Guille estaba como loco de contento y excitado pensando en lo que le esperaba en casa de Alejandro y nervioso sabiendo que en pocas horas ya estaría con sus amigos y volvería a tener lo que deseaba frenéticamente desde que probó el rabo de un macho.
Alex le había mandado un mail diciéndole que su amo quería tenerlo en Madrid el viernes por la tarde y el chico había perdido el culo por conseguir un billete de avión y entregarse sin reservas a la voluntad de Alejandro y a su polla, desde luego. Era consciente que si algo exigía ese macho era obediencia ciega y confianza absoluta del puto perro para acatar sus órdenes y cumplirle todo cuanto se le pudiese ocurrir o antojar, fundamentalmente en el aspecto sexual.
Y él estaba dispuesto a todo con tal de gozar y sentirse otra vez como una perra viciosa y tener todo el día el ojo del culo como el coño de la Bernarda. La Bernarda debía ser una puta muy puta, porque para decir que alguien es puta y zorra, se usa la expresión popular: “eres más puta que la Bernarda”. O si quieres decir que algo está hecho un desastre o unos zorros, también dice la gente: “Esto está como el coño de la Bernarda”. Se ve que la tal era un putón de tronío.
Pues Guille iba decidido a que su ojete fuese el coño de esa tía por el tiempo que estuviese en Madrid con Alejandro y Alex. Qué afición le había cogido el chaval a eso de poner el culo para que se lo jodiesen!. Y lo de chupar un nabo, tampoco lo pasaba por alto. Era un puto vicioso, pero con gracia y la sinceridad de un niño para admitir en su fuero interno que ya era más maricón que su hermano, que follaba con tíos desde antes de cumplir los dieciséis.
Guille, con sólo trece años, había pescado a su hermano poniendo el culo para que lo follase un albañil que su madre contrató para hacer unas reparaciones en el viejo pazo y se quedó paralizado al ver como Rober, a sus quince años y babeando y suspirando como una perra, se separaba las nalgas con las manos y le rogaba al fulano que se la clavase entera y le rompiese el puto agujero en dos. Y por el jodido albañil no quedó la cosa, porque le daba tan fuerte por el culo, que casi le separa la cabeza del cuerpo al crío de tanto zarandeo que le metía al empujar con toda sus fuerzas para dejarlo contento con su trabajo de semental. E indudablemente que Rober fuese un tío también tuvo la ventaja de no tener posteriores consecuencias, puesto que aquel tipo puso todo su empeño en preñarlo y se lo benefició dos veces esa tarde. Por la noche Rober no salía del baño y Guille insistió en saber el motivo, pero su hermano no soltaba prenda y sólo lo amenazaba con darle unas hostias si no lo dejaba tranquilo.
Y como la perseverancia siempre tiene premio, Guille descubrió los calzoncillos de su hermano manchados de sangre en la parte del culo. El albañil o lo había desvirgado literalmente, o simplemente le metió tal caña que le rajó el ano. Pero Rober estaba más satisfecho que preocupado y Guille puso la oreja atenta para oír como su hermano se la cascaba medio a oscuras, el muy puto. Se ve que el recuerdo del polvo lo ponía caliente y necesitaba más rabo todavía, porque el hermano pequeño notó que las piernas del otro formaban una carpa de doble cúspide con la sábana, al estar dobladas con las rodillas demasiado separadas, y le pareció al chiquillo que las dos manos de Rober andaban ocupadas, pero sólo con una se pelaba la polla. La otra daba la impresión que rectaba hacia abajo buscando el centro de la uve, justo bajo los huevos. Un año más tarde se pelearon por una niñería y Guille le recordó a su hermano la experiencia, llamándole maricón de mierda, y Rober le arreó las hostias que no le había dado entonces por su insistencia en saber que leches hacía metido en el baño. Y qué iba a hacer!. Lavarse la sangre del ojete y mirárselo en el espejo abierto como el chocho de una vaca recién parida. El puto albañil se la había calcado a conciencia.
Pero el tiempo es la mejor escuela y ahora ya entendía para que coño usaba la otra mano su hermano mayor. Para lo mismo que a él le gustaría utilizarla sino se lo hubiese prohibido Alejandro. Joder!. Llevaba dos semanas con una calentura apocalíptica y sino le reventaron los cojones fue de milagro. Había cumplido las órdenes tajantemente y solamente se pajeaba una vez al día, antes de dormirse. Y el resto, a joderse con duchas de agua fría e intentando pensar en otra cosa que no fuese algo con forma de polla o similar. La madre que lo había parido!. La verga de Alejandro lo tenía enganchado como a un yonki. Y aunque al principio se resistió, claudicó con una tía que ya se la había beneficiado un par de meses atrás, pero en el momento álgido de la faena se le bajó y no pudo follarla. De repente le vino a la mente la bíblica voz de Alejandro fulminándolo con el rayo de su ira por promiscuo e infiel a su mandato y se le arrugó la picha.
Y con ese fiasco, su cotización entre las tías de la pandilla y allegadas se había ido al traste. Puesto que aunque siempre se dice que nadie tiene por qué enterarse, ya que no pasa nada y que seguramente se debería a estrés o presión, aunque él alegó que se la acababa de cascar y estaba sin reservas, esas cosas se saben y al poco tiempo uno está hundido en su reputación como follador. Un gatillazo a los veintitrés años no tiene justificación. Y la única explicación posible es que el tío es marica y no le van las tías. O al menos eso es lo que deduce la defraudada, antes de plantearse si al chaval no le gustó su culo o su coño y el pito no respondió a la llamada de la naturaleza.
Guille estaba tan cachondo imaginando el polvo que le iba a meter Alejandro, que durante el vuelo iba empalmado, el puñetero chaval. Tuvo que taparse con la mesilla abatible y al aterrizar lo hizo con la revista que ponen en la trasera de los asientos para venderte cosas. Y al llegar a la terminal todavía no se le había bajado la polla al muy perro. Alex, que lo esperaba con ganas de abrazarlo, notó el bulto al arrimarse a él y le llamó puto cochino.
Pero salieron hacia el aparcamiento a carcajada limpia porque Guille no sabía como ocultar la mancha que asomaba en sus pantalones al lado de la bragueta. “Te has corrido!. Guarro!. Verás la que te monta mi amo!”, exclamó Alex. Y Guille protestó: “No me corrí. Es baba solamente.... Joder!. Tengo los huevos escalfados de no aliviarlos lo suficiente!. Una paja al día nada más, tal y como el jefe me mandó. Así que no me jodes, Alex. Que espero que nada más llegar a tu casa me la meta hasta por los ojos. Supongo que estará el jefe?”. “Aún no habrá llegado. Así que podemos hablar a nuestro aire y me cuentas que hiciste en estas dos semanas”, respondió Alex.
Y Guille le contestó: “Ya puedo contártelo ahora porque no hay mucho que decir. Ya te digo que sólo me la tocaba antes de dormir y me la pelaba a conciencia. Pero el resto del día nada de nada. Agua fría y silbar por no gritar desesperado perdido. Y una tía casi me lleva al huerto, pero no se me puso tiesa para enchufársela. Así que con las tías ya lo tengo claro. Me parece que lo de ser bisexual se fue a tomar por culo y lo que necesito es que me aticen por ahí a mí. Y cuanto más mejor.... Crees que el jefe dejará que me corra al darme por culo?”. “No sé. Depende como esté de humor. Pero si te pregunta no le ocultes lo de esa tía. Puede que te castigue, pero sería peor si se entera más tarde”, le aconsejó Alex. “Me azotará en el culo antes de clavarme?”, preguntó Guille. “Supongo que sí. Es lo que me haría a mí si hiciese algo que me haya prohibido. Y tú lo has hecho”, aventuró Alex.
Pero Guille replicó: “No exactamente porque no me la folle. Ella quería que se la metiese, pero mi pito no quiso. En realidad me entró yuyu al acordarme del jefe y se me bajó el carajo de una manera escandalosa. En mi vida me había pasado algo parecido. Mi polla siempre respondió como una jabata ante un coñito. Y ahora el único coñito que me gusta tocar es el mío. Pero tampoco me lo sobé en estos días. No metí ni el meñique. Creo que estoy cerrado como antes de estrenarme el jefe”. “Y por qué le llamas jefe?”, quiso saber Alex. “Anda. Porque no quiere que sea su esclavo como tú. Y si no es mi amo será mi jefe al menos. Al fin y al cabo tengo que obedecerle como un esclavo. Igual que aun jefe, digo yo”, respondió Guille lleno de razón.
Camino de la casa Aún reían como tontos, sacándole punta al polvo fallido y a la polla pringosa y dura de Guille y los cojones, que se los enseñó a su amigo y estaban tan gordos y morados que parecían estar en pepitoria. Al llegar a casa ya los esperaba Alejandro.
jajajaja my bueno! quiero el proximo capitulo ya!!!
ResponderEliminarbesos Andreas!!
Eli
Excelente, como siempre tus relatos.
ResponderEliminarNo puedo evitar pajearme cada vez que los leo.
Me encanta como dominas la sicología de los personajes.
COMO TOMAS LAS FOTOS, ANDREAS?
ResponderEliminarComo me he reido en este capitulo, pero a carcajadas... ke buen escritor eres Andreas
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