Alex había sabido en sus carnes como se las gastaba su amo si no se comportaba como deseaba en todo momento y ocasión. Necesitó varias curas para devolver el color y el estado original a sus glúteos, pero aprendió la lección y no le quedaban ganas de repetir la pelea con Diego. Y menos, al decirle su amo que el otro chaval había asumido la culpa de la provocación.
Después de todo tenía que admitir que Diego no era un mal tío y, aunque sólo fuera por ganarse una dura flagelación y ponerse cachondo, había intentado exculparlo y librarlo de un castigo más severo. Es posible, pensó Alex, que sólo buscase el placer del sufrimiento, como decía su amo, y le importase un pijo que a él le diesen correazos a discreción, pero prefería darle el beneficio de la duda y creer que su actitud era generosa hacía él y no le movía el egoísmo de gozar una tortura.
Ni el amo ni ellos comieron ese día y a media tarde Alejandro bajó otro vez al sótano y subió con Diego amarrándolo por el cuello con una cadena. El chico venía desnudo y sucio y no olía demasiado bien porque se había meado encima al no poder salir de la jaula. Alex lo miró sin mostrar ni asombro ni mucho menos disgusto, y el amo le ordenó que lo llevase al baño y se duchasen los dos juntos. Y añadió que le diese otro calzón limpio y unas chancletas. Le quitó la cadena y les mandó que se fuesen a lavar.
El esclavo obedeció sin decir palabra y el otro chaval lo siguió tan mudo como Alex. Diego ya estaba en bolas y Alex no sintió reparo en quitarse las bermudas y quedarse en cueros como el otro. Diego lo miró de arriba abajo y le dijo: “Eres muy guapo y estás muy bueno. No me extraña que tu señor te tenga de esclavo..... Es un puto cabrón, pero sabe como tratar a un perro. Tienes suerte de pertenecerle”. Alex pensó no decir nada, pero no pudo evitar decirle al otro: “Sí que tengo suerte por tener un amo como él. Es lo mejor que pudo pasarme en mi vida. Y además nací para servirle y no quiero que deje de ser mi dueño”. Diego le puso al crío una mano sobre un hombro y añadió: “No lo perderás porque te ama y ningún otro puede apartarte de él. A mí puede usarme como un trozo de carne para causarme dolor, que es lo que me pone caliente y me excita, pero nada más. Me la mete con goma y no me da su leche ni por la boca ni por el culo. En realidad no se corre, pero me ordeña hasta dejarme seco los huevos. Y yo me pongo cachondo como una perra y echo por el pito lo que jamás imaginé que almacenase en mis pelotas. Todo lo que me jodía que me hiciese eso el otro, se ha vuelto ansia desmedida para que me lo haga tu dueño. Sé que no te gusta que te diga estas cosas, pero no puedo negar que tu amo me emputece y sólo con olerlo ya estoy nervioso y me babea el capullo. Ese jodido macho me ha vuelto una zorra en celo permanente y ahora no podré soportar a Pedro....... Estoy bien jodido, chaval!”.
Alex, sólo le dijo: “Entra en la ducha que voy a enjabonarte”. “Me perdonas por la paliza que te dio por mi culpa?, le rogó Diego. Y Alex sonrió y respondió: “Claro. Cómo no voy a perdonarte si después me echó un polvazo que me dejó loco viendo las estrellas del cielo. Cada vez que me castiga, luego me alegra el cuerpo follándome con la misma intensidad con que me azotó. Y después que te usó en el sótano, me arreó con una correa hasta desvanecerme, pero luego me pringo el culo de cremas y lo cubrió con un paño fino. Le hizo un orificio encima del ojete y me la clavó para darme caña a tope. Me dolía la hostia, porque tenía las nalgas en carne viva, pero creo que nunca goce tanto con su verga dentro. Sobre todo al preñarme”.
Diego, se apoyó en la pared y dijo: “Me encantaría que me preñase a mí también. Pero eso debe reservarlo sólo para ti. Sabes que a mí nunca me han preñado?. Pedro no se corre dentro nunca y los otros que me la meten en los bares tienen que hacerlo con goma.... Mis tripas no saben que se siente cuando te las llena de leche un macho. Sólo conocen el agua de las lavativas para no manchar de mierda los condones o el pito de mi señor. Cuando me devuelva tu amo, me escaparé y buscaré un tío que sepa como apretarme las tuercas para ponerme a punto el motor..... Deja que te enjabone yo ahora.... Tienes una piel preciosa y es muy bonita tu espalda y tu culo...... Aunque no lo creas me gusta más que el mío”.
“Pues el tuyo es la pera, Tío!. Menudas nalgazas!. A mi amo le gusta un montón. Hasta me pone cachondo a mí!, exclamó Alex riendo y metiéndole la mano en la raja para lavarle mejor el culo al otro chaval. “Te gusta follar a otro tío?”, preguntó Diego. “No..... No me mola nada y nunca lo hice.... Lo que me gusta es que me la metan a mí y cuanto más fuerte me den, mejor”, respondió Alex. Diego rió también y exclamo: “Toma!. Y a mí también me gusta como monta tu amo. Te hace sentir toda su verga dentro y notas como te golpea con los cojones cuando empuja. Además esos azotes que te mete al follar son como si te clavase una espuela para domarte Alex.
Diego se dio la vuelta y mirándole a los ojos dijo: “A mí ahora también me gusta que me den por culo, desde que probé con tu amo. Y después de eso ni se me ocurriría follarme a un tío. Nunca me lo he planteado, pero no creo que pudiese hacerlo sabiendo que se siente cuando te la mete un macho. Me ha convertido en una puta perra que sólo sueña conque la monten y la preñen. Y Pedro no sabe como se hace eso”. “Mi amo, sí”, dijo Alex.
Alejandro, leyendo en su sillón, vio acercarse a los dos muchachos, tan lozanos y contentos, que les dijo: “Da gusto veros, tan guapos. Parece que os habéis hecho amigos?”. “Sí, amo”, respondió Alex. “Tú no dices nada?”, le preguntó a Diego. “Sí, señor.... Le he pedido perdón por la pelea”, contestó el chico. Pero Alejandro insistió: “Y él no te lo pidió a ti también?”. “Sí, señor. Alex también se disculpó conmigo. Ya estamos a pre”, dijo Diego.
Alejandro dejó la lectura y se levantó acercándose a ellos. Los tomó por un brazo y les beso la boca a los dos. Y dijo: “Así quiero veros como buenos amigos. Con eso me satisfacéis ambos. Así que lo celebraré con una cena para los tres, que vais a preparar vosotros dos. Pero del postre me encargo yo.... Ale!. A la cocina y esmeraos que tengo hambre. Y quiero una mesa presentada como es debido. A mover el culo, porque de lo contrario no hay postre”.
Los dos chavales más que cocineros parecían críos jugando a las casitas y les tocaba hacer la comida, pero se lo tomaron muy en serio y estaban dispuestos a sorprender a Alejandro con su artes y su buen hacer. Diego fue el que tomó la batuta en los fogones y le dijo a Alex que fuese poniendo la mesa como en un restaurante de lujo, sin faltar detalle ni regatear en cubiertos y copas, puesto que iba a preparar un menú a lo grande.
La verdad es que Diego, después de la ultima sesión posterior a la pelea con Alex, parecía otro y su talante había cambiado ostensiblemente. Sobre todo se le notaba feliz y con una alegría que le salía desde dentro. Pudiera pensarse, incluso, que al estar bien follado su organismo se había engrasado y funcionaba mucho mejor y eso se traslucía en el contento que mostraba el chaval. Y eso que todavía le faltaba experimentar muchas cosas, sin olvidar que aún no lo habían preñado como a una perra viciosa, que es lo que ahora ansiaba con más ahínco.
En un momento entre ir a la cocina y poner cosas sobre la mesa, Alex le dijo a su amo: “Amo, es un buen chico y está arrepentido de lo que pasó y principalmente de que me hayas pegado, porque cree que fue por su culpa. Le he dicho que no fue el responsable y que la zurra me la gane yo solito, pero aún así me pidió perdón de corazón....... Nunca lo han preñado todavía y no sabe lo que es eso, amo”. Alejandro miró los ojos de su esclavo y dijo: “Ya lo sabía.... Y que me quieres decir con eso?”. Alex se ruborizó como si lo cogiese su dueño en una falta y respondió azorado: “Nada, amo.... Te lo digo porque me extrañó que teniendo un amo no lo preñe. No lo entiendo, amo”. Alejandro se rió y contestó: “Cómo lo vas a entender si a ti te lleno la tripas todos los días. Para ti preñarte es lo normal y si te faltase eso no dormirías tranquilo. Pero hay amos que no les gusta correrse dentro de sus esclavos y no los preñan. Y Pedro es uno de esos...... De todos modos para mí sería impensable no preñarte. Sólo con mencionar esa palabra ya me la has puesto dura y tendré que hacerlo antes de la cena....Deja eso en la mesa, quítate el calzón y siéntate en mi sillón....... Levanta las patas..... Uffffff..... Qué gusto, joder!”.
A Diego le extrañó la tardanza de Alex y se asomó a la sala para ver que hacía. Y sus ojos babearon al ver la escena de Alejandro ventilándose a su esclavo por delante y con la patas del crío sobre los hombros. El chico se empalmó y se sacó la verga por la bragueta de las bermudas. Y Alejandro le gritó: “Acércate y ve como se le nublan los ojos a esta perra cuando la preño...... Así se te van a poner a ti también....Y no te toques la polla, cabrón!. Eso es cosa mía nada más. Tu leche debe estar en tus cojones hasta que yo te la saque”.
Diego soltó el pito pero no se perdió detalle del polvo y del momento cumbre en el que amo y esclavo se desnataban al mismo tiempo. Tan sólo con la mirada suplicó a Alejandro que le dejase lamer la leche de Alex y también recoger la que el amo dejaba dentro del esclavo. Y obtuvo esa gracia. Primero puso la boca en el ano de Alex y éste le soltó el semen de Alejandro en ella y luego lamió el vientre y el pecho del esclavo para aprovechar el abundante esperma de Alex. Y tras ese suculento aperitivo, volvió a atender sus quehaceres en la cocina más contento que unas pascuas. La cena fue fabulosa y Diego se reveló como un estupendo cocinero, no sólo por lo rico que estaba todo, sino también por la estudiada presentación de los platos. Alejandro se sorprendió tanto por el alarde el chico que le preguntó donde había aprendido a cocinar de ese modo y se enteraron que antes de ser el esclavo de Pedro, Diego había sido esclavo de otra clase, trabajando de pinche en un restaurante por un mísero salario y la comida.
Los chicos ya tenían la barrigas llenas, pero les faltaba el postre prometido por Alejandro. Y el amo le dijo a su esclavo que trajese una terrina de helado del congelador. Alejandro se puso en pie y les dijo a los chavales que se acercasen. Se desnudaron los tres y puso unas bolas de helado de chocolate en un plato. Y con la verga tiesa se lo fue dando en la boca a los dos muchachos. Al acabar el helado, Alejandro tenía la polla más chupada que un pirulí a la puerta de un colegio, y con los restos que aún quedaban en el plato le lubricó el ojo del culo a Diego. “Y ahora apoya el pecho en la mesa”, le dijo al chico. Diego se dobló cuanto pudo para aplastar el tórax sobre el mantel y Alejandro se la hundió de una sola tacada y a pelo. A Diego le había llegado el momento de ser preñado. Y tan sólo con notar el tacto del capullo sin prepucio y sin una segunda piel de goma dentro de su cuerpo, le causó una erección de caballo. Quizás el polvo fue más en su mente que dentro del culo, pero lo cierto es que le costó un gran esfuerzo no correrse hasta sentir la lechada de Alejandro en su vientre. Con el permiso del señor y el golpe que le dio el primer chorro de esperma en las tripas, fue bastante para que sus pelotas expulsasen el semen contenido a duras penas en ellas.
Y, como le predijo Alejandro, se le nubló la vista y le cayeron las babas entre jadeos y gemidos de perra saciada. Y ahora si que su vida con Pedro sería imposible. Esa noche no durmió en el sótano, porque Alejandro decidió que ocupase la habitación de invitados. Pero aún temiendo que Alejandro se la cortase, Diego se la cascó dos veces esa noche recordando el instante y la sensación de ser fecundado. Y se sentía la más perra del mundo.
Ya en su habitación, Alejandro le ordenó a su esclavo que le enjabonase la polla y se la chupase para dejarla preparada para darle por el culo antes de dormir. Y le preguntó: “Estás contento?”. El chico sonrió con sus preciosos ojos verdes como la mar espesa y respondió: “Sí, amo.... Es lo que Diego necesitaba”. “Vale... Pero se te acabó el cupo de caprichos”, dijo el amo. “Gracias, amo”, respondió el chaval. Y el amo añadió: “Dame un beso en la boca de esos que tu sabes. De todos modos ya pensaba preñarlo. Y con la cena que nos hizo consideré oportuno adelantarle el premio..... Pon el culo que te voy a dar tu ración..... Y luego a dormir sin rechistar hasta que salga el sol”. “Sí, amo”, acató el esclavo. Y se puso de lado para que lo ensartase su señor.
excelente!! suspiros por aqui... besossssssssssssss
ResponderEliminarMe alegra que te guste. Todavía hay más que contar.
ResponderEliminarPues, no se que más Andreas porque es genial.
ResponderEliminarAmigo, esta historia tiene 65 capítulos y este es el 29 todavía. Y espero que mantengas esa opinión hasta el final. Y gracias por leerlos.
ResponderEliminar