Alejandro estaba nervioso y durante la cena no habló demasiado con el chico, pero antes del postre le preguntó: “Te duele?”. “ A qué te refieres?”, preguntó a su vez el chaval. “Al culo. A que va a ser. Creo que me pasé arreándote. Lo tienes colorado todavía?, insistió Alejandro. Y el chico respondió: “Supongo. El calor aún lo siento y me está costando estar sentado..... Me diste una buena paliza, pero no me importa.... Al contrario. Nunca me habían pegado de ese modo y creo que me gustó..... Tanto, que si es necesario sacaré malas notas para que vuelvas a zurrarme sobre tus rodillas... Al menos así siento como se te pone dura pegada a la mía.... Y algo es algo”. Alejandro estuvo a punto de saltar y darle unas hostias en la boca, pero se contuvo y le dijo: “Alex, no me busques las cosquillas, porque las vas a encontrar y te aseguro que puedes lamentarlo..... Ni se te ocurra provocarme. Te lo advierto.... Así que déjate de chorradas y ven aquí”.
Alex estuvo a un tris de soltar un exabrupto, pero por pura intuición se mordió la lengua y se levantó acercándose despacio a Alejandro. Ni él mismo supo por que lo hacía, pero sintió que la cara y el gesto del otro aconsejaban hacerle caso y no estirar más la cuerda por si rompía. Mejor dicho, por si le rompía la cara y esa noche dormía con el culo hirviendo y la boca rota.
Alejandro sin decirle nada lo puso de espaldas y le bajó los pantalones para verle el culo. Lo toco suavemente y comprobó que estaba mazado y del rojo pasaba al morado paulatinamente. “Hay que ponerle algo”, dijo Alejandro, y añadió: “Ve a mi cuarto de baño y trae un tubo de pomada de color blanco con letras rojas, que está en el cajón de la derecha del mueble, bajo el lavabo”. Le subió los pantalones y le apremió: “Date prisa... Eso se está poniendo un poco feo, pero se te pasará pronto”.
El chaval salió de prisa y volvió con el encargo lo antes que pudo, porque empezaba a tenerle cierto respeto a Alejandro cuando se ponía serio y además iba a sentir otra vez sus manos acariciándole el trasero. Y así fue. Alejandro lo acostó boca abajo sobre las rodillas y le dejó el culo al aire para aplicarle la pomada que restableciese el color natural de sus nalgas.
El frescor del ungüento le dio un gustazo fabuloso al chico y la presión de los dedos de Alejandro en su carne volvió a ponerles el pito como un obelisco a los dos. Pero hicieron como que no pasaba nada raro y uno se limitó a notar como su pene engordaba cada vez más y el otro a intentar mantener la mente en otra cosa para no acabar follándose al chico.
Después vieron juntos la tele y Alejandro miraba al muchacho de reojo, mordiéndose las ganas de besarle la boca hasta dejarlo sin respiración. Si volvía a tocarle el culo al chaval, estaba perdido. Ya no podría evitar caer en la tentación y rompérselo otra vez, pero a vergazos. El chico era demasiado apetitoso para seguir soportando semejante tortura. Verlo y no catarlo, simplemente era un suplicio insufrible para Alejandro. Y el puto crío aún se lo ponía más crudo con sus insinuaciones y luciendo el palmito cada dos por tres.
Y esa noche, en cuanto creyó que Alex ya estaba dormido, se largó a por una zorra para encerrarla en el sótano todo ese fin de semana y ponerla cachonda forrándola a hostias y jodiéndola viva. Por algún sitio tenía que darle escape a toda la testosterona que le hacía producir el muchacho a todas horas. Pero Alex no dormía. Su polla seguía inquieta y el picor de los glúteos incrementaba su excitación. Y eso hizo que oyese el ruido del coche al irse y le extrañó tanto que no pudo pegar ojo.
El chaval no paraba de dar vueltas en al cama y su mente elucubraba mil y un motivos para entender la marcha nocturna de Alejandro, pero no se que daba con ninguno y la desazón le puso nervioso. Se levantó y fue a la cocina a buscar algo inconcreto que justificase su deambular noctámbulo o lograr tranquilizarse hasta que no regresase Alejandro. Pensó en hacerse el encontradizo y preguntarle si le sucedía algo. Pero quizás fuese mejor volver a la cama e ir entonces hasta la cocina para que él le preguntase si estaba bien y hasta podría inspirarle algún mimo para consolarlo.
Y estando en esas derivaciones, escuchó otra vez el motor y echó a correr hacia su cuarto. Luego lo pensó y lo mejor era ir a beber a la cocina y hacer algo de ruido para que se percatase Alejandro que estaba despierto. Pero el otro no salía del garaje. El chaval esperó un rato y Alejandro no aparecía en casa. Lo primero que se le vino a la mente fue que le habría pasado algo y no tuvo que pensarlo dos veces para ir en su busca.
La luz estaba apagada y allí no había nadie. Pero Alejandro no había salido por ninguna parte. Miró detrás del coche por si estaba tirado en el suelo y de pronto le pareció que se abría la pared del fondo y entraba un haz de luz que venía de un sótano suya existencia desconocía. Y vio a Alejandro que tocó un resorte en el muro y se cerro la abertura por donde había salido. Y eso sí que era un misterio de película.
A parte de joven era muy ágil y logró llegar a su cama sin ser visto y efectivamente Alejandro asomo la nariz, entreabriendo la puerta del cuarto, para comprobar si estaba bien. El se hizo el dormido y hasta fingió un ronquido ligero. Y en cuanto tuvo la certeza que el otro ya estaba acostado y soñando, se levantó como un rayo y fue al garaje cagando puñetas.
Había visto bien donde tocara Alejandro para cerrar la pared e hizo lo mismo, pero se abrió. Y ahora todo estaba oscuro y no se veía casi nada. No tenía mechero para iluminar la escalera, pero tenía que haber una linterna en alguna parte y la buscó. Y si uno se empeña en encontrar algo lo consigue. Así que bajo despacio siguiendo el haz de luz y llegó a una cuadrado pequeño en el que se veía una puerta de acero. Automáticamente se dijo: “Joder!. Estará cerrada y aquí no se ve ninguna llave”. Pero por si acaso accionó el pestillo y ante sus ojos le franqueó la entrada el obstáculo que le impedía el paso.
Aquello estaba mucho más oscuro todavía y enfocó para ver que es lo que guardaba Alejandro en ese lugar. Y lo que vio lo dejó perplejo y con la boca abierta. Parecía una mazmorra y sala de tortura al mismo tiempo. Pero le bastó para cagarse, ver una jaula con barrotes de acero en una esquina y dentro un bulto en el suelo que podría jurar que era un tío acurrucado en posición fetal. Lo enfocó con la linterna y quedó estupefacto. Efectivamente era un hombre joven, atado de pies y manos, amordazado y con los ojos vendados, que o dormía o el miedo lo tenía paralizado, pero no hizo el menor movimiento como si no oyese ningún ruido ni apercibiese la presencia de Alex allí. Ahora si que no entendía nada y le costaba trabajo creer lo que estaba viendo. Y le entró más desazón aún. Mejor dicho, se aterrorizó y salió escopetado de aquel extraño sótano, pero no puedo conciliar el sueño después de haberlo visto.
Alejandro tuvo que ir a levantarlo de la cama para desayunar y el chico ni lo miró. Tampoco dijo nada y salió de la cama como un autómata. Se lavo los dientes y fue a desayunar, pero no tenía hambre ni ganas de tomar nada. En su cabeza sólo estaba el tío del sótano y la siniestra mazmorra. Alejandro lo notó raro y le preguntó: “Todavía te duele el culo?”. “No”, contestó Alex. “Entonces que te pasa?..... Te encuentras mal?”. “No..... Sí.. Estoy cansado porque dormí mal”, respondió el chaval. “Entonces te molestó o te dolió el culo.... Ven. Déjame verlo a ver como va eso”, dijo Alejandro. Pero el chico no se levantó y se apresuró a decir: “No. No fue el culo el que no me dejó dormir..... Eso ya no me duele. Pero no me dormí. Eso es todo. Y quisiera ir a la cama un rato más. Hoy no tengo nada mejor que hacer”. Alejandro lo miró fijamente, pero el crío evitó su mirada y bajó la vista. Algo pasaba, intuyó el otro, pero se limitó a preguntarle: “Y no piensas desayunar antes de volver a la cama?.... Además, hoy es sábado y pensaba que ibas a acompañarme a correr por los alrededores como otras veces”. “Prefiero no ir, si no te importa”, dijo el muchacho sin poder fingir ni una puta sonrisa. “Esta bien. No insisto e iré yo solo”, dijo Alejandro. “Espera”, gritó. El chico se detuvo a medio levantarse de la silla y el otro dijo: “Es la primera vez que no me das un beso ni los buenos días..... Me quieres decir que te pasa?... Porque enfadado por la zurra no estás?.... Habla, Alex, y no me cabrees, niñato de mierda!”.
Alex tembló de verdadero miedo por primera vez en su vida y cayó sentado en la silla otra vez, pero sin mirar a Alejandro a los ojos. “A que viene ese miedo, Alex?”, le preguntó asombrado el otro. Y el chico se echó a llorar con hipo y desconsuelo.
Alejandro se levantó de golpe y se acercó al chaval, pero este se apartó rápidamente e intentó escapar corriendo sin conseguirlo. Alejandro le había echado el guante amarrándolo por un brazo y el chico se acojonó y le suplicó atemorizado: “No me pegues.... Por favor, no me hagas daño”. “Pero que estás diciendo!. Cómo voy a hacerte daño?. Que te pasa, Alex?..... Habla por lo que más quieras.... Dime que coño te pasa esta mañana?”. “Qué es eso que tienes ahí abajo”, decía el chico señalando hacia le piso. “Ahí abajo?... No te entiendo. Explícate”, exigió Alejandro. Y el chico medio llorando se explicó: “De madrugada te oí llegar y como no salías del garaje fui a ver si te pasaba algo”. “Y que más?”, inquirió el otro. “Te vi salir de la pared”, respondió el muchacho. “Donde estabas?”, preguntó Alejandro. “Detrás del coche porque al no verte creí que podías estar tirado allí”, aclaró Alex. “Y que más?”, le interrogó Alejandro, sabiendo ya cual era el problema. “Volví a mi cuarto”, dijo el chaval. Pero Alejandro insistió: “Y eso es todo?”. “No”, dijo Alex. Y añadió asustado: “Pero no me hagas daño, por favor, ni me castigues”. “Habla, no voy a hacerte nada. Di que pasó”, aseguró Alejandro temiendo lo peor. “Volví y bajé al sótano... Bueno, a eso que tienes ahí..... Y lo vi”, confesó el crío. “Ya.... Entiendo....... Siento que te hayas enterado de ese modo. “No me encierres ahí, que no diré anda ni volveré a bajar”, le pedía el chico arrugado de pavor..... “No seas gilipollas!. Para qué coño te voy a meter en esa bodega!. No tenías que ver eso, pero ahora ya está y la culpa no es tuya..... No debí traerte a vivir conmigo. Aguante durante un tiempo, pero terminé haciendo lo que mi naturaleza reclamaba. Y supongo que estás acojonado por lo que has visto. Quizás sea mejor que vuelvas al colegio”, dijo Alejandro con una gran tristeza.
Alex quedó mudo y Alejandro le dijo: “Está bien. No se como explicarte ese asunto en este momento. Así que el lunes te llevaré otra vez al colegio... A no ser que prefieras irte ahora. Lo entendería, aunque me duela perderte..... Bueno. Vete a tu habitación y si quieres descansa y más tarde decides lo que quieres hacer”. Y Alejandro salió al jardín sin terminarse el desayuno y el chico se fue a su cuarto a toda prisa.
QUE ESTA ESPERANDO PARA ENCERRAR A ESE PIJO EN EL SOTANO Y DOMARLO COMO SE MERECE???
ResponderEliminarIVAN
No a todos se les doma de la misma manera. Cada esclavo es un mundo y hay que saber tratarlo para adiestrarlo bien
ResponderEliminarAndreas, los esclavos seducidos somos tus lectores.
ResponderEliminarClaro que somos tus lectores tus esclavos, que nos tienes seducidos con tus relatos, con tu forma de narrar, de hacer que transcuran los acontecimientos para terminar como nosotros libremente nos estamos imaginando que va a terminar la historia. Muchas gracias.
ResponderEliminarLeyendo este relato me caliento casi tanto como los protagonistas. fer
ResponderEliminarSe tensas los limites, pero hasta que punto?
ResponderEliminarAlex terminara quizas en esa jaula, quizas, y feliz de esta alli, pero es un proceso, un camino...
Un esclavo se construye con tiempo, paciencia, sabiduria y doma...
Sr Andreas, bellos relato, me quedo nuevamente cautiva en sus lineas...
besos de una kajira
tengo treze años y mi puto instructor me pega palizas de las lindas, ahora por ejemplo me ha dado una que estoy escribiendo de pie,su garrote es bien duro....
ResponderEliminarQue fuerte lo tuyo!
ResponderEliminarPero o nos referimos a eso,verdad?