"Quién dará vida al bello esclavo sino su amo?. Sus rasgos pueden ser perfectos y su cuerpo hermoso, pero sólo su señor posee el corazón del siervo que vive por y para el placer de su dueño. De su amante y de su dios. El es sólo un pobre perro triste si le falta la mano que sujete la cadena con firmeza y afecto. Solamente es carne sin el alma que le regala el amo al fecundarlo de amor"
ANDREAS

domingo, 23 de enero de 2011

26 Tanteo

Tan pronto Pedro se largó de la casa de Alejandro, dejando en ella a su esclavo, Alex quedó anonadado y pálido como la cera. No podía creerlo. Aquel otro esclavo iba a quedarse como si perteneciese también a su amo y él, que era el único del que era propietario Alejandro, tenía que verlo sirviendo a su dueño durante quince días por lo menos. No podía ser verdad y lo estaba soñando. Mejor dicho tenía una pesadilla de la que quería despertar ya.

Su amo le dijo que sólo él podía dormir en su cama por ser su esclavo. El único hasta el momento. Y ahora, que pasaría?. También iba a meterse en la misma cama con Alejandro este otro recién llegado?. Diego no pertenecía a Alejandro sino que era el esclavo de otro hombre y no entendía por qué ese señor no era capaz de educarlo y tenía que recurrir a otro que lo hiciese mejor. Y para colmo lo entregaba en manos del suyo. Del hombre que era su amor y eso no era justo.

Alejandro se sentó en un sillón y les ordenó al dos chicos que se acercasen. Ambos, de pie, miraban al amo y uno esperaba acontecimientos, mientras que el otro sólo pensaba en oír una palabra que le devolviese la calma. Pero el señor sólo le dijo al huésped que se desnudase del todo. Diego obedeció sin decir nada y se quedó totalmente en pelotas sin el menor rubor ni timidez por enseñar sus vergüenzas ante dos tíos que sólo unas horas antes eran dos extraños para él.


Alex ni lo miraba de puro cabreo interno que le comía el cuerpo, pero su amo le ordenó que trajese uno de sus calzones cortos para el otro chaval. Y al salir del salón oyó decir a su amo. “Hummm.… Vestido ya prometías, pero sin nada encima se ve que eres un espécimen de primera clase. Buen cuerpo y un gran instrumento con un par de pelotas nada despreciables. Ahora me explico la afición de tu amo a ordeñarte. Si al menos te pusiese a cuatro patas para hacerlo, sería más morboso. Y no cabría duda que eres una becerra para extraerte la leche de la ubre.... Date la vuelta. Un culo fuerte y carnoso sobre dos patas que merecen un elogio especial. Y una espléndida espalda para soportar duras sesiones de latigazos...... Creo que vas a aprender más rápido de lo que imagina tu dueño. Y lo primero que te voy a borrar de la cara es esa expresión insolente que pones al mirar a un macho superior a ti.... Ponte de rodillas mirando hacia mí”.

Diego se hincó de hinojos delante de Alejandro, sin bajar la vista ni pestañear, y el amo le cruzó la cara con un par de hostias que lo tiró al suelo. El chico se incorporó con gesto airado como intentando revolverse contra Alejandro, pero éste no le dio opción y le metió una patada en los mismos huevos que lo dobló al medio. Alejandro se levantó del sillón y jaló al chico por los pelos diciéndole: “Ni se te ocurra volver a pretender el menor simulacro de rebeldía, porque tengo autorización de tu dueño para caparte si es preciso. De torito bravo te convierto en manso de un sólo tajazo. Voy a enseñarte modales y veremos como te portas después de la primera lección”.

El esclavo se retorcía en el suelo agarrándose los cojones y Alejandro aprovechó para sacar unas esposas de un cajón. Con el pie volteó el cuerpo del chico, para ponerlo de espaldas, y con una destreza asombrosa lo esposó con las manos atrás. Al volver Alex el otro chaval aún seguía tirado en el suelo quejándose y encogido en posición fetal para menguar el dolor en sus partes.

Alex lo miró, pero no mostró ni angustia ni contento al ver al intruso de aquella guisa. Y su amo le mandó que le pusiese los calzones a Diego. El crío se agachó y metió por los pies del chico las bermudas amarillas que le había comprado su amo en la tienda del puto Oscar y se las fue subiendo hasta taparle el culo y la polla. Luego el amo le dijo: “Vete a la cama y duérmete. Yo tengo que acomodar a este perro en el rincón que va a ocupar estos días. Dame un beso y déjanos solos”. Alex hizo lo que su señor el mandaba y se fue sin mirar atrás.

En la sala dejaba a su amo con otro esclavo que durante dos semanas iba a ocuparle más tiempo del que Alex hubiera querido, privándole de estar con él. Pero no le quedaba otro remedio que joderse y esperar a que su señor subiese del sótano para verlo. “Y ojalá que no venga demasiado cansado y quiera follarme!”, deseaba y rogaba el muchacho con fervor.

Mientras Alex daba vueltas en la cama insomne, en el sótano la escena era muy distinta. Alejandro tanteaba por donde había que meterle mano a Diego para domarlo. Y, colgado del techo por un arnés sujeto a su cintura y con las manos esposadas a la espalda, el esclavo, completamente en pelotas, pataleaba en el aire a cada latigazo que recibía en cualquier parte de su cuerpo y babeaba sin parar al impedirle tragar saliva un abrebocas metálico que le había puesto Alejandro. Chillaba, pero era ininteligible lo que pudiera decir el chaval. Y el amo le atizaba más fuerte si levantaba demasiado el tono de sus quejidos. Y, curiosamente, el esclavo estaba empalmado como un burro desde que Alejandro lo arrastró para meterlo en el sótano.



Bien pintado a rayas cárdenas, sobre todo por las espalda, pecho, brazos, piernas y culo, el amo puso derecho al muchacho, atándole los pies al suelo, y le retorció los pezones con tenacillas, para estirárselos luego con unas pinzas sujetas a un peso. El sufrimiento enardecía a Diego y su excitación era cada vez mayor. Ya le babeaba el capullo de forma escandalosa y Alejandro optó por apretarle a tope los cojones y le amarró fuertemente una cuerda alrededor de ellos y también de la polla para que no eyaculase.

Pero para estar más seguro que no habría polución, le arreó unos golpes secos en las bolas, que parecían berenjenas al estar estranguladas e hinchadas por la ligadura, y, además, le pinzó los bordes del prepucio, después de cerrárselo con un nudo apretado. El pito de Diego quedó como un capullo de seda antes de salir la crisálida. Y continuó el tratamiento para convertirlo en una oveja desvalida en lugar de ser un aspirante a lobezno.

Alejandro se armó de los instrumentos para electrosex anal y le introdujo al esclavo un cono de acero por el culo. Y le dijo: “Necesitas que te estimulen el recto para que sepas apreciar la polla de tu amo cuando te la meta. Voy a ir aumentando las descargas y verás que pronto sientes unas ganas tremendas de tener un cipote dentro del culo para que te lo frote bien. Y por supuesto no te correrás hasta que la presión de la leche en tus cojones te haga suplicarme que te ordeñe como a un vaca. Verás lo agradecido que le estarás a tu amo si te lo hace al volver con él. Porque, mientras estés aquí, no volverás a soltar ni una gota de semen si no es por ese sistema”.

Pero ya no eran las torturas lo que emputecía a Diego, sino que bastaban las palabras de Alejandro para ponerlo cachando perdido y deseaba gritarle que lo follase o que le hiciese lo que le saliese del pijo, pero que no lo devolviese a su amo otra vez. Que fuese él quien le diese caña y lo hiciese saltar con ese placer que le causaba el dolor.

Como ya supuso desde un principio Alejandro, Diego era un puto masoquista y su amo aún no se había enterado de lo fácil que era someter a un puto perro que gozaba con el martirio. Una vez caliente y machacado a tope, el jodido chaval se entregaba a lo que fuese menester para merecer más castigo y sentir el dolor en sus tripas al follarlo sin dejar de darle azotes o espolearlo en los ijares como a un caballo. Y entonces sí se pondría caliente como una estufa cargada de leña.

Y cuantas más descargas recibía, Diego se estremecía y se convulsionaba en estertores de ansia lujuriosa por notar más intensamente todo aquello que le dosificaba Alejandro, dándoselo unas veces con mayor potencia o amainando el voltaje o el tiempo para no achicharrarle ni el recto ni el ano, ya que todavía tenía que darle más usos que electrocutarlo. Pero también le aplicó las corrientes en el pito y los testículos, para sensibilizárselos más y que sintiese mejor los golpes de fusta que iba a suministrarle en ellos en breves minutos.



Por fin le quitó los electrodos y las pinzas y le sacó el cono del ano y lo arrodilló en el suelo ordenándole que levantase la cara. Diego miraba a Alejandro con los ojos vidriosos por el dolor y las lágrimas que había soltado al padecerlo, pero con una chispa impúdica y libidinosa que demostraba el grado de calentura que recorría sus venas y sus nervios. El chaval tenía la quijada adormecida de mantener la boca forzosamente abierta y Alejandro introdujo su verga entre los hierros del aparato para follársela sin darle oportunidad de mamarla. Ni tampoco le obsequió vertiendo dentro su leche. Sacó la polla y le premió con dos hostias por haber servido de coño para deleitar a su cipote.

Ya era tarde y quería irse a dormir con su esclavo. Así que Alejandro izó del piso al chico y lo liberó de las esposas y le quitó el abrebocas para meterlo en la jaula hasta la próxima sesión, pero no le desató ni las pelotas ni el pito. Lo dejo a oscuras y se fue sin decir nada. La siguiente sesión ya no sería sólo de tanteo. Ahora sabía por donde tenía que apretarle las clavijas a Diego para someterlo.

2 comentarios:

  1. magnifico, glorioso. Qué gran escritor, qué gran mente.

    ResponderEliminar
  2. Fabuloso ANDREAS, como ya nos tenés acostumbrados.

    PD: Hacía un tiempo que no entraba al blog y estaba atrasada con algunos capítulos de esta hirtoria; tuve que ponerme al día en una noche; ¡¡y disfruté al máximo de leer tantos seguidos!!!
    Lo único malo es que ahora voy a tener que esperar al siguiente como todos los demás; jajaj

    ResponderEliminar