Alejandro le anticipó a su esclavo con la leche acumulada durante la noche, un tente en pie, previo al desayuno, que el crío engulló extrayéndolo con su boca de la polla de su amo.
Era todo un vicio el que tenía Alex por mamar el semen de su dueño nada más amanecer, pero Alejandro no siempre se lo daba de ese modo, porque prefería inyectárselo por vía anal. En cualquier caso, el chico siempre empezaba la jornada fecundado con la savia de su señor y eso le daba una extraordinaria energía para quemarla con sus ejercicios físicos y las otras tareas que tenía que realizar a lo largo del día.
El desayuno en la mesa no era más que una escusa para decirle a su estómago que también tenía que comer otros alimentos para mantener una dieta más variada, pero no más rica en vitaminas. Y esa mañana, antes de sentarse a la mesa con su amo, Alex fue a despertar a Guille, que aún resoplaba desnudo sobre la cama, totalmente dormido y empalmado.
La verdad es que daba la impresión que a ese chico le habían metido una varilla por la uretra y su pito no podía bajarse ni para mear. La mayor parte del tiempo se lo pasaba con la polla en ristre, el cabrón!. Y Alex le hizo la gracia de atarle un lazo rosa en el pene para llevárselo a su señor así, medio en sueños y excitado como un ceporro.
Guille casi ni se enteraba de lo que le hacía su amigo y se dejó llevar como un sonámbulo, sin darse cuenta que lo había preparado para regalo. Al verlo, Alejandro se echó a reír y le agradeció a su esclavo el detalle. Y sin esperar más sacó la verga y la untó con mantequilla para sentar en ella a Guille. Y el chico se despertó del todo y se dio cuenta que el jefe le había taladrado el culo y lo tenía sobre sus piernas como a un nene, pero empalado. Para él fue el despertar más estupendo de su vida. Fue amanecer a una nueva existencia en la que su misión consistía en ser el objeto de placer para el macho que era su jefe.
Y Alejandro le preguntó: “Qué te apetece tomar, Guille?”. “Por el culo, jefe!”, exclamó el chaval soltando babilla por el capullo. “Eso lo sabemos y ya estás tomando tu primera ración del día. Pero me refiero para meter por la boca directamente al estómago. Que te apetece más?”. Y Guille respondió sin dudarlo: “Más leche. Pero de la que sale por la punta de una polla, jefe”. “Pues yo sólo tengo una y esa la tienes paseándose por dentro. Quieres la leche de Alex?”. “Jefe, si no me vas a dar más de la tuya, pues sí. La de Alex está muy rica también”, agregó Guille.
Alex lo miró con los ojos abiertos de incredulidad, como preguntándose como podía ser tan puto el jodido Guille. Pero su amo no le dio opción ni a pronunciar palabra y le ordenó que le diese leche al chico, alegando que hay que saber agasajar a los invitados como es debido. Y el cabronazo de Guille se puso las botas a primera ahora de la mañana con dos grifos de carne llenándole el estómago y el vientre de esperma en cantidad. Eso sí que era puto vicio!. Y luego todavía desayuno como un pepe. Vamos que se puso morado el puñetero chaval!.
Cuando Alejandro se fue a sus quehaceres y quedaron solos en casa, Alex le recriminó a Guille que le chupase la verga de esa manera tan ansiosa, que casi se la come. Pero el otro lo enganchó por la cintura y empezó a darle besos en las mejillas y por la frene y la nariz, diciéndole que era el mejor amigo que tenía y que lo quería a morir. Y que su leche estaba buenísima. Mejor que un helado de vainilla y caramelo. Y que estaba feliz de ser el juguete sexual de Alejandro. Su jefe como le llamaba el chico.
Alex le llamó de todo, pero terminó riendo y mordiéndole las orejas y las narices también. Y al rato ya estaban chapoteando en la piscina haciendo carreras o dándose caladas uno a otro, como críos. Como lo que eran en realidad. Un par de críos encantadores con ganas de vivir y pasarlo bien a todas horas. Aunque la diferencia entre ambos estaba en que el menor era más responsable y maduro y no olvidaba hacer sus deberes con toda la atención y el esfuerzo necesario, tal y como le exigía su dueño. Guille era más despreocupado para esas cosas y en esta ocasión contagió al otro.
Al bajar del coche, Alejandro oyó risotadas y exclamaciones, que venían de la parte de atrás del jardín, y se acercó con cautela para descubrir que hacían los chicos. Primero se sorprendió, pero al minuto se partió de risa con la escena. Alex, tirado por la hierba, se retorcía a carcajadas viendo a Guille a cuatro patas con un gladíolo metido por el culo y moviéndolo como un cola, ladrando y gritando que era la perra más puta del barrio y estaba en celo esperando que su macho viniese a cubrirla y preñarla. Daba saltos sobre las patas y no paraba de mover el trasero para agitar el rabo floral y aullaba o ladraba alternativamente para indicar lo caliente que andaba. Y, por si había dudas, decía que ya estaba madura para que la montase su macho y le daría una preciosa camada de diez perritos por lo menos.
Luego correteaba a gatas de un lado a otro husmeando los arbustos y lo mejor fue verlo agachar el culo para mear en un terrario y acto seguido ir a beber en un cuenco en el que Alex le puso agua fresca. Guille se había metido tanto en su papel de perra, que le dijo a su amigo que trajese un cinturón y se lo pusiese al cuello y lo pasease por la correa como a una perra casera. Porque gritaba que perra sí era, pero no vagabunda ya que tenía dueño. Su jefe. Si Alejandro no era su amo como esclavo sí lo era como perra. Y los dos chavales se morían de risa con ese juego y las procacidades y chorradas que se les ocurría decir a uno y a otro.
Cuando Alejandro se canso del espectáculo se dejó ver y los dos se quedaron parados. El amo le preguntó a su esclavo: “Quieres tener un perro?”. Y el chaval se excusó: “No amo. Sólo estábamos jugando y nada más”. “Vale.... Y tú quieres ser un perro?”, le preguntó a Guille. “Jefe, soy como una perra cachonda cuando te huelo cerca y me caliento”, respondió el chico. Y el jefe añadió: “Ya lo veo. Ya estás empalmado como si no te corrieses en una semana. No sé que voy a hacer contigo.... De momento usar esa correa para algo mejor que ponértela al cuello. Porque estoy seguro que no habéis hecho todo lo que os mandé esta mañana..... Me equivoco?”. “Amo, se nos pasó el tiempo en el agua y faltan los ejercicios de gimnasia. Pero corrimos y nadamos mucho, amo”, dijo Alex. “Ya.....Tuviste buena idea al traer la correa.... Poneos de rodillas los dos...... Uno al lado del otro. Y ahora a cuatro patas como perros e ir contando los azotes hasta veinte cada uno. Y no os pego por lo que hicisteis, que me hizo mucha gracia, sino por descuidar los deberes que os puse”. “Perdón, amo”, rogó Alex. “Perdón , jefe. Fue culpa mía”, dijo Guille. Pero los azotó a los dos y les dejó el culo señalado por los trallazos del cinto.
No lloró ninguno,y Alejandro los puso sobre sus rodillas por turno para aplicarle crema suavizante y amortiguarles el dolor y el escozor en las nalgas. Y al incorporarse cada uno, su pito estaba duro por el roce con las piernas de Alejandro. Y el de éste también, al tenerlos con el culo a su merced pringándoselo de crema hasta por el ojete. Y no le quedó más remedio que ponerlos a cuatro patas otra vez sobre la hierba y darles rabo alternativamente a uno y a otro, metiéndosela sin parar. Y para que no hubiese favoritismos ni celos, al estar a punto de eyacular, se plantó delante de los chavales y soltó chorretes de semen en la boca de ambos, al mismo tiempo que ellos se vaciaban en el césped.
Por la tarde sestearon en el porche y tuvieron más verga del amo y del jefe, respectivamente. Pero los chicos eran algo viciosos y todavía esperaban algo más antes de dormirse. Así que el amo, enviciado con los dos putos críos, hizo un esfuerzo y los uso otra vez. A Guille antes de cenar y a su esclavo en la cama como de costumbre. Aquel par de culos iban a acabar con él. Menos mal que Alejandro era joven y fuerte como un toro y podía cubrir más de una o dos terneras al día. Sus cojones fabricaban leche en demasía para almacenarla durante horas sin darle salida el producto.
Podía caducársele en las bolas y sería una pena tal desperdicio. Lo mismo que la de los muchachos, que se elaboraba con más rapidez en sus pelotas y, al ser más pequeñas que las de Alejandro, había que vaciárselas antes que a él.
Para estar relajados, los críos necesitaban dos poluciones por cada una del macho dominante que los follaba. Así que los chicos, con frecuencia, se corrían durante y al terminar el polvo, en cuanto notaban el riego de semen del amo o jefe dentro de sus tripas o en sus gargantas. Y con la de Alejandro, al menos reponían una de las lechadas que ellos perdían. En realidad se creaba un perfecto equilibrio vital y energético, fluyendo el esperma de la verga más grande a los cuerpos que la tenían más pequeña, pero duras y erguidas como estacas, y abarrotadas de vicio y lujuria.
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