"Quién dará vida al bello esclavo sino su amo?. Sus rasgos pueden ser perfectos y su cuerpo hermoso, pero sólo su señor posee el corazón del siervo que vive por y para el placer de su dueño. De su amante y de su dios. El es sólo un pobre perro triste si le falta la mano que sujete la cadena con firmeza y afecto. Solamente es carne sin el alma que le regala el amo al fecundarlo de amor"
ANDREAS

domingo, 23 de enero de 2011

37 El camarero

Alex parecía adormilado y su amo le tocó en el muslo para espabilarlo y preguntarle si estaba bien. El chico se sobresaltó por un momento y miró a a la carreta por si pasaba algo, pero Alejandro le dijo: “Tranquilo que no pasa nada. Sólo quise comprobar si dormías y, también, si tienes sed o quieres mear”. El chaval sonrió somnoliento y contestó: “Sí, amo. Las dos cosas. Me quedé traspuesto con el calor. Y eso que llevamos el sol de espaldas”. “Pues paramos en la próxima área de servicio”, dijo el amo. Y Alex le preguntó: “Estás cansado, amo?. Si quieres conduzco un rato para que descanses”. “Vale. Luego lo llevas tú hasta la próxima parada”, aceptó Alejandro.

Viajaban desde la capital del país, rumbo al noroeste, por asuntos de trabajo y Alejandro quiso llevar al chico con él y pasar el fin de semana en la costa en una privilegiada parte del viejo reino. Era la tierra de sus ancestros, aunque ya no tenía parientes en ella, y eligió como hospedaje una vieja casa noble, coronada de dientes de almena y rodeada de un frondoso parque, que sobrevivía del turismo rural. Estaba situada frente al mar y en una loma casi encima de una playa de arena blanca y fina, elaborada por el océano en su perpetuo ir y venir lamiendo las rocas. Desde hacía tiempo le debía una visita a ese pueblo marinero, donde pasara tantos veranos siendo niño, y el viaje a la ciudad más grande e industrial de la zona, sería una ocasión para disfrutar con su esclavo el saludable aire salobre del Atlántico y degustar la rica gastronomía de ese rincón del mundo, considerado en otros tiempos el fin de la tierra.

"Alex, mientras lleno el depósito, ve al bar y pide dos cafés y dos aguas frías sin gas. Y espera a que yo vaya para ir al baño”. “Sí, amo”, acató el chaval. El bar del área de servicio estaba bastante concurrido de gente, en su mayoría viajantes, y algunos tipos con aspecto rudo que sin duda debían ser los camioneros de los vehículos pesados y remolques estacionados en el exterior.

El chico entró sin ver hacia nadie y se dirigió a la barra para pedir las consumiciones que le ordenara su amo y esperó a que un joven camarero le atendiese con una franca sonrisa. Alex, educadamente le dijo que deseaba y el otro chaval lo miró directamente a los ojos sin dejar de sonreírle. Desde la máquina del café, el camarero volvió la cabeza para encontrarse con la mirada de Alex, pero éste no se ocupaba ni le preocupaba lo que hacía el chico y menos le importaba verle el trasero de paso que hacía los cafés. Alex nunca se fijaba en otro hombre que no fuese su dueño y no hizo falta que se lo prohibiese Alejandro. Sencillamente no le interesaban para nada y hasta podría parecer que no era homosexual y por eso no le molaban los tíos, sino fuese que también pasaba de la tías olímpicamente. Y eso en un muchacho tan agraciado y tan joven todavía ya era algo más raro. O era carne o pescado, pero asexuado no tenía sentido.

En eso entró Alejandro y le preguntó si ya había pedido. Y antes de que Alex contestase el risueño camarero ponía las tazas y las aguas sobre la barra delante de la pareja. Ahí debió a empezar a entender el joven cual era el motivo del desinterés mostrado por Alex hacía todo bicho viviente que estaba en el local. Sólo con ver la mirada del hombre y como se la devolvió el guapo muchacho, bastaba para darse cuenta que se cocía entre ellos. Este par de pavos están liados, se dijo para sus adentros el camarero. Y también le dio un repaso al cuerpo de Alejandro sin regatearle su mejor sonrisa de aprobación.

Al chico del bar le hacía falta un sobeo con polvo, pero seguramente no le faltaba un camionero o viajante que se lo diese a diario en un retrete. Pero lo nuevo siempre llama la atención e indudablemente amo y esclavo eran dos tipos muy atractivos. Y pocos maricas pondrían reparos a bajarse los pantalones ante ellos. Alejandro le permitió a su esclavo que fuese a mear y todavía no traspasara el chico la puerta de los baños, uno de los tipos que estaban al otro extremo de la barra se levantó y fue tras él. Era un tronco de unos treinta y tantos años, con camisa a cuadros remangada sobre los codos que dejaba ver unos bíceps sobrecogedores.

Alejandro lo siguió con la mirada pero no se movió. Pero la urgencia urinaria del camionero no le pasó por alto al camarero y éste le dijo a Alejandro: “El chico puede tener problemas. Ese tío ya me atacó a mí una vez en el váter y casi me viola. Yo no me atrevo a decirle nada, pero mi jefe no le deja entrar en este bar para evitar problemas. Lo que pasa es que ahora no está para echarlo y a mí me puede matar de una hostia si lo intento”. Alejandro le agradeció al mozo su advertencia y le contestó: “Mi chico sabe defenderse solo. Hace yudo y no es malo en ese arte, además tiene un buen cuerpo y es fuerte, como ya te habrás fijado al verlo........ De todos modos voy a ver como se las está arreglando con ese mostrenco”.

En el instante en que Alejandro entraba en los retretes, el bruto animal yacía en el suelo tirado boca arriba y Alex le pisaba la garganta con un pie. El amo le preguntó a su esclavo: “Qué pasó?”. Y el muchacho respondió: “Me agarró por detrás mientras meaba y quiso meterme mano. Pero me escurrí y tuve que hacerle algunas llaves para noquearlo. Ya está todo controlado y no creo que tenga ganas de más”. “Ya has meado?”, pregunto el amo. “No”, contestó el esclavo. “Pues mea tranquilo que lo vigilo para que no se mueva. Pero mea en su cara porque tiene pinta de urinario. Y después le meo yo también”. Y dicho y hecho, los dos se mearon encima de aquel camionero salido y sin modales.


Al volver a la barra, el camarero le ponía al corriente del incidente a una pareja de policías de tráfico, que ya conocían al sujeto. Los agentes el preguntaron a Alex si quería interponer una denuncia, pero el amo intervino y les dijo que el chaval ya había solventado la cuestión por sus propios medios y no podían perder tiempo ya que iban apurados con el horario. Uno de los polis le preguntó a Alex que había pasado y él le dijo: “Me atacó por detrás al estar meando y me sobó el pecho y el culo, pero me zafé de él y pegó un resbalón. Pero no pude cortar la meda y le moje la cara al caerse al suelo. Lo siento”. “No lo sientas, chaval, que a ese maricón le hacía falta que alguien le lavase los putos morros. Ya no eres el primero que intenta violar el muy cabrón. Sin ir más lejos a este chico también lo atrapó en el baño y se salvó porque un cliente entró y lo ayudó. De lo contrario se la clava contra el urinario. Como que ya se la tenía medio dentro del culo. Verdad, chaval?”. Y el camarero aseveró: “Es verdad. Hasta me rompió los calzoncillos y me penetró con el capullo solamente. Pero si no llega a entrar el otro tío, me rompe el culo el muy cerdo!”. “Bueno, pues si no nos necesitan seguiremos patrullando. Que tengan buen viaje”, dijeron los de tráfico y se largaron.

Alejandro volvió a darle las gracias al camarero y le dijo: “Supongo que le agradecerías la ayuda al tipo que te salvó de la violación?”. El chico se rió sin complejos y le contestó: “Naturalmente!. No sólo me salvó sino que me ayudó a lavarme un poco y a serenarme. Y como ya tenía los slips rotos y no hacía falta bajarlos me echó un polvo buenísimo. Era un tío muy atractivo y educado, como usted”. Alejandro soltó una carcajada y le dijo: “Es un apena que estés solo en la barra y no pueda corresponderte de un modo tan agradable. Tienes un culo muy elocuente para entretenerse un rato sobándotelo y probando como la traga”. El chico ni lo dudo un instante y añadió: “Si es por eso, mientras yo voy a mear, se queda un rato mi compañera que está en la cocina”. “Pues yo también tengo ganas de mear otra vez. Alex espera en el coche que voy enseguida. Lo justo para mear con ganas. Tienes condón, chaval?”, dijo Alejandro. “Sí”, respondió el camarero. “Vamos”, dijo Alejandro. Y el chico preguntó: “Con un par será suficiente?”. “No tenemos tiempo para más de uno”, contestó Alejandro. Y se lo folló en un retrete después de que le chupase la polla unos minutos.


Alex estaba sentado al volante del coche y en cuanto entró su amo arrancó. Durante un par de kilómetros hubo silencio entre ellos, pero el amo lo rompió diciendo: “A que viene esa cara tan seria?..... Es que ahora el esclavo se ha puesto de morros?”. Alex estaba resentido por haberse follado a otro su amo, teniéndolo a él, pero era consciente que no era nadie ni podía atreverse a poner mala cara por nada de lo que su amo hiciera, puesto que un esclavo es menos que una boñiga de vaca y su dueño incluso debe poner cuidado en no pisarlo para no mancharse.

El amo le increpó a que hablase y el chaval dijo: “Perdona, amo. Pero es que yo pienso que debo ser quien te sirva siempre para vaciar tus cojones. Y teniéndome a mano por qué has usado a ese otro tío?”. “Alejandro fingió enfado y le gritó: “Cómo te atreves a cuestionar mis decisiones y caprichos?...... Eso te costará una zurra de cincuenta o cien azotes con cinto y no catar mi verga en dos días, por lo menos...... A no ser que te arrepientas e implores perdón en público y de rodillas. Así que vas a dar la vuelta, entras otra vez en el área de servicio y en la cafetería, delante de todos y sobre todo del camarero, me pides perdón arrodillado ante mí y dejando claro que sólo eres un puto esclavo idiota”. Alex, casi llorando contestó: “Sí, amo. Lo haré, pero no me dejes sin tu verga dos días. La zurra la merezco y no me importa aunque me duela la hostia. Pero privarme de tu polla y tu leche no lo soporto, amo. Daré la vuelta y me postraré como quieras y gritaré suplicándote perdón y pregonando a todos que soy tu puto esclavo y no merezco ni tu favor ni tu bondad”. Y así fue como Alex suplicó benevolencia a su amo ante toda la gente que estaba en el bar, diciéndoles que sólo era un miserable y jodido esclavo insolente y estúpido que pertenecía a un dueño generoso y paciente que no merecía”.

Alejandro lo levantó del suelo, cuando su esclavo le besaba los pies, y le dijo al camarero en voz alta: “Envidiaba tu suerte por regalarte un polvo, pero no sabe que no me corrí en tus tripas porque reservo mi leche para él. Y ahora se la voy a dar.... Ve al baño, Alex y espera con los pantalones bajados a que vaya a follarte, porque antes me beberé un agua fría”. Todos los presentes guardaron el más absoluto silencio y algunos abandonaron el local. Los que se quedaron estaban atentos a lo que hacía Alejandro. Y el camarero se repetía en silencio: “Joder!. Un macho así es lo que yo necesito. Menudo polvazo me metió el cabrón!. No me extraña que este chaval esté emputecido con su rabo y sea su puto esclavo para todo. Yo también lo sería si quisiese ser mi amo. Y qué guapos son los dos hijos de puta!”.

Alejandro se bebió el agua despacio y se fue al baño a darle por el culo a su esclavo que lo aguardaba delante de un retrete con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos y el ojete lubricado con su propia saliva, para que el amo sólo tuviese que llegar y metérsela a saco para preñarlo.



Un cuarto de hora más tarde Alex conducía el coche otra vez, rumbo al noroeste de la península. Y su amo le dijo: “Cómo pudiste pensar que te dejaba sin leche?......Cuándo te darás cuenta que si se la meto a otro tío sólo es para pasar el tiempo y que el único culo que follo de verdad es el tuyo?. Mi niño, de todos modos me gustó tu declaración pública de arrepentimiento y de proclamación de tu condición de esclavo. Creo que lo haremos con más frecuencia para que no se te olvide cual es tu sitio”. Alex lo miró de refilón para no perder de vista la carretera y le respondió: “Sí, amo.... Primero me moría de vergüenza al pensarlo. Pero en cuanto me hinqué de rodillas ante ti me sentí orgulloso de todo lo que decía. Y si no me levantas del suelo te hubiese descalzado y lamido los pies en señal de sumisión a mi señor. Mi mayor honor es ser tu esclavo y servirte, amo”. Alejandro lo beso en la mejilla y añadió: “De todos modos, influyó lo bien que te defendiste del puto camionero para que te perdonase pidiéndome perdón públicamente. Y, además, no te zurraré con el cinto. Lo haré con la mano en cuanto lleguemos. Pero sólo te daré veinte azotes y luego te la meto otra vez”. “Gracias, amo”, contestó Alex encantado por el cambio de opinión de su señor. Y siguieron camino tan contentos.

2 comentarios: