"Quién dará vida al bello esclavo sino su amo?. Sus rasgos pueden ser perfectos y su cuerpo hermoso, pero sólo su señor posee el corazón del siervo que vive por y para el placer de su dueño. De su amante y de su dios. El es sólo un pobre perro triste si le falta la mano que sujete la cadena con firmeza y afecto. Solamente es carne sin el alma que le regala el amo al fecundarlo de amor"
ANDREAS

domingo, 23 de enero de 2011

63 Las rosas

A la mitad de la mañana siguiente a la fiesta, en el pazo se recibieron dos grandes centros de flores. Uno con rosas blancas para la madre y otro de rosas rojas para el hijo mayor. Y en el de Rober había un sobre con una tarjeta de Isidro diciendo: “Mañana nos vamos a Roma. Te quiero”.


El chico alegó que no tenía ropa para ir de viaje, ya que tenía sus cosas en Barcelona en casa de Ramón, pero Isidro le dijo: “Ya no necesitas nada que hayas dejado en esa casa. Tu vida conmigo empieza ahora y todo será nuevo para ti. Hasta los calzoncillos. Pasaremos por Madrid y comprarás lo que te dé la gana. Además te he comprado este reloj como un detalle para recordar esta fiesta. Isidro no le dijo que ese era el regalo destinado a su hermano si caía en sus redes, pero ahora era para él y su novio se lo daba con todo su amor y emocionado al ver la cara del chico ante esa estupenda máquina de medir el tiempo.

Hasta cabría suponer que también las flores estaban previstas de ante mano, pero sería injusto, ya que Isidro llamó por móvil a una tienda para que las enviasen y al llegar les agregó la tarjeta para su chico y la suegra.

Alejandro, por su parte fijó con la madre de Guille la fecha para firmar la compra de la casa y darle el resto de la pasta, pero anunció a sus esclavos que en dos días saldrían para Madrid. Ya no le quedaba nada que hacer allí y Pablo se iba ese mismo día a su casa. Al despedirse de su amigo el médico, Alejandro le dijo que en su casa de la playa tenían una habitación reservada para él y su esclavo y tenían que volver para pasar unos días con ellos antes de finalizar el verano. Pablo sabía que Diego lo pasaba muy bien con los esclavos de su amigo y no dudó en agradecerle el detalle y decirle que vendrían una semana en cuanto Diego terminase las clases de alta cocina.

A Diego y a su amo se les notaba que estaban hechos el uno para el otro y Alejandro se congratulaba de lo bien que iba la relación de su amigo con el esclavo que le había proporcionado y lo felices que eran los dos en todos los sentidos. Pablo era otro hombre desde que tenía a Diego y el chico nunca había sido tan dichoso ni sufrido tantas torturas como con ese hombre al que estrenó como amo. Eran una pareja casi perfecta y se entendían de maravilla. Y el chaval era un gran tío, muy guapo y estaba muy bueno, todo hay que decirlo.

Lo más gracioso era que la madre de Guille, que no era nada tonta y que conocía las inclinaciones sexuales de su hijo mayor, se creía que su otro hijo también había descubierto la tendencia homosexual que ella también sospechaba en él, pero estaba convencida que su amante era Alex y Alejandro solamente era el tutor del muchacho, que por supuesto sabía de la relación de ambos y la aprobaba.

Y por eso no dudó en mostrar su satisfacción al decirle Alejandro que Guille viviría con ellos y estudiaría en la misma universidad que Alex para que se acompañasen y animasen al ir a clase juntos. Sobre todo porque Alejandro le aseguraba que el crío iba a estudiar en serio y él se encargaría de que así fuese. Que la madre del chico creyese que los chicos eran pareja no hacía mal a nadie y, además, sería difícil explicarle que su hijo menor sólo era un esclavo propiedad de ese hombre que a ella le caía tan bien. Para ella era más lógico pensar en un lío entre los dos muchachos y Alejandro prefirió mantenerla en la ignorancia y no desvelarle lo equivocada que estaba. Sería complicado admitir que su hijo quería al otro chiquillo pero no como amante ni para follar juntos, sino como su compañero de esclavitud, amando los dos al mismo hombre que era su dueño.

Además, a la buena señora Alex le encantaba no sólo por ser tan guapo y educado, sino por lo cariñoso que era con ella y con sus hijos. Casi lo prefería a cualquier nuera porque veía lo contento y feliz que estaba su hijo Guille desde que conocía a ese chico y a su tutor. Cómo iba a pensar que el origen de la alegría de los críos estaba precisamente en ese hombre joven que les arreglaba el cuerpo a polvos y zurras.



Pero sí acertaba en que su hijo nunca había sido más feliz en su vida, aunque a veces le doliese el culo y le quemase como si tuviese azogue. En cualquier caso, la madre de Guille se alegraba por su hijo y en un momento en que se quedó sola con Alex le dijo: “Quieres mucho a Guille, verdad?”. “Sí, señora”, respondió el crío. Y ella añadió: “Sé que él te quiere también y hacéis muy buena pareja. Me alegro que sea feliz contigo porque pareces un buen chico. Y tu tutor es un hombre muy educado y debe quererte mucho”. Alex se quedó algo confuso, pero contestó: “Sí. Quiero a Guille lo mismo que él a mí. Y Alejandro nos quiere mucho a los dos y es feliz viéndonos contentos. Nosotros también le queremos mucho a él. Yo se lo debo todo, ya que no tengo otra familia. Bueno y ahora a Guille, claro”. La señora le dio un beso en la frente y le dijo: “Ahora no sólo a Guille, porque me tienes a mí y a Rober, por supuesto. Para mí ya eres un hijo más”. “Gracias, señora”, respondió Alex. Y ella le pidió que le llamase Aurora.

Cuando le contó la conversación con ella a Alejandro, éste sonrió pero le dijo que era una buena solución para cubrir las apariencias con Aurora. No era que al amo le gustase ocultar la realidad, pero entendía que para la madre de Guille sería demasiado fuerte saber cual era la condición de su hijo a su lado. Y que juntamente con Alex sólo eran dos viles esclavos sin voluntad para determinar su vida ni su futuro. Sólo estaban para servir a su señor y éste era el que ella creía el amable y serio tutor del novio de su hijo menor.

A Guille se lo contaron más tarde y el chico se echó a reír, pero el amo le ordenó que le siguiese la corriente a su madre. Al fin y al cabo ella no tenía por que saber lo que ocurría en la casa de la playa ni mucho menos en Madrid. Y Rober, que sí sabía algo sobre ello, no se lo diría nunca a su madre, ya que era algo que jamás entendería.

Ya estaba casi todo arreglado y Alejandro quiso dejar atado un último detalle. Le pidió a la madre de Guille que encargase un plano de la casa, que ya era suya, para proyectar las reformas que pretendía llevar a cabo en ella. Y cuando lo tuviese bien estudiado y preparado, volvería para encargar las obras a una empresa solvente. De todas formas le rogaba que, en su momento, ella se ocupase de supervisarlo todo y lo tuviese al tanto de la marcha de la reforma del inmueble.

En los dos días que permanecieron en la costa, los tres recorrieron varios lugares de los alrededores y pasaron bastante tiempo al borde del mar disfrutando del agua del Atlántico y de sol, bajo un cielo limpio y azul como la mirada de Guille. Los ojos de los dos muchachos componían el paisaje que los rodeaba. El verde de la tierra y el océano lo ponían los de Alex y del azul del aire se encargaban los de Guille. El brillo y la luz del día era cosa de la mirada de los dos chavales.

Por las noches gozaban con su amo con caricias, besos y su adorada polla que los extasiaba cada día más. Y Alejandro sentía que no cabía mejor suerte en el mundo que tener a esas dos criaturas a su servicio absoluto.

Y al terminar la cena la última noche, se despidió de Aurora y, sin más, le dijo a sus chicos, vamos a casa que mañana nos queda un largo camino para volver a la otra casa de Madrid. La madre de Guille le recomendó a Alejandro que cuidase de su hijo y que lo metiese en cintura si era necesario. Y Alejandro le aseguró que lo cuidaría como si fuese su propio hijo, igual que a Alex, y que sabía como tratar a los chavales para que se portasen bien. Luego Aurora besó a su hijo y le dijo que se alegraba de dejarlo en buenas manos. Y el chico le respondió: “Sí, mamá. Son las mejores que puede haber en el mundo y estaré muy bien con él y con Alex”.

Ya en el coche el amo les dijo a los muchachos: “Esta noche os voy a dejar el ojo del culo tan encarnado como las rosas que le regaló Isidro a Rober. Serán mis dos flores rojas por el calor de la pasión y el roce de mi verga al daros caña a tope. Y su olor me llena el olfato y dispara mis emociones al límite del delirio. Mis dos preciosos esclavos os quiero un montón!”. Y la noche fue larga e intensa como para dejar a los chavales y a su amo extenuados y felices.

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