57 La decisión

Alex andaba un poco perdido por la casa sin saber como entretenerse sin su amigo Guille. Hacía dos días que se había ido a su casa y el chaval se encontraba mal y muy triste en cuanto su amo no le daba el consuelo estrechándolo en sus brazos y llenándolo de amor, además de semen.

Alejandro venía de atender sus asuntos y encontró al chico sentado al borde de la piscina, golpeando el agua con lo pies, y le preguntó: “Estuviste nadando?. No pareces muy mojado..... Qué te pasa?”. Alex se levantó para besar a su amo y instintivamente se abrazó a él sin decir nada. Alejandro volvió a preguntarle: “Qué te pasa?. Alex, sin desprenderse de su dueño le dijo: “Recibí un mensaje de Guille. Tu amigo está en el pazo.... Y me pregunta si yo sabía algo sobre la fiesta”. El amo puso la mano tras la nuca del crío y le preguntó: “Y qué le has contestado?”. “Que no, amo”, respondió el chaval. Pero el amo quería saber más: “Y qué más te decía?”. A Alex se le humedecieron los ojos y dijo: “Que me quería mucho y nunca se olvidaría de mí. Luego simplemente decía adiós y muchos besos.......

 Amo, debe creer que no lo quieres para ti y lo dejas en manos de Isidro”. El amo preguntó otra vez: “Sólo estás triste por eso o también porque lo echas de menos?”. “Por las dos cosas, amo”, respondió el esclavo”. “Alex, prepara una maleta con lo necesario.....Vamos a buscarlo sin esperar más tiempo. Isidro es un puto cabrón y Guille no es para él. Guille es mío como tú. Venga, date prisa, que quiero llegar cuanto antes”.

El esclavo voló para hacer el escaso equipaje que necesitaban y Alejandro llamó a Pablo para ponerlo al corriente de la situación. Y únicamente le dijo que el chico lo necesitaba y adelantaba el viaje para acudir a la fiesta. Y posiblemente iba a haber pirotecnia antes del día señalado para el festejo.

Pablo le recomendó prudencia, pero que fuese firme si tenía que pararle los pies a Isidro. Y que él y Diego saldrían para Galicia lo antes posible. Tras la avanzadilla iría el grueso de la caballería para rescatar la plaza amenazada por el invasor.

Guille procuraba eludir lo más posible el acoso de Isidro, evitando encontrarse con él a solas, y, en cuanto tenía ocasión, ahuecaba el ala y se iba en bici lo más lejos posible. La madre hasta le regañó por ser tan poco cortés con ese joven tan agradable y de buen ver, que les estaba haciendo un favor enorme al contratar esa fiesta en su casa. Cómo podía saber la buena señora que el tal pretendía montarse otro tipo de jolgorio con el ojito del culo de su vástago y todo lo demás era una puta patraña!.


Pero el cosmos se apiadó de Guille enviándole a su hermano Rober de salvavidas. El chaval le contó sus penas al hermano, que llegó al pazo un día después. Y, quizás por ser la novedad del momento o por que realmente el joven era guapo y atrayente, al verlo con Guille, a Isidro le entró por el ojo el muchacho, con su pelo más rubio que el del hermano pequeño y también con los ojos azules, y le llamó la atención su aire de pijo al hablar, que no se parecía en nada al estilo natural y fresco del pequeño de la familia. Pero a Isidro esas cosas le iban y se sentía como pez en el agua charlando con Rober de cosas mundanas y lujos.

El hermano mayor de Guille le daba más importancia que él a eso de tener una casa solariega con blasones y viejas historias de antepasados más o menos gloriosos. Y fuese por una u otra circunstancia, el caso es que a Rober le cayó muy bien el gentil Isidro con sus detalles de hombre de mundo. Y le confesó a Guille que le gustaba ese tío. Rober no le hacía ascos a las insinuaciones de Isidro porque le parecía que estaba muy bueno y seguramente en pelotas mucho mejor, dado que su bragueta abultaba lo bastante para fijarse en ella. Y eso le dio la tranquilidad a Guille de que Isidro pasaba de pretender llevarlo al catre, puesto que ya su empeño era follarse a su hermano Rober.

Pero el muchacho seguía dolido con Alejandro y mantenía la idea de marcharse para no exponerse a verlo otra vez, aunque lo deseaba. No resistiría la mirada del jefe y se derretiría a sus pies. Y no sólo no tendría valor para reprocharle algo o negarse a poner el culo, sino que lo más probable era que se arrastrase suplicándole que lo hiciese su esclavo de por vida. La separación le había hecho ver con mayor claridad lo colgado que estaba por el jefe y que realmente amaba de verdad a ese hombre. Y para su desgracia tenía que ser precisamente su amigo más querido el obstáculo para ser amado por Alejandro. Y si algo no pretendía era herir ni desplazar a Alex. Lo mejor era no verlos y marcharse mientras estuviesen en el pazo invitados por Isidro.

La madre del chico lo encontraba raro, pero no lograba descubrir el motivo y, dado que las habitaciones del pazo estarían ocupadas de un día para otro, no puso reparos a que el chaval se fuese a otra casa que tenían a un par de kilómetros de la finca. Y allí se instaló el chico para estar lo menos posible en el caserón donde se alojarían los huéspedes.

Guille se pasaba las horas de soledad en un sin vivir entre la pasión y el despecho y su venganza era masturbarse cuando la necesidad de sentirse usado por Alejandro se le hacía irresistible. Extrañaba la compañía de Alex y se moría por abrazarlo y volver a estar con él. Desde la casa se veía el mar y recordaba los baños que se habían dado los dos en la playa y le gustaría competir con él para demostrar quien nada más rápido o aguanta más tiempo bajo el agua. Pero tan rápida como la ilusión se apoderaba del chaval el abatimiento y le entraban ganas de llorar.

A veces maldecía haber conocido a Alejandro y haber salido de ese mundo anterior en el que ni por asomo se le hubiese ocurrido tener relaciones sexuales con otro hombre, ni complicarse su vida sentimental más allá de unos polvetes con las chavalas que se le ponían a tiro. Y acaso no era feliz así?, se preguntaba el chico. Y su respuesta más íntima era impepinable. No!. Sólo había sido enteramente feliz con Alejandro y con Alex y el sexo para él ya era otra cosa diferente al de antes.

Ahora el placer estaba más en su ano que en su polla. Y ni siquiera eso era exacto, porque el auténtico gozo del chaval consistía en ser usado por Alejandro y servirle de zorra para su disfrute, montándola sin contar con su apetencia de polla ni su receptividad para ser cubierta. Un trozo de carne en el que descargar la lujuria del macho, que era el hombre al que amaba con más fuerza de la que nunca pensó que pudiese sentir en su joven alma.

Guille estaba atrapado en una ratonera invisible, pero de la que no le sería fácil salir sin quedar lastimado para siempre. Pudiera pensarse que era demasiado joven e inexperto para sufrir de amor de ese modo, pero los sentimientos, cuando son verdaderos, no tienen edad ni tampoco hace falta vivir demasiado para padecer sus consecuencias.

En cualquier caso, su vida ya estaba marcada por la dominación de un macho que lo sometería a su puto capricho ya fuese solamente como esclavo sexual o siervo absoluto privado de todo atisbo de libertad. Y Guille habría deseado que ese amo fuese Alejandro para toda su vida, dado que le repugnaba la idea de entregarse a cualquier otro. Porque aún en contra de su rabia y pretendida rebeldía, sabía y sentía que ese macho que lo sometió y le rompió el culo en un monte era su dueño natural.