre de espaldas que miraba por una ventana hacia el jardín. Era algo más alto que él y vestía de manera informal pero se notaba en el tío un aire distinguido y que no era un don nadie. El chaval se acercó despacio, con una extraña sensación de temor que le indicaba no ir más allá y una ansiedad que le empujaba a no detenerse. Aún le faltaba recorrer unos pasos y el hombre se volvió hacia él diciendo: “Hola Alex.... Qué tal estás?”.

La primera reacción del chico fue de perplejidad y abrió los ojos desmesuradamente para entender que pasaba. Y respondió: “Nadie me llama así”. El hombre le contestó: “Era como te llamaba tu padre, aunque el resto te llamen Francisco”. “Fran. Todos me llaman Fran.... Menos mi padre que me llamaba así”, dijo el chiquillo sin salir de su asombro.


Y el hombre prosiguió: “Yo me llamo Alejandro, pero tu padre también me llamaba Alex.... Ya ves, ambos tenemos algo en común. El nombre y la misma persona que nos llamaba así a los dos..... He venido a buscarte para ir a comer y charlar..... Y, si quieres y no te doy miedo, puedo llevarte a mi casa y pasamos juntos el fin de semana. Yo no tengo ningún compromiso y mi casa es grande y hasta tiene piscina por si te gusta nadar...... Vienes?”. “Sí”, afirmó el muchacho. “Sólo a comer o también a mi casa hasta el lunes por la mañana?”, inquirió Alejandro. Y el chaval contestó: “Eso ya depende de ti. Si me quieres tener en tu casa, yo encantado... Aunque sólo fuese por salir de aquí”. El hombre se rió y añadió: “Eres sincero. Eso me gusta. Y también atrevido, lo que también me agrada.... Pues ve por un par de calzoncillos, al menos, y nos largamos. Te dejaría de los míos pero quizás te queden grandes aún.... Date prisa que ya tengo reservada una mesa en un sitio que te gustará”. “No tardo nada”, dijo el crío. Y salió cagando leches para recoger en su cuarto una mochila con un par slip, unos calcetines, dos camisetas y el cepillo de dientes. Y un pequeño marco con una foto que siempre llevaba consigo. Ese día el chico salía por primera vez del colegio desde que lo metió allí el abogado de su abuelo.

2 El amigo

Iba tan emocionado y alterado, que una vez sentado dentro del coche de Alejandro si le preguntasen por el color del vehículo hubiese tenido que bajarse para darse cuenta de que era negro grafito metalizado. El chaval no podía creer todavía que un amigo de su padre hubiese ida a buscarlo para llevárselo de fin de semana a su casa. Pero allí estaba él y el otro, al volante y mirándolo de soslayo, camino de un restaurante y luego a una casa desconocida con un perfecto extraño, pero le importaba un puto carajo esas pequeñeces y bobadas. Si aquel tipo era un malvado y lo mataba, pues tampoco se perdía mucho, ya que ni estaba satisfecho de si mismo, ni su vida transcurría en un mundo agradable ni se sentía feliz. Sus ilusiones y esperanzas las veía inalcanzables, así que si ese hombre quería hacerle algo malo, que no fuese eliminarlo, que tampoco tenía motivo para eso y su pinta y su mirada no eran los de un sádico asesino, nunca sería peor que lo que le habían hecho ya sus parientes. Ni siquiera violarlo, que también había pasado por eso a los quince años. Y si el amigo de su padre pretendía eso, él no iba a ser quien se lo impidiese ni se hiciese el estrecho. Era precisamente el tipo de hombre con que soñaba y se masturbaba imaginando que uno así le rompía el culo con algo como lo que le abultaba entre las piernas al amigo de su padre. Y se fijó en ello y se mordió el labio inferior para no tirarse al paquete de Alejandro y seguro que se daban una hostia con el coche.

Mientras el otro le hablaba de cosas sin importancia y de donde podían ir el sábado o el domingo, el chico empezó a hacer cábalas de como sería aquella polla fuera de la bragueta y si los cojones le colgarían o los tendría de esos más bien cortos y pegados al culo. En cualquier caso los labios del tío eran morbosos y hasta le notaba un brillo de vicio y complicidad en los ojos cuando dejaba que se fijasen en los suyos.

Alejandro se calló un momento y miraba como buscando un lugar donde aparcar delante del restaurante y el chaval le indicó uno a la derecha que parecía ancho y cómodo para meter el vehículo con una sola maniobra. Y de repente Alejandro le dijo: “Te pareces a tu padre.... Los ojos más oscuros, aunque también son verdes... Y el pelo es idéntico al suyo. No puedes negar que eres su hijo”. Apagó el motor y salió del coche.


La mesa estaba pegada a un ventanal y se notaba que el local era caro y en donde hay que comer con educación pero sin pasarse tampoco rallando a cursi. Y Alejandro, con la carta abierta en la mano le preguntó al muchacho: “Te molesta que te llame Alex?”. “No. Es como me llamaba mi padre, como ya sabes”, respondió el crío. Y Alejandro insistió: “Lo sé. Pero me has dicho que sólo él te llamaba así. Quizás prefieras que te llame Fran como todo el mundo”. “Si quisiese eso ya te lo hubiese dicho.... Yo no suelo darle confianzas a cualquiera, pero tú puedes llamarme como lo hacía mi padre..... Además él te dijo que ese era mi nombre. No es cierto?”. ”Sí. Siempre que me hablaba de ti decía “Mi otro....Mi Alex.... Por lo que yo sé te adoraba y eras lo que más quería en el mundo”. “Yo también lo quería más que a nadie”, dijo Alex y enmudeció mirando al plato. Pero de pronto levantó la vista y mirando fijamente a Alejandro le espetó: “Por qué nunca te vi antes de ahora?.... Conocías a mi madre también?”. “Es largo de explicarlo y ahora no es el momento adecuado. Pero sí conocí a tu madre antes de que se casaran y de que nacieses tú”, afirmó Alejandro. Pero el chico insistió: “Necesito saberlo antes de ir contigo”. “Te arrepientes?”, preguntó Alejandro. “No. Pero quiero saber por qué no te conocí antes cuando vivía mi padre si eras su amigo”, añadió el chico. Alejandro intentó explicarse: “No vivía aquí. Estuve unos años fuera del país trabajando en lo mío. Cuando regresé ya no estaba tu padre y a ti te habían llevado al internado. Por eso nunca me has visto”. Pero el chaval no tragaba: “Y cuando te fuiste?. Antes de nacer yo?”. El otro tragó saliva y bebió vino saboreándolo despacio. No le apetecía contestarle al crío, pero empezó a darse cuenta de que iba a ser inútil y que estaba empeñado en conocer algo concreto y sobre todo entender lo que no comprendía con la repentina aparición de un amigo de su padre, que sabía cosas tan íntimas sobre él como un nombre que sólo escuchaba no estando su madre presente.

Alejandro se quedó callado unos instantes, miró hacia el exterior y le habló al chico: “Alex, hay cosas que quizás un crío como tú no entienda todavía. Tu padre y yo eramos amigos desde pequeños. Íbamos al mismo colegio y aunque él era un año mayor que yo, estudiábamosoficialmente te llamabas Francisco, pero para él eras Alex. Tu madre te llamaba Paco como su padre y a tu otro abuelo, según creo, no le hizo ninguna gracia que no te llamases Miguel como él y su hijo. Y eso es todo el secreto”. “Y nada más?”, preguntó el chiquillo. “Joder, chaval!. Por qué no comes un poco en lugar de preguntar tanto?..... Se te va a quedar fría la comida”, dijo Alejandro algo fastidiado por el acoso investigador del chico.

Pero si algo caracterizaba a Alex era ser un testarudo y pertinaz consumado y volvió a la carga: “Sigo sin entenderlo...... No te gustaba mi madre?.... Mejor dicho no te caía bien?”. Alejandro estaba visiblemente incómodo y dijo tajante: “Ni bien ni mal. Para mí sólo era una compañera más del curso. A ella le gustaba tu padre y él le hizo caso y punto. Se acabó la historia. Ya no hay nada más que te interese saber..... Y come o te doy un guantazo”. “Ya. Si con eso crees que lo arreglas todo, dámelo, pero seguiré preguntando lo que quiero saber sobre ti y mis padres”, contestó el crío con gesto impertinente y decidido.



Alejandro le miró a a los ojos fijamente y se vio reflejado en el verdoso esmeralda oscuro de la mirada intensa del muchacho. Pero qué coño quería saber aquel puto crío?. Que él no quería saber nada de su madre ni ella de él?. Que su padre lo veía con frecuencia sin que ella se enterase y le contaba sus penas y las amarguras de un matrimonio sin alegría?. Y que iba a decirle al chaval?. Era conveniente contarle que los momentos felices de su padre los vivía con él hablándole del niño?. De su otro Alex, como decía Miguel. Y por fin claudicó: “Qué más quieres saber?”. “Que edad tenía yo cuando te fuiste?”, preguntó el chaval. “Diez años”, contestó Alejandro. “Y desde cuando estás otra vez aquí?”, insistió Alex. “Tres meses”, añadió el otro. “Y por qué no viniste antes?”, exigió el muchacho. “Primero tenía que saber donde estabas. Y luego decidirme a verte. No tenía claro si debía hacerlo”, dijo Alejandro.


Pero el chico no se conformó: “Y que te decidió?”. Alejandro respondió: “Siempre mantuve contacto con tu padre por carta o por video conferencia. Las ventajas de la informática. Y una vez él me dijo que si por desgracia te quedases solo siendo demasiado joven todavía, volviese y te buscase para cuidarte. De su muerte me enteré por tu abuelo Miguel. Y luego su abogado me llamó para decirme que estabas solo y había tenido que llevarte a un colegio interno.... Resolví unos asuntos pendientes y regrese. Pero luego me entraron las dudas hasta que esta mañana me levante y dije, de hoy no pasa. Voy a verlo por lo menos. Y si él quiere me lo llevo a casa hasta el lunes. Y eso es todo. Aquí estás comiendo conmigo y luego iremos a mi casa. Termina de comer y nos vamos cuanto antes. Y no me hagas más preguntas impertinentes!”.

El chaval adivinó que soplaba un aire que pudiera ser preludio de tormenta y entendió el mensaje. Aquel amigo de su padre, bajo su rostro amable y su mirada comprensiva y cariñosa, dejaba traslucir, si era necesario, una voluntad autoritaria que callaba cualquier voz y obligaba a declinar toda postura en rebeldía que se le opusiese. Alex bajó la cabeza y terminó su plato sin rechistar ni decir otra palabra que “no”, al preguntarle Alejandro si quería algún postre.

Ya en el coche camino de la casa de Alejandro, el chico dijo suavemente: “En ese sitio se come bien..... Me gustó mucho.... Gracias por llevarme ahí”. Alejandro lo miró de reojo y contestó. “Supuse que te gustaría..... Lo que no entiendo es como no te apeteció alguno de los postres tan ricos que nos ofrecieron..... No te gustaba ninguno?”. Alex le dijo que no le iba mucho el dulce. Pero lo que en realidad deseaba era otro tipo de postre, con menos azúcar, pero mucho más rico a su entender. Y fijó nuevamente los ojos en el entrepierna de Alejandro.

3 Charla


La casa era de una sola planta con un jardín no excesivamente grande, pero suficiente para garantizar la intimidad de sus moradores, y al menos a primera vista no parecía una modesta casita. Había árboles grandes y varios arbustos de diferente especies y otros muchas plantas ornamentales, cuyo conjunto no sólo era bonito, sino indicativo que una mano experta lo cuidaba y lograba que todo luciese fresco y lozano. Y nada más detener el coche en la puerta apareció un hombre de mediana edad que el dueño de la casa se lo presentó al chico como el jardinero.

El interior era sobrio y minimalista, pero de muy buen gusto y sobre todo elegante. Podía decirse que ni faltaba ni sobraba nada en la decoración del vestíbulo ni tampoco en el salón principal, amplio y con grandes puertas de cristal que daban acceso al gran porche exterior.

Alejandro le indicó al muchacho cual era el dormitorio que ocuparía y lo dejó solo para que colocase sus cosas en el armario o se cambiase de ropa si quería estar más cómodo. La habitación también tenía un cuarto de baño, así que el chaval mantendría toda la intimidad que quisiera durante el tiempo que permaneciese en la casa.

Alex dejó su mochila sobre la cama y se tumbó panza arriba mirando al techo. Rebobinó los últimos acontecimientos desde que viera a Alejandro en el colegio y sacó la foto con marco que había traído consigo y la miró detenidamente. Cerró los ojos y se dio cuenta que estaba empalmado como un borrico y le dolía el capullo bajo la presión de la ropa. Se desnudó y volvió a recostarse en la cama pensando en su padre, en su madre y en Alejandro, ese amigo de ambos que nunca vio en su casa ni nadie le habló jamás de él. Ni siquiera de que existiese o fuese parte de la vida de sus padres.


Tenía aquella foto que un día se la enseñó su padre. Y al preguntar quién era el otro sólo le dijo que era un amigo del colegio. Se la habían hecho hacía mucho tiempo cuando todavía eran unos adolescentes. Pero ambos se miraban y se reían ajenos a todo, como si sólo existiesen ellos sobre la tierra. Y mientras Alex miraba a los felices muchachos de la foto, se acariciaba la polla despacio, cosquilleándose con la punta de los dedos el capullo.

Quizás se ensimismó demasiado en sus pensamientos y, sin percatarse, ya le babeaba el pene, pero lo devolvió a la realidad los golpes que daba Alejandro en la puerta del cuarto preguntándole si estaba bien y ya se había instalado. El chico no lo pensó dos veces y le dijo: “Sí.... Pasa”. El hombre abrió la puerta y la sonrisa se le heló en la cara al ver al chaval en pelota picada, tirado sobre la colcha y excitado como un recluta pensando en putas. Y casi azorado se excusó: “Perdona. Creí que estabas visible.... Si prefieres dormir o descansar no hay problema... Estaré leyendo en el salón”. Cerró la puerta y se largó rápidamente.

Al muchacho primero le hizo gracia la reacción de Alejandro, pero luego entendió su pudor ante la escena que le había ofrecido y le hizo pensar que aún era pronto para mostrarse tal cual era, sin tapujos ni trapos que ocultasen su naturaleza y deseos. Así que lo mejor era enfriar la calentura con agua o cascársela antes de ponerse un calzón corto para ir al salón, o iría con la tienda de campaña montada impúdicamente en la entrepierna. Optó por lo segundo y se hizo un pajote dándole con fuerza al manubrio hasta que saltó un chorro de leche que le salpicó medio cuerpo y la cara. Se limpió los chorretones de leche y salió sin cubrirse el torso en busca de su anfitrión.

Alejandro, sin levantar la vista del libro, le dijo: “Te vas a enfriar y puede que se te corte la digestión.... Será mejor que te pongas una camiseta. Todavía no hace tanto calor como para andar desnudo”. El chaval le contestó: “No tengo frío. Al contrario. Hace un instante estaba ardiendo”. Alejandro, fingiendo una serenidad que no tenía, le respondió: “Ya me di cuenta de lo muy caluroso que estabas sobre la cama. Pero bueno, esas cosas pasan a tu edad. No te preocupes que todos pasamos por esa etapa tan exuberante en sensaciones físicas. Ya estás mejor?”. Alex sonrió y dijo: “Sí. Pero necesitaría refrescarme más.... No dijiste que podría bañarme en la piscina?”. “Sí”, respondió el otro. Y el chico atacó: “Entonces?..... Digo yo que si hace frío para andar con el pecho al aire también lo hará para nadar”. El otro atajó la cuestión: “No. Porque el agua está climatizada y hay una parte de la piscina que está dentro de la casa. Se puede usar en invierno, en primavera en verano y en otoño. Da lo misma la época del año, ya que el agua siempre está a una temperatura agradable y puedes nadar a cubierto del aire, del frío, del sol y de la lluvia”. “Te bañarás tú también?”. Preguntó el crío. “Más tarde sí. Pero ahora prefiero leer un rato..... Si quieres ve a mi estudio y coge un libro si te apetece leer también antes de meterte en el agua”, le dijo Alejandro sin despegar la vista de la página que estaba leyendo.

Pero el chaval no estaba por la labor de dejarlo en paz ni de leer nada que no fuesen los pensamientos de Alejandro. Así que reanudó la conversación que no tuvo la respuesta deseada durante la comida: “Dime por qué no te llevabas bien con mi madre”. “Ni bien ni mal. Simplemente nunca tuvimos trato alguno. Sólo mantuve amistad con tu padre porque mi amigo era él y no ella”.Al chaval no le convencían aquellas explicaciones y no se apeó de sus trece: “Cuando un colega se echa una novia, lo normal es ser amigo de los dos. A no ser que te la haya pisado y te cabreases con él. Pero no fue así, ya que seguiste siendo amigo de mi padre..... O con quien te cabreaste fue con ella. Fue eso?”. “Alex. Te estás poniendo muy pesado con este tema”, protestó Alejandro.
El chico se dirigió a la entrada del porche y sin volver la cabeza le preguntó a Alejandro: “Para que fuiste a buscarme?”. “Para conocerte en persona. Ya te lo dije, Y porque eso es lo que quería tu padre”, respondió con firmeza Alejandro. Alex miró hacia una mesa adosada a la pared y dijo: “Esos dos chavales de la foto sois tu y mi padre. Verdad?”. El otro no tuvo que mirar pare decirle. “Sí... De eso hace mucho tiempo”. El chico lo miró fijamente y añadió: “Ya. Eso lo sé. Pero sigue puesta en un marco en tu casa. Y yo tengo otra igual que guardaba mi padre y me la enseñó en una ocasión”. Alejandro se sonrojó como un colegial y preguntó: “Y que te dijo”. El chico clavándole los ojos en el alma, contestó: “Me leyó lo que pone por detrás... (este es mi Alex)... En la tuya que pone?”. “Está bien, Alex” (dijo Alejandro). En esa también hay algo escrito...(y este es mi Miki)... Así es como le llamaba a tu padre entonces.... Sólo eramos unos críos y esas frases no tienen la menor importancia, Alex”. Pero el chico puntualizó: “Si no la tuviese para ti no tendrías la foto ahí puesta. Ni mi padre la guardaría donde mi madre no podía encontrarla y sólo me la enseñó a mí..... Por qué pensáis los mayores que los chavales somos tontos para entender ciertas cosas?. Tan difícil es decir que os querías y por eso, aunque mi nombre no fuese Alejandro, él me llamaba con tu nombre para unirme contigo de algún modo?. Qué te decía cuando hablabais de mí?”. El otro se levantó y se acercó al muchacho. Lo abrazó por detrás de los hombros y lo apretó contra el pecho y le dijo: “ El me decía que eras su otro Alex y nadie impediría que te compartiese conmigo como si hubieses sido nuestro hijo.... Por eso fui a buscarte. Mientras tu padre vivió me mandaba fotografías tuyas y me contaba tus gracias y tus travesuras. Lo sabía todo sobre ti como si realmente hubieses crecido a mi lado”.

Alex apoyó la cabeza en el hombro de Alejandro con los ojos húmedos y preguntó: “Y antes de irte por qué no me llevaba a verte a tu casa?”. “Porque no podía ser”, respondió Alejandro. “Eso significa que follabais y yo podía ser un estorbo y no podía ver como se besaban dos hombres en al boca”, afirmó el chiquillo con rotundidad.

Al otro sólo se le ocurrió chillarle y decirle que era un descarado y no le permitía que dijese cosas así de su padre. Pero el chaval se rebotó como una espoleta y le contestó: “Crees que iba a querer menos a mi podre por eso?. Acaso amar a mi padre era algo malo?.... Le sigues queriendo y te avergüenzas de decir que lo besabas y follabas con él?”. Alejandro le interrumpió: “Alex. De que vas?. No me avergüenzo de nada y sí, claro que quise a tu padre y él a mí. Pero no queríamos que supieses la verdad de esa relación y menos que no amaba a tu madre. La respetaba, pero sexualmente no podía complacerla. El matrimonio fue un error del que siempre se lamentó, pero nunca se arrepintió de haberte concebido y que vinieses a este mundo...... Lo que lamentaba era que no hubieses nacido de él y de mí. Lo cual es evidente que era imposible al tener polla los dos..... Alex, nunca tuvimos remordimientos ni pensamos que amarnos era engañar a tu madre. Pero llegó un punto en que no pude más y escondernos me superó totalmente. Y por eso me fui en realidad, aunque nunca perdimos el contacto por escrito”. El chico volvió a dispararse como una bala: “Sé que la respetaba, pero en cuanto supe de que iba esto de la jodienda me di cuenta que no follaban. Así que siempre pensé que sería por algo...... Y lo más lógico era que a mi padre no le gustasen la mujeres tanto como para enamorarse de ellas. Y sospechaba que había algo más. Y eso era que amaba a otra persona”. “Veo que no eras tan niño como aparentas. En serio sólo tienes dieciséis años?. A tu edad eramos tontos de baba y ahora no hay quien os enseñe nada que ya no aprendáis solitos”, tuvo que admitir Alejandro dándole una palmada en la espalda al chico.

Pero el crío aún no había terminado de sorprender al amigo de su padre y le aclaró la situación: “La foto que tenía mi padre la traje conmigo y está en el cuarto que me has dejado. Y en cuanto te vi en el colegio ya supuse que eras tú el chaval de la foto y el Alex del que estaba enamorado mi padre. Por eso acepté tan rápido irme contigo. Pero hay algo más...... También lo hice porque me gustaste y eres el tipo de hombre con el que sueño desde que algo me subió desde los cojones y me casqué la primera paja sabiendo lo que quería sentir follando con otra persona..... Y cada vez que te miro me gustas más y quiero hacerte feliz y que me quieras. Pero no como el hijo de tu amigo, sino que me ames y me desees a mí y me mires como lo mirabas a él en la foto...... A mí no me van la tías, ni los niñatos como yo. Quiero un hombre como tú y necesito saber que se siente de verdad al darte por el culo un tío..... Eso es por lo que vine contigo a tu casa y estoy dispuesto a lo que tu quieras para conseguir estar contigo”.

Alejandro se quedó anonadado, pero salió de su estupor diciendo: “Si vuelves a decir otra tontería más te llevo ahora mismo de vuelta al colegio y no me vuelves a ver jamás..... Pero no te das cuenta que todavía eres un niño?. Aún no has cumplido los diecisiete años!. En lo único que debes pensar es en estudiar y no en el sexo”.

Pero Alex no era fácil de acallar: “Tú también eres de los que piensa que a los adolescentes no se les puede poner dura ni querer follar?.... Pues nos la cascamos como tú y mi padre a mi edad y también nos gusta joder y follamos como lo hacías vosotros dos o él y mi madre cuando me hicieron a mí..... La diferencia con mi madre está en que yo no puedo quedarme embarazado aunque me la metan todos los días una docena de veces”. “Pero que coño dices, puto mocoso!.... Con quien follas en el colegio?”, saltó Alejandro furioso. “Con nadie. No te preocupes que ahí no te pondré los cuernos. Pero aunque follase con otro tío no me preñaría. Y tú tampoco. Yo no soy mujer y tampoco tengo virgo que puedan romperme”, puntualizó el chico. Y Alejandro añadió aún más cabreado: “Ya te han dado por el culo?..... Quién fue?”.

Alex se separó del amigo de su padre y sin mirarle contestó: “Sí. Ya me la han metido por el agujero del culo. Pero tampoco me rompieron nada. Ya te dije que no soy una mujer. Bueno, sí me rompieron el ano la primera vez, pero las otras no es que lo haya pasado bien y me gustase la hostia, pero no se me rompió nada más”. “Quién te folló, Alex?”, inquirió Alejandro. Y el chaval se lo aclaró: “Me violó mi primo a los quince años y luego me la metió algunas veces más hasta que lo empujé y se lastimó en la cabeza..... Desde entonces estoy en el colegio y ahí no me lo monté con nadie todavía.


Pensaba hacerlo este fin de semana con uno que lo castigaron sin ir a su casa y que me mira con ganas de bajarme los pantalones y sobarme las cachas, porque ya estaba desesperado de hacerme pajotes y meterme dedos por el ojete. Pero llegaste tú y cambiaron mis planes. Ahora sé con quien tengo que hacerlo y nadie que no seas tú entrará por este culo”.

Alejandro se alejó más del chico y gritó. “Ni lo sueñes!. Eres como mi hijo y si no callas la boca y dejas de decir chorradas te arreo un castañazo que te salto los dientes...Y no quiero oír ni una palabra más sobre este tema.... Tú en tu sitio y yo en el mío o no vuelves a esta casa.... Elige. Y esto va en serio, Alex”. El chico se echó a llorar con hipo y dijo: “Pues no me llames Alex, que tú no eres mi padre ni lo vas a solucionar todo arreándome estopa. Si llamarme Alex te convierte en mi padre, llámame Fran como el resto..... No eres mi padre Alejandro y puedo quererte y desearte como hombre para follar y amarte. Pero si te enfada tanto lo que digo no volveré a molestarte”. El chaval se tapó los ojos con las manos y quedó hundido tras sus reproches, pero Alejandro le dijo: “No me molestas, pero me sacas de mis casillas con esas cosas que dices”. El crío levantó la vista hacia Alejandro y le suplicó: “Por favor, no me eches de tu casa.... Quiero estar contigo aunque sólo pueda verte y hablarte de otras cosas...... Alejandro, no me dejes solo otra vez”.

Alejandro abrazó al chico y lo besó en la frente y le tranquilizó: “Si no quieres que te llame como tu padre te llamaré Fran, pero para mí también eres mi Alex y no te dejaré nunca.... te iré a buscar todos los fines de semana y también estaremos juntos durante tus vacaciones. Tú y yo somos la única familia que nos queda a cada uno. Así que no podemos estar separados más tiempo..... Pero piensa que todo lo demás que has dicho es inaceptable. Eso has de tenerlo muy claro. De acuerdo, Alex?”. “Sí”, asintió el crío de boca para fuera, puesto que por dentro lo único que tenía claro es que aquel tío sería suyo para siempre. No tenía prisa, pero el amigo de su padre terminaría cayendo en sus redes y sería el amor de su vida. Eso sólo era cuestión de tiempo, paciencia y muchas pajas en solitario todavía. Pero sabía que un día no lejano, Alejandro lo agarraría por detrás, después de besarlo en la boca, y le daría por el culo por primera vez, para no dejar de follarlo jamás.

4 Sexualidad

Ya casi había pasado medio año desde que Alejandro vio a Alex por primera vez y, desde entonces, mantenía una estrecha relación. Tal era así, que pasaron de verse sólo durante el fin de semana los dos primeros meses, a convivir juntos en la casa de Alejandro, como un regalo más el día del cumpleaños del chaval, y sólo se separaban durante el tiempo en que el chico permanecía en el colegio para asistir a clase y mientras Alejandro atendía sus obligaciones laborales, naturalmente.

Alejandro trataba al chico como si fuese su hijo y no sólo atendía sus necesidades materiales, fuesen diarias o no, sino que se preocupaba de sus estudios y del aprovechamiento del muchacho, que nunca había sido demasiado bueno ni su comportamiento precisamente ejemplar en las clases. En cuanto se lo trajo a su casa para vivir con él, Alejandro le advirtió que la condición para convivir juntos era a cambio de esforzarse en los estudios y sus notas mejorasen ostensiblemente. Para ello, Alejandro se ofrecía a ayudarle con la materias en las que tuviese conocimientos suficientes o buscar profesores particulares si era necesario. Pero lo que debía tener claro es que sus resultados académicos tenían que ser de los mejores del colegio.

De entrada, al chico le pareció un chantaje y se lo dijo a Alejandro sin cortarse un pelo, haciendo hincapié en que ya tenía diecisiete años y no era un puto nene de mierda. Sin embargo, tuvo que tragar y bajar la cabeza, metiéndose por el culo su orgullo de gallito, y ceder a lo que le imponía el hombre del que cada día estaba más enamorado y lo deseaba con todas las fuerzas del alma y de sus cojones. Órganos glandulares que no pasaban ni una sólo noche sin vaciarse, ya fuese a base de pajas o involuntariamente mientras el chaval dormía soñando con la verga y los besos de Alejandro. El caso es que los informes de los profesores del chico eran favorables respecto a su conducta con el resto del los compañeros, no provocando peleas como antes y hasta evitándolas si le era posible, y todos coincidían en que el muchacho era otra persona distinta y mucho más responsable desde que estaba con el amigo de su padre.

Lo que no intuían era que Alejandro tenía amenazado al chico con echarlo de su casa si no se comportaba como él quería, Y eso pasaba por estudiar, no buscar broncas con nadie y, sobre todo, no mencionar nada respecto a otro tipo de relación entre ellos que no fuese paterno filial.

Alex también había claudicado en ese asunto y se guardaba las ganas de tocar a su hombre de otra manera que no fuese un abrazo inocente o recibir sus caricias en el pelo al ver la tele recostado en su regazo como un gatito mimoso. Alejandro, por otra parte, le estaba tomando un cariño especial e inmenso al crío y disfrutaba teniéndolo a su lado y viéndolo reír y jugar con las cosas más simples que pudiera ocurrírsele al chaval. Porque Alex, ante todo y aún a pesar de la soledad que soportó desde la muerte de su abuelo, era un muchacho alegre y optimista que siempre pensaba en positivo y le haría gracia hasta a la persona más seria y antipática del mundo. Hasta hacía sonreír al director del colegio, que era soso como un palo y con menos gracia que un demonio de Tasmania. Y que, además, cuando se enfadaba se parecía bastante al jodido animal.

Y lo que evitaba traslucir Alejandro, era que ese crío cada día le parecía más guapo y su cuerpo, más de hombre que de adolescente y estupendamente formado, se la ponía dura como a un burro. Pero no sólo era el cuerpo del chico lo que le gustaba cada vez más a Alejandro, sin olvidar que el jodido, en cuanto tenía ocasión, mostraba su culo redondo y perfecto con avaricia, poniendo la testosterona del otro en plena ebullición.

A parte de los atributos estéticos de su anatomía, Alex le parecía encantador y a su lado tenía la impresión de que estaba envuelto en un halo de lujuria que lo arrastraba hacía el chaval irremisiblemente. El chico no sospechaba hasta que punto enloquecía al amigo de su padre, ni los esfuerzos que éste hacía por controlarse y no besarle la boca al chico y arrastrarlo a su cama para gozar con él y lamerlo entero, comiéndolo despacio para saborear mejor aquel precioso crío que la vida le traía a las manos. Y ahora el problema no sólo era que fuese el hijo del amor de su juventud. Ahora Alejandro empezaba a ser consciente que el recuerdo había idealizado un amor que tan sólo era la amistad y el cariño entre dos niños, que al ser adolescentes conocieron juntos el sexo y confundieron todo eso con una amor profundo. Pero lo que había sentido con respecto al padre, no tenía nada que ver con lo que ahora le provocaba el hijo.

Lo que sentía por Alex, inexplicablemente era otra cosa mucho mas fuerte y tremenda. Le ponía la piel de gallina hasta pensarlo y un simple movimiento del chaval le hacía perder el juicio. Lo atraía con cualquier cosa que dijese o hiciera el puto muchacho y eso le costaba sangre a Alejandro, porque su corazón quería una cosa y su mente no podía admitirlo, consiguiendo en esa lucha desgarrarle el alma. Y por las noches la cama se volvía un infierno para él, después de haber estado pegado al chiquillo acariciándole el pelo y darle y recibir en la mejilla un beso antes de irse a dormir.

Por eso algunas veces Alejandro salía en cuanto el chico quedaba dormido y toda la casa estaba en silencio y se iba a buscar sexo sin compromiso a un bar y desahogar su lascivia dentro de otro cuerpo. Necesitaba cada vez con más frecuencia irse a solazarse y sudar la lívido que le cargaba los huevos el crío, usando a un sumiso obediente o sometiendo a otro que fuese presumiendo de machito y que en cuanto le ponen las manos encima y le atizan dos guantazos en los morros, se arrodilla para mamar como una loba. Y luego, tras unos azotazos que le calienten las carnes, se pone a cuatro patas y esperar que un verdadero macho le rompa el ojo del culo a pollazos.

Primero por ira al perder a su querido Miki y luego por vicio y darse cuenta que ese era su rol sexual, Alejandro practicaba desde hacía tiempo la dominación sobre otros hombres y no le bastaba con follarlos solamente. Tenía que darles caña y usar y abusar de ellos con cualquiera de las prácticas imaginables para deleitarse él a costa del dolor y la humillación del otro, hasta alcanzar el orgasmo sin importarle lo más mínimo el placer del sometido.


Tanto podía azotarlos como retorcerles los pezones y pellizcárselos o torturarlos con pinzas japonesas (que son las más puñeteras) por todo el cuerpo o derritiendo cera sobre ellos o descargas eléctricas en los genitales y dentro del ano. Todo estaba en su programa como previo a darles por el culo, después de mamarle la polla, o meterles el puño por el ano para manejarlos como simples marionetas.

En la bodega, bajo el garaje de su casa, tenía una sala acondicionada para las sesiones con los esclavos ocasionales que cazaba y allí los sometía y los usaba como mejor le pareciese. Hubo veces de tener a uno durante todo el fin de semana encerrado en una jaula, esposado y amordazado, para tenerlo a mano e ir a soltarle la leche en los morros y mearle encima cuando sus cojones ya no podían soportar ni un átomo más de semen dentro.

Le ponía una excusa al crío y desaparecía un rato para descargar la mala leche en el perro que esperaba bien atado a que el amo fuese a darle su merecido. Y se lo daba, incluso en mayor medida de la que esperaba el puto cabrón enjaulado en el sótano. Lo breaba y lo forraba a vergazos para desalojar sus pelotas y sacar la calentura por el capullo. Lo que menos imaginaba el jodido perro era que la polla de ese amo no estaba tiesa porque le pusiese cachondo su culo, sino que la tenía inhiesta por culpa del culito de un mocoso, que tranquilamente leía o veía la tele tumbado en el salón de la casa, o ya dormía desde hacía un buen rato en su cómoda cama.

Bueno, toda esa suposición de que el chaval estuviese sosegado, leyendo o durmiendo, era verdad hasta cierto punto, dado que a Alex, con el paso del tiempo, se le aceleraba más su carga hormonal y sus huevos no paraban de fabricar semen, que tenía que darle salida o el dolor se volvía insoportable y su cipote se congestionaba de tal modo que parecía una remolacha. El muchacho mostraba una gran actividad sexual, propia de su edad, pero aumentada por el hecho de tener tan cerca al ser que amaba y era el tipo de hombre perfecto para él. En cuanto Alejandro se iba, o al estar ya en su cuarto para acostarse, al chico le entraba el apuro y se metía un par de dedos por el culo y se la pelaba un par de veces al menos, de una forma escandalosa, si quería dormir toda la noche de un tirón.

Pero Alex no sospechaba lo que sucedía en el sótano del garaje, ni la mayor parte de las veces se enteraba que Alejandro se largaba de casa por la noche y menos donde iba y cual era el objeto de sus silenciosas fugas.

Y si no era consciente de nada de eso, mucho menos de las aficiones cinegéticas de Alejandro, ni de la clase de piezas que cazaba para devorarlas in situ, o traerlas escondidas en el maletero del coche para sacarlas a hurtadillas y encerrarlas en la jaula, degustando a sus presas con calma mientras el crío soñaba que tenía la polla de Alejandro dentro del culo.

Y así, arañando un objetivo inaccesible por el momento, iban pasando los meses, acercándose otra vez a la fecha en que el muchacho cumpliese dieciocho años como dieciocho soles. Y entonces sería más difícil que el chico estuviese dispuesto a aguantarse las ganas de sentir la verga de Alejandro en su entraña y no luchar por lo que deseaba con todo su corazón.

5 Convivencia

La vida de Alex junto a Alejandro transcurría feliz, excepto por la falta de desahogo a la pasión que le abrasaba las entrañas. El deseo crecía en el chico y se hacía más fuerte cada día, desencadenando sueños y ansias de placer, que se desbordaban cada noche sobre las sábanas de la cama del muchacho, disimulando de día su locura por Alejandro esforzándose en centrar su atención en los estudios y calmando su energía con el ejercicio físico y el deporte.

Y esto se lo ponía más difícil al otro, puesto que a la atracción indomable por el chaval, se añadía la espléndida anatomía que iba desarrollando al trabajarse el cuerpo de tal manera y convertir la fuerza de su lujuria en músculos.

Hasta su cara había dejado de ser barbilampiña y se asomaba a sus mejillas la sombra del vello, que se convertía en barba si no se afeitaba en dos o tres días. Lo que le daba al crío un aire mucho más morboso todavía, provocándole sudores en la entrepierna a Alejandro. Este obligaba al chico a pasarse la maquinilla, tan sólo por seguir viéndolo como un niñato y no claudicar ante el hombre joven que cada mañana le saludaba el día con un beso, al que correspondía con otro en la mejilla y una palmada en el culo para que se diese prisa y no llegar tarde al colegio.


Había tardes en que la tensión entre ambos se podía cortar en el aire, donde flotaba el mismo deseo, amordazado y retenido por el hombre maduro con más de treinta años y soportado malamente por el adolescente que iba a cumplir los dieciocho.

Cada roce entre ellos era una descarga de alto voltaje que les electrocutaba el corazón. Pero Alejandro no podía vencer sus reparos, en parte inculcados desde pequeño, y olvidar que Alex tan sólo era un crío. Y, por si eso fuera poco, se trataba del hijo del que fuera su amor de juventud y aún veía al padre en él. Sin embargo, tenía que admitir que el parecido entre ellos era relativo, ya que el chico no sólo era más guapo y con mejor cuerpo que Miki a su edad, sino que tenía mucho más carácter y una personalidad más fuerte y definida.

Quizás su mayor semejanza con el padre estaba en la mirada y el cabello, aunque los ojos de Alex eran un profundo mar de esmeralda, cuyo color intenso sería la envidia de la joya que pudiera adornar el turbante de un maharajá. Y sus cejas amparaban esas dos piedras preciosas, enmarcadas por largas pestañas oscuras, rodeando el conjunto con un aureola de misteriosa sagacidad, típica de la cara de un tío listo.

Alejandro, sin pretenderlo, bebía los vientos por aquel chiquillo que metió en su vida de repente, robándole la calma y sin calibrar las consecuencias que ello le acarrearía. Y era consciente de que pasara lo que pasara ya no podía vivir sin él. Estaba absolutamente colgado del muchacho y comenzaba a saberlo con una claridad meridiana que le rompía los esquemas.

Hasta empezaba a sentir asco al ir a los putos bares, que ya le parecían burdeles de baja estofa donde sólo pululan zorras y machos salidos, a los que sólo iba para atrapar a una perra en celo y pasársela por la piedra allí mismo o en el sótano de su garaje si era medianamente aprovechable como para perder algo más de unos minutos con esa pieza.

Pero no le quedaba otro remedio, a no ser que dejase que sus cojones reventasen como globos y el capullo se abriese como una rosa, igual que el cañón de una escopeta que disparan taponando su boca. Tenía que dejar salir su mala hostia y su represión sobre otros cuerpos que buscaban ser usados y maltratados por un amo cabrón que les diese caña hasta dejarlos lacerados y con el culo dilatado y profundo como un túnel ferroviario.


Mas en el fondo ese no era el ideal de vida que ahora deseaba Alejandro. Era cierto que quería un tipo sumiso para satisfacerse con su cuerpo y su alma, sometiéndolo a su capricho, pero también buscaba el amor, inspirado por el crío, y deseaba darse a cambio de la entrega incondicional del otro. Y también aspiraba a sentir el sublime deleite de un placer mutuo y compartido con el ser que le perteneciese de por vida.

El sería el amo y el otro estaría en su corazón como su amado esclavo. Aunque Alejandro fuese el dueño, el otro sería su único y verdadero amor. Esa relación sería el principal objeto de la vida de ambos y el motivo por el cual cada mañana saldría el sol para los dos y la luna asistiría como testigo de su pasión y su comunión carnal cada noche.

Y, a pesar de su negativa, algo le gritaba en el pecho que ese ser ya estaba con él y solamente tenía que cogerlo y ser su amo para siempre. Porque ese otro no sólo lo esperaba, sino que lo deseaba y sufría por cada minuto que pasaba sin ser poseído. Dado que, sin darse cuenta, realmente se consideraba propiedad del otro desde el primer día en que se conocieron en la sala de visitas del colegio.

Pero los condicionamientos sociales no son fáciles de apartar a la hora de tomar ciertas decisiones y Alejandro se resistía inútilmente a considerarse suficientemente perverso para dar rienda suelta al caballo desbocado que caracoleaba en su cerebro y aceptar la verdad de su debilidad por el muchacho para convertirlo en su posesión más valorada.



En eso el crío era más maduro que el hombre que tanto amor y respeto le inspiraba. Alex sabía lo que quería y estaba empeñado en conseguirlo tarde o temprano. Mientras que Alejandro se debatía entre rechazar o admitir lo que tampoco ignoraba y se resistía a echarle la mano a lo que ya era suyo desde el primer instante en que se miró en los ojos del muchacho.


Alejandro salió al jardín a leer junto a la piscina y al rato apareció Alex en bañador dispuesto a tomar el sol sobre una hamaca que colocó junto a la de Alejandro. El chico se tumbó de bruces y se bajó un poco el bañador por detrás para aprovechar mejor el sol y ponerse moreno hasta donde normalmente enseñaba yendo en bermudas.

Alejandro miró la espalda del muchacho y le dijo: “Ponte crema o te quemarás.... Todavía tienes la piel demasiado blanca para estar al sol sin protección alguna”. “No cogí el bronceador”, respondió el chaval. Y Alejandro le replicó: “Pues ve a por uno, que ya sabes donde están.... Y que tenga bastante protección, que ya tendrás tiempo de ponerte morenito hasta que termine el verano”. “Vale, papi”, contestó el crío y se levantó como un rayo en busca del bronceador.

No tardó ni dos minutos y ya estaba de vuelta con un tubo en la mano y se tiró otra vez en la tumbona ofreciendo la espalda para que Alejandro la untase de crema, con la excusa de que él no llegaba con su brazo. Alejandro dejó el libro y se incorporó. Y con un gesto de paciencia puso un chorro de crema sobre la piel de Alex y empezó a extenderla despacio, presionando con la palma de la mano y moviendo los dedos sobre la espalda del chico.

Era una sensación distinta a tocarle el cabello. La piel era suave pero al mismo tiempo estaba firme y tersa sobre la carne, trasmitiendo una sensación erótica tremenda que recorría el brazo de Alejandro para clavarse en su cabeza. El chaval cerró los ojos y no se movía. Y por un momento Alejandro creyó que se había dormido, pero era una falsa apariencia, porque al dejar de tocarlo levantó la cabeza y dijo: “Te importa que tome el sol en el culo también?”. “Por mí puedes tomarlo donde te de la gana. No voy a asustarme por verte en pelotas”, respondió Alejandro. Pero el chico aprovecho la oportunidad y añadió: “Pues quítame el bañador y ponme crema en el culo. Y ya que estás en faena, dame también por las piernas”. “Qué pasa?. Tampoco lleguas con la mano hasta ahí?. O es que el niño se ha vuelto tan cómodo que no puede ponerse el solito el bronceador?”, puntualizó Alejandro fingiendo una molestia que no sentía. Al contrario. Lo que estaba era empalmado al bajarle el bañador y verle las nalgas al muchacho.



Echó un chorrete en cada cacha y plantó las dos manos sobre ellas, apretándolas y sobándolas sin tapujos. Y le dijo al crío: “Relájate y no aprietes el culo”. Y el chico contestó: “No lo hago. Es así de duro cuando estoy relajado y no lo cierro. Si lo hiciese sería como de acero y podría aplastar cualquier cosa que me metieran en la raja”. “No lo dudo!”, aseveró Alejandro.

Aquel culo era un placer en sí mismo. Alejandro no recordaba haber visto ninguno tan bien hecho y bonito. Y la pelusilla al terminar la espalda y justo encima del principio de la raja, lo puso como una moto. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no morderlo ni lanzarse en picado sobre Alex para penetrarlo, clavándolo en la hamaca.

Los muslos y el resto de las piernas eran de piedra y las cubría un bello escaso, pero el justo para darle el tono viril que transformaba al niño en un hombre de cuerpo entero.

Alejandro no era capaz de soportar semejante tentación, sin meterle mano al muchacho y llegar hasta tocar la bolas o la misma polla si seguía dándole crema por el cuerpo. Así que le atizó un azote, entre cariñoso y con rabia por estar tan bueno el puto mocoso, y le ordenó que se diese la vuelta para terminar con aquello y ver si tenía cara de vicioso después del sobeo.

Alex se hizo el remolón y dijo que le apetecía quedarse tumbado de esa manera, pero Alejandro insistió y al obedecer el crío vio lo que se imaginaba. La escandalosa erección del chico y la mancha de precum en la toalla, dejaban bien claro como se lo estaba pasando el muy cabrón mientras el otro le amasaba el cuerpo con el bronceador.

Y a Alejandro le salió del alma llamarle puto guarro y salido de mierda. Pero su pene festejaba aquello con la misma complacencia que el del muchacho. Y éste también se dio cuenta y le dijo: “Perdona. Pero ni soy guarro ni un salido. Sólo soy muy joven y mis nervios producen endorfinas y encefalinas a tope. Eso lo aprendí en clase de ciencias. Y tú tampoco andas mal de todo eso”. “Serás hijo de....”, gritó Alejandro. Y sin darle opción a escaparse agarró una manguera y le soltó a Alex un chorro de agua fría en los huevos que le hizo pegar un chillido de dolor, tanto por el golpe como por la sensación de congelación en sus genitales. Y le respondió: “Hostias!. Qué cabrón!. Me has metido las pelotas para adentro.... Joder!. Qué dolor!”. “Jódete”, contestó Alejandro y se largó dejando al chaval doblado y agarrándose la entrepierna.

6 Calentura

Una tarde la situación se puso al rojo. Como otras veces, Alejandro se sentó en el sofá al terminar de comer y Alex se recostó ocupando el resto de asiento y apoyando la cabeza sobre las piernas del otro. Y también, casi por costumbre, Alejandro jugaba con el pelo del chico mientras veían la tele. De pronto se percató que bajo la bermuda de Alex se notaba un impúdico bulto a lo largado de su vientre, que por breves instantes levantaba la tela y marcaba la gruesa excitación del pene.

Alejandro detuvo sus caricias y los dedos se aferraron al pelo del chaval al darse cuenta que su polla también crecía y engordaba sin poder evitarlo. Alex parecía no darse cuenta, pero colocó una mano bajo la mejilla y en realidad la ponía sobre el miembro erecto del otro. Hubiera sido absurdo preguntarle a Alejandro que veía en la pantalla del televisor, porque en su mente se había parado el tiempo y no sabía como reaccionar ante esa incómoda situación. El muchacho movía la mano sobre la polla de Alejandro como la cosa más natural y le apretaba con los dedos el capullo, por encima del pantalón, dejando que su propia verga latiese y empezase a manchar el floreado tejido que la cubría.

El chaval estaba apunto de tener un orgasmo sin necesidad de tocarse el miembro y Alejandro se notaba húmedo también y no era capaz de cortar aquel sobo que le estaba metiendo el chico. Las fosas nasales de Alex se dilataban aspirando el olor preseminal que impregnaba la tela del pantalón de Alejandro y su esperma ya salía en cantidad suficiente para mojar el suyo.

Lo inevitable parecía evidente y Alejandro estaba petrificado agarrando tan fuerte el cabello del chaval que era imposible que no le hiciese daño. Pero Alex no rechistaba y sus ojos se cerraron mientras la punta de la lengua recorría sus labios buscando algo que aún estando tan cerca no llegaba a tenerlo. Y como si estuviese programado para salvar la indecisión de Alejandro, sonaron unos nudillos en el cristal de las puertas que daban al jardín y el clímax se rompió. Era el jardinero que venía a preguntar como quería el dueño de la casa que recortase los setos de la piscina. Y si Alejandro le contestaba que los iguale nada más, Alex, entre dientes, respondía: “Córtalos de raíz, imbécil!”. Alejandro aprovechó la circunstancia para ir al baño y Alex se quedó sentado escondiendo su empalmado carajo y su bermuda pringado de babas y algo de semen.

Por esta vez se había parado la cosa sin mayores consecuencias, pero el chico no pudo ocultar su mal humor el resto de la jornada. De entrada se fue al dormitorio y se cascó un pajote de antología para terminar de vaciar sus pelotas y luego ocultó la cara en la almohada y lloró cuanto quiso. Alejandro hizo lo mismo en el baño para aliviar su calentura, pero después se inventó algo que debía hacer sin tardanza y se piró de casa. Seguramente para poner distancia entre ellos, pero terminó yendo a un bar en el que ya por la tarde era posible ponerle el culo a un puto sumiso como un bebedero de patos, con una buena mamada previa y calentándole el trasero a zurriagazos con el cinto para dejárselo más apetecible para la follada.


Tranquilizado y con los cojones secos, volvió a casa y buscó al chico, que aún permanecía en su cuarto con los ojos enrojecidos y la nariz moqueando, totalmente desolado y sin ganas de cenar ni hablar con nadie. Y menos con Alejandro.

Pero éste entró en la habitación del muchacho y se sentó a su lado en la cama y volvió a pasarle la mano por el cabello diciéndole: “Alex. Mírame..... Anda, no seas niño..... Te das cuenta que estuvimos a punto de hacer algo que hubiésemos lamentado después?”.

El chaval sin volver la cara hacia él le contestó: “Puede que tú lo lamentases, pero yo no... Sé muy bien lo que quiero y con quien deseo estar y follar..... Qué puta manía tenéis los mayores de creer que por no tener la mayoría de edad legal somos memos o idiotas y no podemos saber que sentimos ni cual es la vida que queremos..... Desde que mi polla se pone tiesa siempre pensé en una verga y no en un coño!..... No me van la tías!. Lo que me gusta es un hombre como tú y por eso no me acuesto con ninguno de mis colegas del colegio. O es que crees que no hay ningún marica entre ellos?.... Pues hay varios que están deseando mi culo y mi polla..... Aunque si piensan que me los folle yo, van dados. No me gusta metérsela a otro porque lo que me pone cachondo es que me den por el culo!..... A ver si te enteras de una puta vez!. Soy maricón y me gusta serlo!..... Lo mismo que lo fue mi padre y lo eres tú. O me vas a decir que ahora te molan la tías?..... Será por eso por lo que te empalmaste esta tarde sólo con verme a mi con la minga tiesa y mojando la bermuda.... O también dirás que no es cierto y me lo he imaginado?”.

“Alex, no tiene nada que ver con todo eso. Pero no quieres entenderlo ni hacerte cargo de mi situación contigo”, respondió Alejandro. Pero el chaval no había terminado: “El que no quiere entenderlo eres tú ni tampoco te haces cargo de mi situación en esta casa”.

Y Alejandro se mosqueó: “Acaso quieres irte?.... No estás a gusto conmigo?...... Qué más quieres de mí, Alex?”. Y al chico se lo puso en bandeja: “Te quiero a ti. Y por supuesto que no voy a marcharme de tu casa por no estar a gusto contigo, porque soy feliz viéndote y oyendo tu voz..... Pero me falta lo principal que busco a tu lado y eso me vuelve loco..... No es un capricho de adolescente lo que siento por ti..... Sólo deseo vivir para complacerte en todo. Y si estudio y tengo buenas calificaciones en el colegio es porque tú me lo exiges y deseas que lo haga. Y no te pido nada ni espero otra cosa que tu amor.... Únicamente te obedezco a ti porque eres el dueño de mi ser. Y así lo siento y lo deseo con toda el alma. Y mientras no me folles, sólo me mataré a pajas para no quedarme sin huevos de un reventón.... Así están las cosas por mi parte, pero por la tuya no sé cual es el verdadero motivo para rechazarme. Y no me digas que es por mi padre, porque eso ya no cuela. Será por otra cosa, pero no puedo adivinarla”.

“Y te parece poco motivo que seas tan joven aún?”, alegó Alejandro. “Sí. Me parece una bobada. Crees que por unos meses más o menos voy a ser más maduro y poder discernir mejor lo que quiero y cual es la causa por la que se empalma mi polla?.... No puedo creer que digas eso en serio....... Esas estupideces no son propias de un tío como tú. Déjalas para el director del colegio. Y ni siquiera creo que ese tipo se lo crea de verdad”.

Y Alejandro dijo: “Esta bien, Alex. Parece imposible que no puedas entenderlo, pero yo sé como calmarte esos ardores y esas rabietas y caprichos de niño mimado”. Y sin más contemplaciones puso a Alex sobre sus rodilla con el culo para arriba y comenzó a darle una soberana paliza. Primero con la mano y sobre la bermuda que le cubría la mitad del culo y al poco se la bajó para ver como le estaba dejando las nalgas de encarnadas, pero el color y calor de la carne lo cegó y le arreó más fuerte todavía, descargando en el chaval toda la represión interna por no follarlo y comerlo a trocitos.

Alex chillaba como un condenado y se retorcía para resistirse a la zurra, pero Alejandro era más fuerte y lo sujetó con un brazo, inmovilizándole las piernas con las suyas, y prosiguió la azotaina aumentando el ritmo y rigor del castigo, hasta que el llanto del chico y las babas pringaban el suelo y su propia mano ardía como el fuego de tanto azotarle las nalgas al crío. Entonces se paró de repente y lo soltó dejando que cayese al suelo delante de sus pies.


Para Alex, era la primera vez que lo azotaban y no sabía bien si la sensación que tenía era de dolor insoportable o de calentura. Pero lo cierto es que su verga estaba dura y el pantalón de Alejandro se veía mojado en la zona de los muslos donde se había aplastado el pene del chico durante la zurra.Y lo que no se veía, eran los calzoncillos de Alejandro perdidos de semen por la corrida que se había marcado el tío pegándole al chaval en el culo.

Alejandro salió de la habitación echando leches. Bueno ya no le quedaba nada en los cojones para echar más, pero es un decir al referirse que salió pitando sin querer ver al chiquillo tirado en el suelo, llorando y moqueando como un perdido y con el pito tieso y pringado de semen. El también se había corrido, como consecuencia de algo que recorría su espina dorsal con cada azote que notaba en su carne y el morbo de ser Alejandro quien le calentaba el culo de ese modo. Fue una sensación inexplicable para el chico, pero aunque dolorosa le resultaba placentera y había vivido un orgasmo mudo en gemidos y jadeos, pero abundante en quejidos y gritos más de satisfacción que de sufrimiento. Y aún así lloraba todavía, pero no era por la paliza sino por no haber tenido el remate adecuado después de ponerle el cuerpo a tono. Alejandro se había ido sin metérsela por el culo para calmarle el fuego que le quemaba por dentro con más ardor que los azotes en su trasero.

7 En el sotano

Alejandro estaba nervioso y durante la cena no habló demasiado con el chico, pero antes del postre le preguntó: “Te duele?”. “ A qué te refieres?”, preguntó a su vez el chaval. “Al culo. A que va a ser. Creo que me pasé arreándote. Lo tienes colorado todavía?, insistió Alejandro. Y el chico respondió: “Supongo. El calor aún lo siento y me está costando estar sentado..... Me diste una buena paliza, pero no me importa.... Al contrario. Nunca me habían pegado de ese modo y creo que me gustó..... Tanto, que si es necesario sacaré malas notas para que vuelvas a zurrarme sobre tus rodillas... Al menos así siento como se te pone dura pegada a la mía.... Y algo es algo”. Alejandro estuvo a punto de saltar y darle unas hostias en la boca, pero se contuvo y le dijo: “Alex, no me busques las cosquillas, porque las vas a encontrar y te aseguro que puedes lamentarlo..... Ni se te ocurra provocarme. Te lo advierto.... Así que déjate de chorradas y ven aquí”.

Alex estuvo a un tris de soltar un exabrupto, pero por pura intuición se mordió la lengua y se levantó acercándose despacio a Alejandro. Ni él mismo supo por que lo hacía, pero sintió que la cara y el gesto del otro aconsejaban hacerle caso y no estirar más la cuerda por si rompía. Mejor dicho, por si le rompía la cara y esa noche dormía con el culo hirviendo y la boca rota.

Alejandro sin decirle nada lo puso de espaldas y le bajó los pantalones para verle el culo. Lo toco suavemente y comprobó que estaba mazado y del rojo pasaba al morado paulatinamente. “Hay que ponerle algo”, dijo Alejandro, y añadió: “Ve a mi cuarto de baño y trae un tubo de pomada de color blanco con letras rojas, que está en el cajón de la derecha del mueble, bajo el lavabo”. Le subió los pantalones y le apremió: “Date prisa... Eso se está poniendo un poco feo, pero se te pasará pronto”.

El chaval salió de prisa y volvió con el encargo lo antes que pudo, porque empezaba a tenerle cierto respeto a Alejandro cuando se ponía serio y además iba a sentir otra vez sus manos acariciándole el trasero. Y así fue. Alejandro lo acostó boca abajo sobre las rodillas y le dejó el culo al aire para aplicarle la pomada que restableciese el color natural de sus nalgas.

El frescor del ungüento le dio un gustazo fabuloso al chico y la presión de los dedos de Alejandro en su carne volvió a ponerles el pito como un obelisco a los dos. Pero hicieron como que no pasaba nada raro y uno se limitó a notar como su pene engordaba cada vez más y el otro a intentar mantener la mente en otra cosa para no acabar follándose al chico.

Después vieron juntos la tele y Alejandro miraba al muchacho de reojo, mordiéndose las ganas de besarle la boca hasta dejarlo sin respiración. Si volvía a tocarle el culo al chaval, estaba perdido. Ya no podría evitar caer en la tentación y rompérselo otra vez, pero a vergazos. El chico era demasiado apetitoso para seguir soportando semejante tortura. Verlo y no catarlo, simplemente era un suplicio insufrible para Alejandro. Y el puto crío aún se lo ponía más crudo con sus insinuaciones y luciendo el palmito cada dos por tres.

Y esa noche, en cuanto creyó que Alex ya estaba dormido, se largó a por una zorra para encerrarla en el sótano todo ese fin de semana y ponerla cachonda forrándola a hostias y jodiéndola viva. Por algún sitio tenía que darle escape a toda la testosterona que le hacía producir el muchacho a todas horas. Pero Alex no dormía. Su polla seguía inquieta y el picor de los glúteos incrementaba su excitación. Y eso hizo que oyese el ruido del coche al irse y le extrañó tanto que no pudo pegar ojo.

El chaval no paraba de dar vueltas en al cama y su mente elucubraba mil y un motivos para entender la marcha nocturna de Alejandro, pero no se que daba con ninguno y la desazón le puso nervioso. Se levantó y fue a la cocina a buscar algo inconcreto que justificase su deambular noctámbulo o lograr tranquilizarse hasta que no regresase Alejandro. Pensó en hacerse el encontradizo y preguntarle si le sucedía algo. Pero quizás fuese mejor volver a la cama e ir entonces hasta la cocina para que él le preguntase si estaba bien y hasta podría inspirarle algún mimo para consolarlo.

Y estando en esas derivaciones, escuchó otra vez el motor y echó a correr hacia su cuarto. Luego lo pensó y lo mejor era ir a beber a la cocina y hacer algo de ruido para que se percatase Alejandro que estaba despierto. Pero el otro no salía del garaje. El chaval esperó un rato y Alejandro no aparecía en casa. Lo primero que se le vino a la mente fue que le habría pasado algo y no tuvo que pensarlo dos veces para ir en su busca.

La luz estaba apagada y allí no había nadie. Pero Alejandro no había salido por ninguna parte. Miró detrás del coche por si estaba tirado en el suelo y de pronto le pareció que se abría la pared del fondo y entraba un haz de luz que venía de un sótano suya existencia desconocía. Y vio a Alejandro que tocó un resorte en el muro y se cerro la abertura por donde había salido. Y eso sí que era un misterio de película.



A parte de joven era muy ágil y logró llegar a su cama sin ser visto y efectivamente Alejandro asomo la nariz, entreabriendo la puerta del cuarto, para comprobar si estaba bien. El se hizo el dormido y hasta fingió un ronquido ligero. Y en cuanto tuvo la certeza que el otro ya estaba acostado y soñando, se levantó como un rayo y fue al garaje cagando puñetas.

Había visto bien donde tocara Alejandro para cerrar la pared e hizo lo mismo, pero se abrió. Y ahora todo estaba oscuro y no se veía casi nada. No tenía mechero para iluminar la escalera, pero tenía que haber una linterna en alguna parte y la buscó. Y si uno se empeña en encontrar algo lo consigue. Así que bajo despacio siguiendo el haz de luz y llegó a una cuadrado pequeño en el que se veía una puerta de acero. Automáticamente se dijo: “Joder!. Estará cerrada y aquí no se ve ninguna llave”. Pero por si acaso accionó el pestillo y ante sus ojos le franqueó la entrada el obstáculo que le impedía el paso.

Aquello estaba mucho más oscuro todavía y enfocó para ver que es lo que guardaba Alejandro en ese lugar. Y lo que vio lo dejó perplejo y con la boca abierta. Parecía una mazmorra y sala de tortura al mismo tiempo. Pero le bastó para cagarse, ver una jaula con barrotes de acero en una esquina y dentro un bulto en el suelo que podría jurar que era un tío acurrucado en posición fetal. Lo enfocó con la linterna y quedó estupefacto. Efectivamente era un hombre joven, atado de pies y manos, amordazado y con los ojos vendados, que o dormía o el miedo lo tenía paralizado, pero no hizo el menor movimiento como si no oyese ningún ruido ni apercibiese la presencia de Alex allí. Ahora si que no entendía nada y le costaba trabajo creer lo que estaba viendo. Y le entró más desazón aún. Mejor dicho, se aterrorizó y salió escopetado de aquel extraño sótano, pero no puedo conciliar el sueño después de haberlo visto.




Alejandro tuvo que ir a levantarlo de la cama para desayunar y el chico ni lo miró. Tampoco dijo nada y salió de la cama como un autómata. Se lavo los dientes y fue a desayunar, pero no tenía hambre ni ganas de tomar nada. En su cabeza sólo estaba el tío del sótano y la siniestra mazmorra. Alejandro lo notó raro y le preguntó: “Todavía te duele el culo?”. “No”, contestó Alex. “Entonces que te pasa?..... Te encuentras mal?”. “No..... Sí.. Estoy cansado porque dormí mal”, respondió el chaval. “Entonces te molestó o te dolió el culo.... Ven. Déjame verlo a ver como va eso”, dijo Alejandro. Pero el chico no se levantó y se apresuró a decir: “No. No fue el culo el que no me dejó dormir..... Eso ya no me duele. Pero no me dormí. Eso es todo. Y quisiera ir a la cama un rato más. Hoy no tengo nada mejor que hacer”. Alejandro lo miró fijamente, pero el crío evitó su mirada y bajó la vista. Algo pasaba, intuyó el otro, pero se limitó a preguntarle: “Y no piensas desayunar antes de volver a la cama?.... Además, hoy es sábado y pensaba que ibas a acompañarme a correr por los alrededores como otras veces”. “Prefiero no ir, si no te importa”, dijo el muchacho sin poder fingir ni una puta sonrisa. “Esta bien. No insisto e iré yo solo”, dijo Alejandro. “Espera”, gritó. El chico se detuvo a medio levantarse de la silla y el otro dijo: “Es la primera vez que no me das un beso ni los buenos días..... Me quieres decir que te pasa?... Porque enfadado por la zurra no estás?.... Habla, Alex, y no me cabrees, niñato de mierda!”.

Alex tembló de verdadero miedo por primera vez en su vida y cayó sentado en la silla otra vez, pero sin mirar a Alejandro a los ojos. “A que viene ese miedo, Alex?”, le preguntó asombrado el otro. Y el chico se echó a llorar con hipo y desconsuelo.

Alejandro se levantó de golpe y se acercó al chaval, pero este se apartó rápidamente e intentó escapar corriendo sin conseguirlo. Alejandro le había echado el guante amarrándolo por un brazo y el chico se acojonó y le suplicó atemorizado: “No me pegues.... Por favor, no me hagas daño”. “Pero que estás diciendo!. Cómo voy a hacerte daño?. Que te pasa, Alex?..... Habla por lo que más quieras.... Dime que coño te pasa esta mañana?”. “Qué es eso que tienes ahí abajo”, decía el chico señalando hacia le piso. “Ahí abajo?... No te entiendo. Explícate”, exigió Alejandro. Y el chico medio llorando se explicó: “De madrugada te oí llegar y como no salías del garaje fui a ver si te pasaba algo”. “Y que más?”, inquirió el otro. “Te vi salir de la pared”, respondió el muchacho. “Donde estabas?”, preguntó Alejandro. “Detrás del coche porque al no verte creí que podías estar tirado allí”, aclaró Alex. “Y que más?”, le interrogó Alejandro, sabiendo ya cual era el problema. “Volví a mi cuarto”, dijo el chaval. Pero Alejandro insistió: “Y eso es todo?”. “No”, dijo Alex. Y añadió asustado: “Pero no me hagas daño, por favor, ni me castigues”. “Habla, no voy a hacerte nada. Di que pasó”, aseguró Alejandro temiendo lo peor. “Volví y bajé al sótano... Bueno, a eso que tienes ahí..... Y lo vi”, confesó el crío. “Ya.... Entiendo....... Siento que te hayas enterado de ese modo. “No me encierres ahí, que no diré anda ni volveré a bajar”, le pedía el chico arrugado de pavor..... “No seas gilipollas!. Para qué coño te voy a meter en esa bodega!. No tenías que ver eso, pero ahora ya está y la culpa no es tuya..... No debí traerte a vivir conmigo. Aguante durante un tiempo, pero terminé haciendo lo que mi naturaleza reclamaba. Y supongo que estás acojonado por lo que has visto. Quizás sea mejor que vuelvas al colegio”, dijo Alejandro con una gran tristeza.

Alex quedó mudo y Alejandro le dijo: “Está bien. No se como explicarte ese asunto en este momento. Así que el lunes te llevaré otra vez al colegio... A no ser que prefieras irte ahora. Lo entendería, aunque me duela perderte..... Bueno. Vete a tu habitación y si quieres descansa y más tarde decides lo que quieres hacer”. Y Alejandro salió al jardín sin terminarse el desayuno y el chico se fue a su cuarto a toda prisa.

8 La explicación

Alex, tirado sobre la cama lloraba porque el mundo se había abierto a sus pies y estaba apunto de tragárselo. Había sentido miedo hacia el hombre de sus sueños y no entendía del todo que diablos pasaba bajo la casa. Pero estaba seguro que ahí estaba la clave de la aptitud de Alejandro con él desde un principio. Era verdad que le había dado unos azotes que le dejaron el culo como una amapola, pero comprendía el motivo y que él se lo había buscado no parando de joder a Alejandro y provocándolo constantemente, hasta que le hinchó los cojones.

Y ese era su error. A ese hombre no podía obligársele a nada. Era él quien cogía lo que deseaba sin pedirlo ni menos que lo forzasen a tomarlo. Y por lo que fuere, había decidido no follarlo por el momento. Sin embargo, estaba claro que le gustaba y que lo quería no como un padre solamente. Pero por qué tenía a ese otro encerrado?. Era necesario atarlo para darle por el culo?. Además estaba como secuestrado e incluso tenía los ojos tapados y una mordaza para que no pidiese socorro. O eso es lo que le parecía al chico.

Lo que ya le costó más suponer, es que fuese un puto perro que estaba gozando como un miserable ser despreciable por estar en poder de un puto cabrón, que iba a torturarlo y joderlo como y cuando le saliese del pito. O de los cojones, que suena más contundente en este caso. Pero empezó a darle vueltas a todo aquello y fue entonces cuando se le iluminó la mente y vislumbró lo que pasaba en realidad. Si hasta lo había leído en un libro y en internet. Cómo podía ser tan tonto!. Recordó perfectamente que hasta se había excitado leyendo y viendo fotos y algún video y se imaginó atado y en poder de un puto macho que abusase de él y lo follase sin parar. Ahora estaba claro. Alejandro en el sexo era el amo y aquel tipo sólo un esclavo para ser sometido por él a su antojo. Y por eso lo había encerrado en el sótano, que era una puta mazmorra para practicar sexo duro. Y eso era lo que le molaba a Alejandro y no quería someterlo a eso por no hacerle daño ni causarle dolor ni sufrimientos, ya que consideraba que todavía era muy joven para eso.

Y, según había leído, eso era precisamente lo que le daba placer a un amo cuando usaba al esclavo. Gozar a costa de usar al puto perro sin contemplaciones de ningún tipo, ni preocuparse por otro gozo que no fuese el suyo propio. Ahora lo tenía claro. Pero podría él soportar todo eso para complacer al hombre que amaba?. Renunciaría a su placer para dárselo a Alejandro, o se cagaría de miedo y chillaría como una rata asustada como había hecho al agarrarlo Alejandro por el brazo esa mañana?. Eso no podía saberlo. Pero de lo que estaba convencido es que nada iba a separarlo del hombre que ya era toda su vida. Aunque lo hiciese picadillo sería para él o para ninguno. Y ya era lo suficientemente mayor para que Alejandro lo tratase como a un perro si le daba la gana.

Dejó de llorar y se metió en la ducha. Tenía que despejarse y hacer que se deshinchasen sus párpados, enrojecidos de tantas lágrimas. Ahora incluso le daba rabia ser tan crío e idiota. Seguro que Alejandro se estaba riendo a su costa mientras usaba al sumiso en el sótano. Qué cacho imbécil era!. Y mira que se lo dejara claro cuando le zurró con todas sus ganas. Y con el empalme que agarró al darle caña seguro que se corrió igual que él. Espera!. El también se había corrido de gusto al sentir el dolor en sus nalgas y el escozor de los azotes. Luego era un masoca. Y si eso le puso cachondo por qué no le iba a poner como una gata salida otras cosas de ese tipo?. Y se plantó ante el espejo y se agarró los pezones con los dedos y los pellizcó todo lo que sus fuerzas le permitían. “Hostias!”, dijo. “Cómo duele, pero me excita y se me ponen duros y erectos como la polla”, se confesó a si mismo. Y añadió en voz alta: “Soy una puta y una zorra y lo que busco es precisamente eso. Un macho que me hostie cuando le salga de los huevos y me ponga a cuatro patas después de zurrarme el culo y me folle como a una perra. Porque eso es lo que soy y ya tengo un macho que me ponga en mi sitio como hizo al darme la paliza. Guapo, se te acabaron los mimos y las ñoñeces. Desde ahora vas a saber lo que es bueno y como te va a hacer bailar tu amo colgado de una soga por las muñecas si no le obedeces o no sabes darle lo que quiere de ti”. Eso lo había visto en una foto en una página en internet, pero tenía que ponerse más al loro en todo ese tema, porque ya no iba a asustarse de nada en manos de Alejandro. Si lo que necesitaba era un puto amo cabrón, ese era el suyo.

Y en eso oyó la voz de Alejandro tras la puerta y sin esperar a que el chico contestase la abrió y entró. Se acercó al chaval y le preguntó: “Ya te has decidido?... No veo que hayas preparado tus maletas. Esperas al lunes?. Mejor será que las hagas mañana para no llegar demasiado tarde a clase”. “No llegaré tarde a clase el lunes. Pero no voy a hacer ninguna maleta. A no ser que tú me eches de tu casa y no quieras que esté contigo”, respondió Alex con una decisión y un aplomo que asombró al otro. Y éste preguntó: “Ya no me tienes miedo ni crees que voy a hacerte daño o a encerrarte?”. “No. Bueno a encerrarme no lo sé, pero no me importa si eres tú quien me tiene preso”, dijo el crío. “Y ese cambio a que se debe?”, insistió Alejandro. Y Alex le dijo: “Ya lo sabes de sobra..... A que te quiero y no me importa lo que hagas conmigo.... Mejor dicho quiero complacerte en todo sin que necesites meter a otro en ese sótano..... Bueno. Si tú no quieres follarte a más tíos o hacerles lo que te de la gana, además de tenerme a mí”.

“Creo que no estás bien de la cabeza, Alex”, le contestó Alejandro. Y la tensión nerviosa de los recientes acontecimientos traicionó al chico y rompió a llorar otra vez, balbuceando con palabras entrecortadas: “Pero..... que tengo.... que hacer.... para que me quieras?....... No.... me toques.... ni me... folles,.... pero.. déjame adorarte... aunque ...sea en silencio...... No... te ….molestaré..... ni iré más ...a ...ese sótano donde.... te..... follas …. y torturas a otros........ Pero me tienes también a mí para eso!..... O ya no..... te gustó ni te sirvo para nada?”.

Alejandro abrazó al chaval y no pudo dejar de apretarlo contra su pecho, mientras le decía: “Tú ganas, chaval...... No sólo te quiero sino que me vuelves loco y me pones cachondo con tu sonrisa y tus ojos que se me clavan en el cerebro y cada uno de tus movimientos me trastornan y la cadencia de tu manera de andar me cautiva. Sin añadir lo que me provoca verte el torso desnudo y esa manía que tienes en enseñar el vientre hasta donde te nace el vello sobre la polla o el comienzo de la raja del culo, llevando los pantalones medio caídos. Cada vez que acaricio tu pelo estoy en el cielo y saber que duermes a dos pasos de mí me pone a morir y hay noches que tengo que agarrarme a la cama para no saltar y salir corriendo para echarme sobre ti y comerte a besos antes de follarte..... Pero todavía hay algo que me impide acercarme a ti con el deseos de poseerte y ser tu dueño. Y sólo quiero un poco de tiempo..... Y no llores porque creo que tienes razón y naciste para ser mío..... Dame un beso, pero nada más por ahora.....Yo diré cuando y de que manera te voy a poseer. Mientras tanto te aguantas y esperas y este fin de semana usaré a la zorra que tengo ahí abajo deseando que la joda. Y no quiero oírte ni una objeción más ni otra palabra que sea impertinente o subida de tono. Soy ante todo tu amo y tu mi esclavo. Y además eres mi amante. Porque puedes estar seguro de que te quiero a ti y no es igual que lo que sentí por tu padre..... Ahora si es amor de verdad. Pero mis gustos sexuales no son los mismos que entonces. Aunque contigo voy a empezar poco a poco. Domándote y adiestrándote a mi manera y tal y como a mi me gusta que sea un esclavo. Te anticipo que no va a ser fácil ni cómodo e incluso será doloroso para ti sobre todo. Pero sabrás lo que es el placer de la entrega total a tu amo. Deja que te seque las lágrimas y todavía te de mimos. Nos queda mucho tiempo para todo lo demás..... Y verás como seremos felices juntos y nada podrá separarnos nunca..... El resto sólo son putas perras que no significan más que un mero trozo de carne para satisfacer una necesidad fisiológica. Pero tú eres mi esclavo. El único que tendrá ese privilegio. El único que dormirá en mi cama y compartirá mi vida. Porque serás parte de mí. Lo más preciado que pueda poseer....... Alex, te amo y aunque me resistí con todas mis fuerzas, no pude evitarlo...... Estabas hecho para mí, realmente y sólo tenía que cogerte...... Pues, como quiso el destino, ya eres mío y no te soltaré jamás. Pero tendré que seguir azotándote hasta que aprendas. Así que prepárate, porque más de una noche dormirás con el culo caliente, además de escocido”.

Y el chico preguntó: “Y cuando aprenda, ya no me azotarás más?”. “Sí”, respondió Alejandro. Y el chaval añadió: “Gracias, porque me gustó y me corrí. Y me la casqué luego en la habitación sintiendo el picor en las nalgas. Esperaré siempre tus azotes”.”Lo de correrte cuando te da la gana se va a acabar y solamente lo harás si yo lo deseo. Y te azotaré fuerte cada vez que me salga de los cojones para follarte con el culo caliente aunque no merezcas un castigo. Y no olvides que soy tu amo”, puntualizó Alejandro. “Sí, amo”, contestó el chico mirando al suelo.


Y se dieron su primer beso de amor en la boca y a Alex le costó un triunfo poder despegarse de los labios de Alejandro, pero lo hizo cuando él se lo ordenó y le obedeció una y mil veces más, aguardando a que él quisiese tomarlo y darle por el culo, porque él ya sabía que no era quien para forzarlo a ello ni podía pedírselo. Sólo cuando Alejandro lo desease, sería posible sentirlo dentro de su cuerpo para recibir el regalo que más apreciaba en este mundo. Su semen, para estar preñado de él.