"Quién dará vida al bello esclavo sino su amo?. Sus rasgos pueden ser perfectos y su cuerpo hermoso, pero sólo su señor posee el corazón del siervo que vive por y para el placer de su dueño. De su amante y de su dios. El es sólo un pobre perro triste si le falta la mano que sujete la cadena con firmeza y afecto. Solamente es carne sin el alma que le regala el amo al fecundarlo de amor"
ANDREAS

domingo, 23 de enero de 2011

44 La camiseta

Alejandro los dejó en el mismo centro de la ciudad, al lado de la calle peatonal más comercial, y se fue a la reunión fijada para rematar el tema que le había llevado hasta esa punta de la geografía peninsular.

Alex cayó en la cuenta que no llevaba dinero encima para tomar algo mientras esperaban a su amo, pero Guille le mostró su cartera diciéndole que él llevaba suficiente para hacer lo que se les antojase. Y era verdad, puesto que su madre le había dado más del necesario para invitar a sus dos recientes amigos a comer. Al ver la cantidad que el otro chaval llevaba, Alex se asombró de que su madre le diese tanto dinero para ir a la ciudad a recoger unos pantalones, que ya estaban pagados. Y el otro muchacho le dijo con tono de voz de persona mayor y de peso, que la comida era cosa suya y no iba a permitir que esa vez invitase Alejandro. Alex le aseguró que eso no sería posible ya que su amo no le dejaría pagar nada, ni esa comida ni ninguna otra cuando fuese a verlos a Madrid.

Añadió que ellos para su señor sólo eran unos mocosos para ser usados como le saliese de los cojones y nunca les consideraría como personas libres para disponer por si mismos de lo que pudiesen tener o desear. A él no le daba la oportunidad ni de hacerle un regalo, porque, aunque en teoría tenía dinero heredado, Alejandro le costeaba hasta el mínimo gasto tanto necesario como superfluo, sin que dispusiese de lo suyo. Y cuando iba a alguna parte solo, le daba lo justo sin pasarse ni un céntimo. A su dueño no le gustaba que manejase dinero, ni le hacía falta para nada, además. Y por eso no llevaba nada en el bolsillo y se le había olvidado pedírselo.

“Y para que quieres tu dinero, entonces?”, preguntó Guille.“Para nada...... Yo considero que es de mi amo, igual que yo, pero él no quiere tocarlo. Así que sólo produce beneficios que se quedan en un banco. El sabrá que quiere hacer con eso, porque a mí no me preocupan esas cosas, ni me dice como lo invierte, ni me interesa saberlo. Yo sólo le sirvo y nada más”. “Así que estás forrado!”, exclamó Guille con los ojos más azules que el cielo. Y añadió: “Bueno, pero como vas de pobre y no tienes un puto chavo encima te invitaré yo a lo que quieras. Y además te voy a regalar algo. Cuando estemos en la tienda, elige lo que quieras que te lo compro yo”. “Ni de coña!, dijo Alex, añadiendo: “Todo lo que llevo puesto lo elige mi amo también. Hasta los calzoncillos. Y si aparezco con algo diferente me lo hace comer después de hacerlo trizas”. “Seguro que si te lo regalo yo no dice nada ni se cabrea”, aventuró el otro chico.

Alex se mantenía en sus trece de no aceptar regalo alguno de Guille, pero el amigo se empeñó en comprarle una camiseta color azul, muy moderna y de su misma talla, que a Alex le quedaba de maravilla remarcándole el torso y los pectorales. Los chicos se probaron más cosas porque el dependiente se mostró amablemente empeñado en tenerlos en el establecimiento el mayor tiempo posible. Seguramente porque los dos le gustaron, ya que estaba empeñado en que se pusiesen prendas de cintura para abajo. Y como los chavales no cerraban la cortina del probador, el tipo no les quitaba ojo de encima al llegar el momento de bajarse unos pantalones y ponerse otros. La verdad es que verlos en slip o boxer ajustados, como los que usaba Alex, era una delicia para recrear la vista. Los dos tenían unas nalguitas redondas que daban ganas de mordérselas como si fuesen manzanas.


Cuando se cansaron de exhibirse en gallumbos y ponerle los dientes largos al de la tienda de ropa, se largaron riéndose con una bolsa cada uno en la mano. Guille con los pantalones que tenía que recoger y Alex con la bonita camiseta que le regaló su amigo. Ahora el problema estaba en lo que diría el amo de todo eso.

Se sentaron en una terraza bastante concurrida a esas horas, situada en una vieja plaza de la ciudad, en la que había estado hace tiempo el Ayuntamiento y fuera escenario de pasadas batallas contra los soldados de Napoleón, porque allí habían quedado con Alejandro y no por vencer a los franceses, y se tomaron una birras. Alex no objetó nada en contrario y pensó que de perdidos al río. Si su amo le cascaba por una cosa, que de paso le zurrase por dos. Y con un poco de suerte también le metería dos polvos con la doble ración de azotes.

Alejandro los encontró muertos de risa y haciendo chistes a costa del solícito tío de la tienda, que por cierto también era joven. Y les preguntó cual era la causa de tanto jolgorio. Los chavales se pusieron serios y le contaron todo lo que habían hecho. Lo de la cerveza no era necesario puesto que aún estaba en la mesa el botellín.

Alex se excusó por lo del regalo y también por pedir una bebida con alcohol, pero el amo le dijo: “Tu amigo quiso obsequiarte con esa camiseta y hubiese sido un desaire no aceptarla. Una cosa es que yo elija lo que debes vestir y otra que alguien que te aprecia te haga un regalo. Además es muy bonita y apropiada para ti. La elegiste tú Guille?”. “Sí, señor..... Me pareció que a Alex tenía que favorecerle mucho y creí que debía hacerle un detalle por lo bien que lo pasamos estos días. Espero que no te desagrade”, dijo Guille. “No. Y tienes buen gusto. Te agradezco que se lo hayas hecho. Me demuestra que eres un tío guay y que merece la pena ser tu amigo. Lo que me gusta menos es que beba cerveza sin mi permiso, pero por esta vez y estando contigo voy a pasárselo. Un día es un día y no habrá represalias por eso..... Me tomo otra cerveza yo también y nos vamos a comer”. “Gracias, amo”, dijoAlex. “Te estás haciendo mayor, mi niño. Ya tomas bebidas de hombre. Pero no te acostumbres demasiado que enseguida te lo restrinjo a hostias como te pases..... No me habéis dado un beso y supongo que os importará un carajo que haya gente delante para dármelo”. “No sabíamos si te enfadarías. Pero claro que te lo doy y en la boca si me dejas”, contestó Alex, “Y yo también quiero”, dijo Guille. Y los dos besaron a Alejandro en los labios.

Y el hombre les dijo: “Sois dos putitos preciosos y si tuviera más tiempo os daba por el culo antes de emprender viaje. Guille quiero que vengas a Madrid dentro de dos fines de semana y ya veré el tiempo que te quedas en casa. Díselo a tu madre en cuanto la veas. Ah. Nada de follar con otro tío. Eso sólo lo harás conmigo. Entendido?”. “Sí, señor”, respondió Guille, pero añadió: “Si quieres tampoco follaré con tías y me reservaré entero para ti, señor”. “Si se te presenta la ocasión de tirarte a alguna, me llamas al móvil y ya veré si te lo autorizo. Desde ahora, en cuestión de sexo, sólo harás lo que yo diga. Está claro?”, le ordenó Alejandro. Y el muchacho acató la orden sin el menor síntoma de pesadumbre. Y preguntó más: “Eso significa que me aceptas como esclavo, señor?”. “No, pero sí te tomo como sumiso para mi capricho y placer. Y por eso no quiero ni te permito que te toque nadie sin mi permiso. De alguna manera también eres mío, aunque sólo sea para usarte sexualmente. Sólo me pertenece tu cuerpo, no tu vida. Alex es todo mío y no tienen vida distinta a la mía. Por eso él es mi esclavo y tú un sumiso al que puedo utilizar como perro si quiero. Comprendes la diferencia?, aclaró Alejandro. “Sí, señor. Y te obedeceré como un puto cordero para que me trates como a una perra”, afirmó Guille sin molestarse en disimular el bulto que se le formó en la entrepierna.

Ya estaba como una gata levantando el rabo para que el macho le oliese mejor el coño pringado de celo. Aquel chico tenía una actividad hormonal, que le provocaba una delirante necesidad de sexo. Alejandro se dio cuenta que desde que lo conocía pocas veces lo había visto desempalmado. Durante el tiempo que estuviese en su casa lo tendría controlado con un cinturón de castidad para el pito o desgastaría la salud a pajas y corridas. Y como consecuencia de este pensamiento, le prohibió cascársela más de una vez al día.


Y eso ya no lo asumió tan contento el muchacho, pero sabía que tenía que obedecer a su señor o saldría perdiendo en polvos y leche y ganaría más palizas en el culo.

Y después de comer Alejandro y su esclavo emprendieron camino hacia Madrid, dejando a Guille bastante triste. La despedida entre los dos chicos fue emotiva y Alex estuvo cabizbajo bastante rato. Hasta que su dueño le dio una alegría en un retrete de un bar de carretera. Y la irritación del culo lo tuvo contento hasta llegar a casa.

2 comentarios:

  1. Me encanta... Pero me gustaría que Alejandro bajara a Alex al sótano alguna vez... je je

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