Alex debía hacer lo que su amo le había estipulado y sólo podía esperar su regreso para saber si ya se le había pasado el cabreo o todavía traería cola la pelea con Diego. Y al entrar Alejandro en casa, el chico supo a que atenerse, porque le dijo: “Crees que es normal el número que habéis montado esta mañana?. Alex, no voy a permitir que vuelvas a repetir algo parecido. Te duele el culo?”. “Sí, amo. Mucho todavía y aún no puedo sentarme”. Contestó el chaval. “Pues ponle hielo porque en cuanto suba del sótano te toca otra ración, pero con la correa”, le anunció el amo.
Alex su arrodilló delante de su dueño y llorando como un niño le suplicó perdón y le rogó que no le azotase otra vez y menos con un cinto, porque sus nalgas ya no resistirían ese castigo y la piel se abriría hasta brotarle sangre con cada uno de los zurriagazos que le diese en el culo. Pero en ningún momento culpó de lo ocurrido al otro esclavo. El crío se dobló y bajó la cabeza para ocultar los ojos con las manos, tocando el suelo con la frente, y sus lamentos rompían el alma de su señor. Pero la piedad no reza si se trata de educar y corregir la desviación de un esclavo. Alejandro tendría que hacer de tripas corazón y darle al muchacho su merecido por pretender monopolizarlo y rebelarse contra el hecho de ver a otro esclavo en la casa de su dueño.
Y no era que Alejandro tuviese la mínima intención de adquirir en propiedad otro siervo, pero esa decisión era suya y dependía solamente de su voluntad y no de lo que desease su esclavo. Lo que le pareciese mejor a Alex le tenía totalmente sin cuidado y era necesario atajar de raíz cualquier brote fuera de tono del chaval. Y aunque le rompiese las nalgas y tuviese que ponerle árnica después para curarle las heridas y aliviarle el dolor, lo flagelaría sin dejar que su brazo flaquease por los gritos y el llanto lastimero del chiquillo.
Alejandro bajó al sótano para darle otro repaso a Diego y Alex tenía por delante una amarga espera hasta que se cumpliese la sentencia dictada por su señor. Y al quedarse solo se derrumbó y rompió a llorar como un niño perdido en medio de una feria. El mundo se le cayó encima y todo se nubló ante sus ojos. No se puso hielo en el culo, pero se metió desnudo en al piscina. Y se sintió abandonado por primera vez desde que estaba con Alejandro.
Pero también esperaba Diego a que su domador fuese a darle otra lección para saber comportarse ante un verdadero amo. Y en cuanto Alejandro encendió la luz, el chico se puso a cuatro patas con el pelo erizado y la verga tiesa, esperando la mano que lo pusiese en su sitio. La voz de Alejandro resonó en todo el espacio y Diego se puso cachondo sólo con oírlo. Ya había aprendido a otear el aire para apreciar si se acercaba y el olor de aquel hombre duro y cabrón le enajenaba los sentidos.
Y Alejandro le dijo: “Supongo que estarás arrepentido de lo que pasó esta mañana con mi esclavo?”. Sí, señor”, afirmo el chaval. Y el amo preguntó: “Qué paso?.... A cuento de qué vino la pelea?”. “Yo lo provoqué, señor. Y él sólo respondió como yo hubiese hecho en su lugar. Peleó por su terreno y su puesto a tu lado”, respondió Diego. “El no tiene ningún terreno ni el puesto de esclavo en esta casa es suyo. Es mi esclavo porque yo lo quiero y lo admito a mi servicio. Nada más. Y tú te vas a enterar de lo que supone calentarme los cascos.... Sal de la jaula que vas a bailar un poco”, le dijo Alejandro.
Diego pensaba en otra ración de látigo o fusta, pero no era eso con lo que danzaría. Alejandro lo colgó como la otra vez, pero lo amordazó para no oír gritos. Prendió una vela y dejó caer cera ardiendo en los testículos de chaval y le cubrió totalmente la polla, descapullándola para que la cera quemase el glande. Cortó un cabo de vela, pequeño, y se lo introdujo en el ano para que al arder y derretir la cera, la llama le calentase el esfínter sin llegar a quemárselo seriamente. Y mientras iba disminuyendo el tamaño de la candela puesta en el culo, le salpicó el pecho de cera y parte de la espalda y los glúteos.
Al endurecerse la cera se la arrancaba depilándole el vello hasta dejarle el cuerpo sin un puto pelo, a no ser en la cabeza, los brazos y las piernas. En el resto lo dejó lampiño como un recién nacido. Y sin descolgarlo le fustigó el cuerpo con un rebenque. La mordaza sólo permitía sonidos guturales incomprensibles, pero ilustrativos tanto del dolor como del gozo que sentía el muy perro. Y una vez castigado y con la polla medio derretida en precum, lo bajó y lo apoyó sobre una mesa con el culo en pompa. Le ató las extremidades a las cuatro patas y sin lubricante alguno se la metió entera por el agujero enfundada en látex.
Diego volvió a saber lo que era un polvo, rompiéndole el culo a nalgadas y clavándosela hasta el hígado calcando en los ijares. Alejandro lo montaba como a una puta perra, loca de celo notando al macho cubrirla. Lástima que no lo preñase!, pensaba el chico mientras el adiestrador le daba por el culo azotándole las nalgas. Pero ese privilegio sólo era para su esclavo y él nada más que era un jodido mostrenco sin dueño. Porque después de probar como trataba un amo de verdad a su esclavo, ya no podría considerar a Pedro su señor. Y aunque volviese con él no se sentiría suyo ni lo respetaría como amo. Al irse de la casa de Alejandro nada sería lo mismo, ni él volvería a sentir el sexo de la misma forma que antes. No sólo lo había domado, sino que le enseñó el verdadero gozo del dolor y el placer sin límite. Qué iba a ser de su vida sin un amo como el que ahora necesitaba?.
Alejandro no dejó que el esclavo acabase tomando por el culo y se la sacó sin correrse, como la vez anterior, con el fin de volver a ordeñarlo como a una ternera cuyas ubres rebosan leche. Sin embargo, al ser Alejandro quien se lo hacía, Diego se excitaba aún más que cuando lo follaba y soltaba más de un chorro de semen lanzado con fuerza contra la mesa. Y al recogerlo con la lengua, su pene quería empalmarse otra vez.
Al ver otra vez al amo delante suya y con la correa en la mano, Alex volvió a apelar a su clemencia y se postró de hinojos besándole los pies, suplicando: “Amo, no me pegues más, por favor..... Te lo suplico y te pido perdón mil veces..... Ponme otro castigo, pero no me rompas el culo con la correa...... No amo...... No podré soportarlo.... Me duele mucho todavía, amo........ Por piedad te lo pido. No me zurres con eso, amo”. Pero a pesar de que aquello iba a romperle el corazón al señor, más que el cuero las posaderas del crío, su decisión era irrevocable y llevaría a cabo el castigo haciendo oído sordos a sus súplicas.
Al amo le fue tan duro tragarse sus propias lágrimas como azotar a su esclavo. Y cada correazo levantaba ampollas en el corazón de Alejandro lo mismo que reventaba la piel del culo del muchacho, haciendo brotar la sangre. El dolor fue tan intenso que con el último golpe el chico se desvaneció y al amo se le cayeron las lágrimas.
Alejandro levantó en brazos a su esclavo y lo llevó a la cama. Lo posó sobre las sábanas con mucho cuidado y lo reanimó. Al abrir de nuevo lo ojos el chaval, su amo le besó la frente y limpió sus mejillas húmedas por el llanto y el sudor. Y luego lo puso boca abajo para curarle las yagas que le había causado la correa.
Alex sólo pudo decir: “Perdóname amo...... No lo volveré a hacer, te lo juro”. Alejandro no quería mostrarse tierno y le dijo: “No jures, porque te conozco como si te hubiese parido. Di mejor que procurarás no hacerlo más. Con eso es bastante..... Mi niño, tienes el culo hecho una mierda!. Creo que no podré follarte en una semana”. El chico volvió la cabeza como movido por un resorte y exclamó: “No, amo.... Eso no. Sería mucho peor que los azotes con la correa!. Aguantaré el dolor que sea necesario para sentirte dentro de mí, pero no me dejes sin tu verga, amo. Eso si que no lo resisto sin volverme loco. Amo, te necesito. No me dejes ni me quites ese alimento para mi alma”. “Alex, no voy a dejarte ni iré a ningún sitio. Me quedaré a tu lado y yo mismo te daré la cena como si fueses un crío chico que aún no sabe comer solo..... Pero primero tengo que aliviarte el dolor y atender los verdugones que tienes en el culo..... Anda estate quieto y deja que te cuide a mi modo. Y ya te daré leche después”.
Puestos los ungüentos, le tapó las nalgas con un paño de lino, muy fino, y le hizo un agujero justo a la altura del ojete. Alejandro se chupó el dedo índice de su mano derecha y lo metió por el ano del esclavo. Alex gimió de gusto e instintivamente separó las piernas para abrir más el esfínter. En pocos minutos el crío estaba cachondo y excitado como una gata y su amo se meneaba la chorra, abundantemente lubricada de babas.
Pronto montaría sobre su esclavo para aparearse con él y preñarlo una vez más. Y Alex aguantaría el sufrimiento del roce y la presión en su trasero, deleitándose con el placer de sentirlo para gozo de su señor. Alejandro besó con amor a su esclavo y vertió en él su alma convertida en semen. Y el crío la trasformó en la suya para dejarla en la mano de su dueño en forma de esperma. Y los dos lamieron sus almas en la palma de la mano de Alejandro. Y una vez más el milagro del deseo y del amor había hecho un solo ser con dos cuerpos fundidos.
Este amo no se priva de nada. Bravo Andreas!
ResponderEliminarY más que va a tener a lo largo de esta historia. Los amos deben privarse sólo lo justo.
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