Llegaron a la ciudad un poco antes del almuerzo y Alejandro llevó a su esclavo a comer a un famosa marisquería, cuyo nombre recordaba desde niño, y no se arrepintió de haberlo elegido porque comieron como reyes. Quizás demasiado, pero en la mitad norte del país uno se sienta a comer en serio y no sólo a degustar platos. El chico se puso morado de percebes, que le encantaban, y también rindió cuentas con un centollo y se las vio cara a cara con una repleta fuente de camarones y un bogavante a la plancha por cabeza, todo de la ría, lógicamente.
Luego se tomaron algo de pulpo, al modo tradicional de las ferias, y también picaron empanada de vieiras y otros mariscos menores, como las navajas. Lo regaron con vinos blancos de denominación de origen de la zona y para continuar libando el caldo de la uva se enfrentaron con unos sargos al horno. Terminaron con un postre ligero, pero muy fresco y delicadamente presentado y adornado con una red de chocolate flotando en el aire.
Al chico casi le sale barriga, pero afortunadamente no sólo tenía buen diente sino mejor estómago para digerir pronto todo lo que había comido sin molestias ni ardores. De todos modos los dos se encontraban algo pesados y necesitaban descanso y luego ejercicio. Así que Alejandro prefirió seguir camino hasta el alojamiento al otro lado de la ría y descansar del viaje y la comida con una siesta tras un relajante baño de agua caliente y rematar la jugada en la cama con su esclavo.
Alex quedó encantado con el lugar elegido por su señor y estaba deseando pasear por el parque y los jardines del pazo. Posiblemente echaban a volar su imaginación y se veía él mismo siendo el siervo del rico señor de aquella mansión, en otra época y otro estilo de vida, pero en lo referente a la propiedad y sumisión, no demasiado diferente a su realidad presente. Y para mayor coincidencia, el amo sería también Alejandro, con patillas y un fino bigote retorcido en las puntas al estilo del diecinueve.
Iría más tarde con su amo a ver las antiguas cuadras de la casa y pensaría de que manera hubiera cepillado el caballo para su amo y una vez ensillado se pondría a cuatro patas al costado del noble animal, a modo de banqueta, para que a su señor le fuese más cómodo montar su alazán. Y probablemente el amo le azotaría con la misma fusta con que azuzaba a su montura, para hacerle trotar también y obligarle a servirle con prontitud y esmerada diligencia.
Pero de momento sólo le daría veinte azotes con su mano y con las nalgas rojas debía prepararle la bañera a su dios y frotarle la espalda enjabonándola y acariciándosela para que dormitase con sus masajes. Luego se metería él en la misma agua junto a su dueño para que lo lavase a él y usase su cuerpo dentro del agua si le apetecía un rato de sexo enjabonado y acuático.
Tumbados sobre la cama, Alex esperaba el beso de su amo que encendiese la mecha para explotar de pasión sobre las sábanas. Y ese momento llegó y el amo inició el recorrido por el cuerpo del esclavo siguiendo de memoria y con los ojos cerrados todos los contornos y parcelas de la anatomía corporal de su Alex. Lo tenía tan admirado y tan palpado, que sabía por la yema de sus dedos en que punto exacto le estaba sobando. El chico suspiraba deliciosamente caliente y su sexo era un volcán en ebullición que erupcionaría en cualquier momento si su amo no le controlaba el delirio para retener el orgasmo en los huevos del chaval.
Alejandro sabía destapar el frasco del vicio en el cuerpo de su esclavo y Alex gemía con respiración acelerada y quejidos de gozo. Después de lamer y chuparle sus partes, lo penetró por delante con las patas del muchacho dobladas sobre el pecho para obligarle a ofrecerle mejor el ano. Alex vibró de lujuria y tembló de pies a cabeza cuando su señor se corrió dentro de su culo. No pudo aguantar a que Alejandro le autorizase eyacular y le cayó su semen en la cara.
Pringado de esperma hasta los ojos, miro con temor a su dueño esperando su desaprobación, pero Alejandro se inclinó para lamer la leche que cubría los labios, la frente y las mejillas del esclavo. La del amo estaba a buen recaudo en el vientre del muchacho.
Se besaron y el chico el dijo a su amante: “No creo que se pueda ser más feliz en esta vida”. Alejandro se acostó a su lado y lo abrazó para decirle: “Es que no se puede ser más feliz, Alex”. No se molestaron en lavarse. Cerraron los ojos y se durmieron enlazados.
Más tarde se volvieron a amar y se limpiaron con cariño uno al otro y bajaron para dar una vuelta por los alrededores de la finca. Y Alejandro dijo: “Mañana te dejaré ir a la playa”. Y prosiguió: “Mientras voy a resolver los asuntos que tengo pendientes en la ciudad, tú irás a tomar el sol y a nadar y hacer ejercicio corriendo por la orilla. Y volveré para comer juntos en alguna taberna de comida casera de las que hay cerca de la playa. Me esperas allí y te recojo en cuanto pueda. Y no te pases con el sol, si ves que te está quemando demasiado te tomas algo en un bar o te sientas bajo un árbol en el bosque que circunda la arena. Queda claro?”. “Sí, amo. No tienes de que preocuparte”, respondió Alex.
A la entrada del caserón estaba un joven tirando a rubio y con ojos azules, con claras reminiscencias de los antiguos celtas, que saludó a la pareja amablemente. El muchacho se presentó como uno de los hijos de la dueña del pazo y les preguntó si deseaban algunas sugerencias respecto a los lugares cercanos que podrían visitar durante se estancia. Alejandro le contestó que ya conocía la zona desde pequeño, pero Alex no y podría necesitar que le indicase como llegar a la playa, ya que pensaba ir solo por la mañana. El chico, se ofreció a acompañarlo dado que él solía ir todas las mañanas a bañarse y tomar el sol y podía llevarlo hasta allí sin problema alguno. Alex no mostró interés en ello, pero Alejandro sí aceptó la oferta y le agradeció al chaval que llevase a Alex con él. Y dijo: “Alex, al terminar el desayuno te vas con él y me esperas en la playa como te he dicho ante. Y gracias por tu amabilidad. Cómo te llamas?”. “Guillermo, pero me llaman Guille”, respondió el joven. “Encantado, Guille. Yo me llamo Alejandro y él Alex”, contestó Alejandro. Y el chico añadió: “Qué gracia, os llamáis igual”. “Sí. En realidad nos llamamos igual. Pero no es por casualidad. Su padre le puso mi nombre y por eso coinciden”, puntualizó Alejandro. Y Guille preguntó: “Sois familia?. De entrada creí que eráis amigos”. “Somos amigos y también algo más que parientes. Comprendes?”, contestó Alejandro. Y el chaval sonrió y dijo: “Sí. Mi hermano también tiene un amigo que es algo más para él”. Y Alejandro quiso saber: “Es más joven que tú?”. “No. Ya tiene veinticinco. Me lleva dos años”, respondió Guille. Y Alejandro insistió: “Y tú no tienes ningún amigo así?”. El chico lo miró con una mezcla de picardía e inocente osadía al mismo tiempo y contestó: “No soy gay. Ahora no tengo novia, pero la tuve hasta hace poco”. Alejandro se rió y le interrogó: “Y tu hermano lo es?”. “Vosotros también, verdad?”, contestó el chico preguntando al mismo tiempo, como es típico en la gente de esta vieja tierra.
Alejandro soltó una carcajada y le respondió del mismo modo: “Tú que crees?”. Guille se echó a reír también y añadió: “Aunque no me guste mucho el novio de mi hermano, no tengo nada en contra de los homosexuales. Es un tío de tu edad, más o menos, pero no me cae bien. Pero a mi hermano Roberto le gusta. Así que hay que aceptarlo mientras no eche los pies por alto y el bobo de Rober se dé cuenta que no le conviene ese tío. Y Además yo sé que le pone los cuernos, porque se lo quiso montar con un amigo mío y éste no quiso follar con él, precisamente por estar liado con mi hermano. Pero allá él. Yo no pienso decirle nada más. Cuando no pase por la puerta con los cornalones que le pone el otro ya espabilará”. “Guille, en cosa de enamorados es mejor no meterse. Estás seguro que tu hermano no sabe que su novio folla con otros?”, dijo Alejandro. Guille negó con la cabeza y añadió: “No. Se cree todo lo que le dice y lo tiene embobado. Cuando le pregunta si se acostó con otro, miente como un cosaco y encima se pone de morros porque mi hermano duda de él. Una vez le pegó ladillas y todavía le echaba la culpa a Rober. Tiene mucho morro el cabrón!”. Alejandro miró a su esclavo y dijo: “Probablemente esa relación está mal enfocada. Pero en cosas de ese tipo es preferible no opinar y que cada cual se arregle a su modo. Alex y yo no tenemos problemas parecidos a los de tu hermano. Este muchacho es mío y de nadie más. Verdad pequeño?”. “Sí, a..... Alejandro”, respondió el esclavo. Y el amo le indicó: “Por qué no dices la frase como es debido y te cortas delante de este muchacho?. Responde otra vez, Alex”. “Sí, amo”, pronunció el crío.
Guillermo miró detenidamente a uno y a otro, pero no dijo nada. Y Alejandro le confirmó que al día siguiente Alex iría con él a la playa. Y si le apetecía quedarse a comer con ellos cerca de la playa, estaría encantado de invitarlo. El muchacho respondió que sí. Que estaría encantado de acompañarlos a comer, porque le parecían un par de tipos muy interesantes.
Siempre dejando con la intriga a ver q sucede a continuacion jajaja buen recurso de escritor, mis felicitaciones!!!
ResponderEliminarBesos
Caramba, es cierto, nos deja con la miel en los labios, ¡Ufa!, jajaj
ResponderEliminarSi no se le pone un poco de interés en la narración, tanto polvo puede aburrir. O no?
ResponderEliminarno, los polvos nunca aburren jajaja
ResponderEliminarme da que al tal Guille lo vuelven gay en un momento jeje